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Anatomía de un jugadón

Así se forjó el primer gol del Sporting: más de un minuto de posesión y 25 pases en una obra colectiva en la que solo faltaron Djuka y Mariño

Por la izquierda, Gragera, Pablo García, Djuka y Gaspar corren a felicitar a Fran Villalba, a quien esperan a la derecha Aitor, Pedro Díaz y Guille Rosas. | Juan Plaza

Una posesión de lado a lado de 25 pases seguidos perfectamente medidos. Una jugada colectiva que implicó a todo el equipo salvo a Mariño y a Djuka. Una acción en la que quedó demostrado una vez más que los niños de la “Quinta del cole” tienen más clase que un instituto. Un baile en el que el Leganés salió trastabillado. O una obra redonda culminada por Villalba con ayuda del central Palencia. La jugada del primer gol del Sporting ante el equipo madrileño puede describirse de muchas formas. Incluso como una obra de arte.

En una categoría en la que lo exquisito escasea y en la que los pases horizontales a veces son el fin y no el medio, la jugada del primer gol rojiblanco tiene papeletas para ser de las mejores del campeonato. Lo tuvo todo. Pausa, rapidez, tranquilidad, desparpajo, ganas de mandar y capacidad para hacerlo. Fue una acción de detalles, de gestos técnicos. Como el cambio de juego de Gaspar a Guille Rosas que anticipa el gol, o movimientos sin balón de Gragera y Pedro Díaz que permitieron que la pelota acabara en los pies del héroe de la noche, Villalba, sin que el Leganés supiera cómo.

Gráfico

La acción comenzó anodina. Con una sucesión de pases, como el que pelotea antes de un partido de pádel, entre Babin y Valiente. Esperaban por Pedro Díaz y Gragera, que, entre líneas, comenzaban a meterse en el tiro de cámara. La asociación de los centrales con los medios fue clave para superar la primera y casi única defensa de los madrileños: la intensa presión de los dos delanteros, Fede Vigo y Bautista.

Las maniobras primero de Pedro Díaz y de Gragera para aparecer entre líneas fueron la piedra de toque sobre la que se asentó la diana. También los laterales, Rosas y Pablo García, bien abiertos, hicieron demasiado amplio El Molinón para el Leganés. Con la mirada, a unos 20 metros del balón, Villalba comenzaba a entrar en el plano.

El visitante Bautista, en el octavo pase de la sucesión, el que dio Babin a Gragera, levanta las manos para pedir más atención a los compañeros. El Sporting consiguió entrar por vez primera en el campo del Leganés hacia el decimoprimer pase. Fue una avanzadilla tímida, porque enseguida Gragera tuvo que retrasar hacia Pedro Díaz, bien caído a la banda y ocupando el puesto de Rosas para volver a armar la ofensiva.

Hubo varios gestos determinantes. Un pase al primer toque, otra vez de Gragera para Pedro Díaz tras la primera vez que toca la bola Guille Rosas, y otro de Gaspar, también al primer toque para Pablo García, bien pegadito a la línea de cal para estirar al Leganés. El conjunto pepinero vio cómo sin apenas solución de continuidad el Sporting había pasado de jugar a un ritmo parsimonioso a otro mucho más rápido. Frenético.

Hubo otro gesto verdaderamente determinante. Un cambio de juego de Gaspar para Guille Rosas de casi 40 metros que terminó por descabalgar al Leganés. Una transición defensiva que podría haber abortado el primer gol rojiblanco de no ser porque el equipo de Gallego aún volvería a llevar la pelota hacia el otro lado del campo. Fue Gragera el que volvió a encontrar a Pablo García, que pisó el área por vez primera con el balón controlado para los rojiblancos. Este encontró a Villalba, que en modo Primera División, hizo el gol.

Como toda obra de arte, no fue perfecta y Palencia, del Leganés, rozó la pelota, que hizo el extraño suficiente para acabar entrando en la red casi llorando. Esa fue la anatomía de un golazo. Una jugada de exquisito dominio del tiempo y del espacio.

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