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La vida de Sangoy tras su retirada: un deseo y la promesa cumplida antes de fallecer su padre

El exdelantero del Sporting, padre de tres niños, acaba de sacar el título de director técnico: "Cuando Emilio de Dios vino a buscarme no me lo podía creer"

Por la izquierda, Gaston Sangoy con Samuel, Bastián, Guillermina y Fabiana Ferrer, en Paraná. | G. S.

A lo largo de su extensa carrera deportiva, Gastón Sangoy (Paraná, Argentina, 1984) logró cumplir tres sueños: jugar en la Primera División española, con el Sporting; disputar competición europea con el Apollon Limassol chipriota y, sobre todo, poder volver a jugar al equipo de su ciudad natal, Paraná. “Quería jugar frente a mi familia, en mi ciudad, sobre todo para que pudiera verme mi padre, que falleció hace dos años”, explica ahora el delantero argentino desde el país de La Pampa. “Pudo verme jugar en directo antes de fallecer, así que estoy contento por eso”, incide.

El que fuera ariete rojiblanco durante tres campañas, entre 2010 y 2013, ya no juega profesionalmente al deporte de su vida. “Lo dejé hace dos años, ahora juego en una liga de aficionados con mis amigos”, explica. “Aumenté un poco de peso, cuesta volver al ritmo porque lo dejé de un día para otro, pero aun así marco diferencias”, concede entre risas. También ha terminado el curso de director técnico, un mundo laboral que quiere explorar en un futuro. Pero ahora el fútbol está en un segundo plano para él. “Estuve muchos años fuera y ahora quiero disfrutar de mi familia”, resume. Ellos son Fabiana Ferrer, su esposa, y Bastián, Guillermina y Samuel, de nueve, seis y dos años, sus hijos.

Sin embargo, hasta hace un par de años, el fútbol lo fue todo en su vida. Y, dentro de ello, el Sporting fue una pieza fundamental. “Guardo muy buenos recuerdos de Gijón, me dejó una huella marcada en mi vida”, relata el potente delantero. “Fue un sueño jugar en LaLiga, era un sueño que tenía hacía mucho tiempo y lo pude cumplir gracias al Sporting”, valora ahora.

“Pasamos momentos buenos y malos, pero siempre sentí el apoyo de la gente”, incide Sangoy. Entre los buenos recuerdos, sin duda el mejor fue “ganarle al Real Madrid en su campo, es algo que vamos a tenerlo para siempre guardado en nuestra memoria”, enfatiza sobre aquel 0-1 de 2011. “La semana anterior hubo intercambio de palabras entre Mourinho y Manolo Preciado, sabíamos que nos íbamos a encontrar a un equipo muy fuerte, es un grandísimo club”, rememora. “Lo soportamos hasta que hicimos el gol y luego, a aguantar atrás”, analiza orgulloso. “Por suerte se pudo” y lograron una gesta que perdurará para siempre en los anales del sportinguismo.

Entre los peores recuerdos, el más amargo fue “el descenso a Segunda, que fue muy duro y tuvimos oportunidades hasta el final”. El ariete subraya que “fue lo más difícil para mí porque quería seguir en Primera, como el resto de los jugadores y la afición, pero no hicimos las cosas bien para mantenernos”.

Sangoy, desde la distancia, recuerda cómo fue su llegada al Sporting. “Fue Emilio de Dios a verme dos partidos y yo no me lo podía creer. Cuando me preguntaron si quería jugar en España solo me salía reírme y preguntarles si lo decían en serio”, rememora ahora. “Ni lo dudé”, enfatiza, pero “hasta que no firmé el contrato y me saqué la foto con la camiseta no me lo creía, fue muy emotivo”.

Un sueño que, no obstante, terminó. “No pude cumplir el último año de contrato, el anterior tuve intercambios de palabras con el técnico, Sandoval”, explica ahora. “Al acabar, el club no estaba bien monetariamente, y Trejo y yo teníamos contratos altos, así que el club tomó la decisión de dar espacio a otros” y Sangoy se decidió por volver al Apollon Limassol, donde había explotado como futbolista. “Yo quería seguir, pero el fútbol es así, me fui triste”, descubre.

Sobre todo porque, más allá del fútbol, en Gijón Sangoy se encontró como en casa. “Hice amigos fuera del fútbol con los que sigo teniendo contacto”, asegura, “la ciudad me encantaba, la tranquilidad… hasta el clima”. A ello ayudaba también la afición local. “Cuando íbamos bien, la gente te aclamaba, y cuando las cosas iban mal, te lo hacían sentir. Me gustaba que te hicieran sentir esa presión para sacar las cosas adelante”, apostilla. “Todos los recuerdos de Gijón son lindos e inolvidables”, zanja.

Por eso, a día de hoy continúa siguiendo al conjunto rojiblanco. “Tengo una aplicación que me avisa cada vez que juega”, asegura. “Todos los años confío en el ascenso, el Sporting tiene que estar en Primera por todo lo que conlleva; el club, la afición, los jugadores que maneja, siempre buenos, serios, trabajadores”, asevera.

Echando la vista atrás, Sangoy valora todo lo que el fútbol le dio. “Tuve la suerte de jugar en muchos sitios y nunca me arrepentí de ir a ningún lado, en todos los equipos di el máximo”, remarca. “Conocí lugares y personas que jamás pensé que iba a conocer y probé comida que nunca pensé que iba a comer”, recuerda ahora. “Me dejó mucho como experiencia”, zanja.

Por eso, quiere seguir ligado al deporte rey. “Quiero dedicarme a entrenar, ir mejorando y tomando ideas”, asegura. “No es fácil, me di cuenta que no es lo mismo ser futbolista que técnico, tener un grupo y saber gestionarlo”, analiza. Pero, ante todo, “dedicarme a mi familia”. La misma por la que tomó la decisión de volver a jugar a su casa para cumplir su último sueño como futbolista.

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