La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Sporting vivido en tres generaciones

Las peñas Noceda y La Catrina reúnen abuelos, hijos y nietos de una misma familia con destino a Lugo

La Catrina, a tope. Por la izquierda, Andrés y Alejandra del Busto, Íker, Daniel y Pedro Riesco y Begoña Valcárcel, ayer, junto a las “Letronas”, en el puerto deportivo de Gijón. | Pablo Solares

Tiene la pasión por el fútbol mucho de tradición familiar, de cultivarla de padres a hijos. El Sporting es uno de los exponentes de cómo se perpetúa un sentimiento de generación en generación. El mismo que empuja a 3.000 personas a viajar hoy a Lugo, reuniendo hasta a tres generaciones diferentes detrás de su equipo. Una muestra se encuentra en Lada, donde la peña sportinguista Noceda tiene en Javier, Borja e Illán Menéndez la personificación de esa herencia. En Gijón, la peña La Catrina lo vive en la figura de Begoña Valcarcel, su hijo Pedro Riesco y sus cuatro nietos: Íker, Daniel, Andrés y Alejandra. Ellos son espejo de un sportinguismo con salud de hierro en tiempos de pandemia.

El fútbol siempre fue religión en la casa de los Menéndez. Javier, el abuelo, fue lateral derecho del Langreo, donde vivió su estreno de manos de un histórico. “Debuté en Segunda B siendo entrenador Vicente Miera”, apunta. Casi nada. Seis años en Ganzábal para después pasar por el Titánico y el Siero. Después, a trabajar como minero en el pozo El Fondón con un ojo puesto en el Sporting. Formó familia en el barrio de San José, en Lada, y sus hijos, Borja y Tania, heredaron pasión rojiblanca. Fue el primero de ellos, el mayor, el que acabó convirtiendo sus esporádicas visitas a El Molinón en una cita constante.

“Desde el ascenso a Primera con Preciado nos hicimos socios”, comenta Borja. La familia creció poco después y también el número de carnés en casa. La llegada de Illán, hace 11 años, reforzó a la Mareona. “Nació un 29 de agosto y el 30 ya estaba ‘apuntau’. El guaje también se sienta con nosotros dos en la grada este”, detalla el padre. Y de El Molinón, donde también es una fija Claudia, la otra nieta de Javier, a echarse a la carretera para animar al Sporting.

Noceda, de padres a hijos. Los Menéndez, en una sola imagen. Por abajo, el pequeño Illán, seguido de Borja y de Javier, ayer, junto al centro social de Lada. | Luisma Murias

“Trabajo como conductor de autocares y la peña siempre viaja con nosotros”, continúa Borja, empleado de Pullmans Llaneza, la empresa encargada de llevar a su peña, Noceda, a Lugo. “A mí préstame ir así, en familia. Ir solo no me va. Eso sí, desde que montas en el autocar ya ves otro ambiente. Y cuando te juntes con otres peñes, ye demasiado”, comenta Javier sobre la diferente de acompañar al equipo lejos de Gijón. A sus 68 años, la jubilación le ha regalado más tiempo para el fútbol, lo disfruta de otra manera. Su hijo dice compartir dos placeres.

“Compagino dos aficiones, la de conducir y el Sporting. A las 8 de la mañana salimos de Sama. Cargamos y tiramos de frente. Vamos sobre cuarenta. Habrá parada intermedia en el Rey de las tartas”, resume Borja, en relación a un dulce local hostelero. “Lo nuestro ye afición pura y dura, ya te lo digo yo”, añade orgulloso de que Illán haya ampliado la forma con la que hacen familia a través del Sporting. “Al equipo lo vemos bien, aunque los últimos resultados no nos están acompañando. Lo que está claro es que vamos a Lugo a por los tres puntos”, sentencian los Menéndez, abuelo, hijo y nieto.

Begoña Valcárcel es una abuela joven. Gijonesa de 54 años, sonríe ante la energía de sus cuatros nietos. Daniel (11 años) e Iker (6 años) son hijos de Pedro Riesco. Andrés y Alejandra (6 años, mellizos) son de su otra hija, Brezo, la dueña de la cafetería del barrio de Roces que da nombre a la peña que pertenecen: La Catrina. Ella no estará en Lugo, pero la familia va sobrada de representación. “El de Alejandra va a ser el primer viaje con el Sporting”, apunta la abuela ante el sonriente rostro de la niña. Lo viven con más nervios Iker y Andrés, incapaces de estar quietos y eso que falta un día para coger carretera. Además de sentir los colores, los defienden: ambos juegan en el benjamín de la Escuela de Fútbol de Mareo.

“Si Mariño se lesiona me pongo yo”, propone Iker, que juega de portero y tiene en el vigués uno de sus referentes. “No es la primera vez que vamos a Lugo, ya van varios los desplazamientos que hemos hecho en familia. También estuvimos en Miranda de Ebro, Santander… Estos lo disfrutan como enanos, como lo que son”, comenta Pedro, con una amplia sonrisa. Tienen autocar reservado y madrugón asegurado. “Tranquilos que de la comida me ocupo yo”, dice con guasa Daniel, el mayor y más tranquilo.

“Ahora lo importante ye ganar y traer los tres puntos”, dice Pedro, que dedica al Sporting buena parte del tiempo libre que le deja su trabajo como responsable de atención al cliente en una empresa afincada en Asturias. El fin de semana es más liviano para su madre, empleada de una empresa de limpieza que lleva el escudo rojiblanco hasta en la mascarilla. “Tenemos plantilla para hacer algo importante. Djuka las enchufa y Villalba nos da mucho”, continúa Pedro, vicepresidente, a su vez, de la peña La Catrina. “El presidente es mi cuñado, Marcos del Busto”, añade sobre el padre de Andrés y Alejandra.

“Lo de viajar con el fútbol es guapo porque yo me acuerdo que ya lo hacía siendo guaja en coche junto a mi padre. Es algo que se queda siempre en la memoria”, desliza Begoña. Él, ya fallecido, se llamaba Pedro, mismo nombre que tomó su hijo. Un ejemplo más de que el sportinguismo, como otras cosas, se perpetúa de padres a hijos.

Compartir el artículo

stats