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Así reconquistó Lugo la Mareona sportinguista: "Esto parece Gijón"

Tres mil sportinguistas toman las calles lucences, agotan la cerveza y sueñan con regresar a Primera

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Mareona del Sporting en Lugo Á. Cabranes / A. Menéndez

Lugo, diez de la mañana de ayer. Pegado al teléfono, David Gallego camina relajado por una de las calles céntricas de la ciudad. Levanta la cabeza y saluda a un rostro conocido que aparece a su paso. Es el consejero Ramón de Santiago, uno de los hombres fuertes del consejo del Sporting. Hablan unos segundos. El técnico vuelve al hotel. De Santiago prosigue paseando por la localidad lucense. Aunque todavía es pronto, las calles ya tienen un claro colorido rojiblanco. La invasión será total al mediodía, pero decenas de integrantes de la Mareona han adelantado el viaje y llevan en la ciudad desde el viernes. Es el caso de Arancha Cordero y Humberto Martínez, una pareja que además celebra doblemente. Porque ayer era su decimotercer aniversario de boda. “Trece años casados, ¿y ahora qué hacemos? ¿es motivo de celebración o de tristeza?”, sonríe con ironía Arancha. Humberto se encoje de hombros, y, claro, le sigue el juego. En el retorno de la Mareona tras dejar atrás el cerrojo por la pandemia a uno de sus destinos clásicos todo tiene cabida: desde esta pareja que se va a Lugo de fin de semana como ejemplo de exaltación de que el amor todavía sigue funcionando, pasando por seguidores disfrazados de obispos en la antesala de Halloween, hasta un grupo de jóvenes amigos que no se pierden un solo viaje para estar con su equipo del alma, como son los ya clásicos colegas de La 1905. “Estuvimos en Lezama, Eibar y Bilbao”, explican, “y estaremos donde vaya el Sporting”. Y después, todos, siguen cantando. El partido todavía queda lejos. Pero la mañana en Lugo tiene mucha, mucha, vidilla. La hostelería está literalmente “a full”. No cabe un alfiler. Y los camareros toman aire como pueden en plena vorágine. Las cervezas en muchos locales se agotan.

El centro de Lugo ya es un rincón del sportinguismo a las once de la mañana. “Eso literalmente parece Gijón”, dice uno de esos seguidores que se siente casi como un famoso del mismísimo Hollywood por la cantidad de “conocidos” que se encuentra en la Rúa da Cruz. Es casi la una del mediodía, y la fiesta, la fiesta de verdad, está a punto de estallar. Aunque ya es conocido el carácter de la Mareona, algunos turistas graban atónitos la escena, que es cuanto menos llamativa. Alucinan, claro. Porque de esos tres mil desplazados a Lugo, muchos se encuentran en esa calle estrecha, desde luego colapsada, llamada Rúa da Cruz. El encuentro teóricamente estaba programado en la Plaza de España, la plaza mayor de Lugo, pero “todo el mundo está aquí”, le dice un aficionado a su compañero, “como nos vamos a ir”, le explica.

Porque se esperaba el himno del Sporting para las dos de la tarde en la Plaza de España. “Pero, tío, ¡cómo nos vamos a ir ahora de aquí!”, insiste otra vez este ya animoso seguidor. Rúa da Cruz es un caos. Hay algún que otro seguidor del Lugo camuflado entre la amplia mayoría rojiblanca. Pero, al menos en esta zona, son los menos. El desmadre es total cuando un valiente se anima con el “Asturias, patria querida”. Todos le siguen. Y él, aupado en las espaldas de dos amigos, se siente por momentos como un cantante de rock and roll. Y otro aficionado comienza a cantar el himno del Sporting.

Y otro después se acuerda de Fran Villalba. Lugo confirma que Djuka ya es un ídolo, y que tiene letra en ese “oe, oe, oe, Djuka, Djuka”. Y otro grupo tira de clásicos: “¡Por qué este año subimos a Primera!” Y, cómo no, hay también quien rememora a Pablo Caballero, un argentino amado por igual en Lugo y en Gijón. Caballero era ayer casi un Dios. Tal era el estado de ánimo que a más de uno se le olvidó que era la hora de comer. Solo en ese pequeño intervalo del mediodía reposó algo la garganta de la Mareona.

Pero la tregua saltó por los aires pronto. Todo estalló en la Praza do campo, un punto estratégico porque ahí convergen varias de esas transitadas calles donde se explota el ocio lucense. Puede que por un momento prácticamente los tres mil desplazados se pudieran mirar. Literalmente, casi todos estaban ahí. Lugo ya estaba abarrotado de seguidores rojiblancos. No hubo respiro para el silencio. Incluso algunos vecinos despistados, que aprovechaban que había amainado a la lluvia para dar un pequeño paseo con su perro, recogieron cable y se volvieron tras sus pasos. Se dispersó entonces gran parte de los tres mil. Pero todavía quedó un gran grupo cantando hasta casi las seis. Un reto para esas gargantas. Porque se escuchó, y de qué manera, ese “Sporting, Sporting”, procedente de esa masa de rezagados que cruzaban sin aparentes prisas, a pesar de la hora, la Rúa Santiago, y después el Parque de Rosalía de Castro antes de acceder, al fin, al Anxo Carro.

Y ya allí, los tres mil gritaron, sufrieron y al final se fueron resignados por un empate que pudo dar para más, o para menos, el día en la que Mareona reconquistó Lugo.

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