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Fueyo, en su reencuentro con Rubi: “Es un gran chaval y para nada ateo”

“Tenemos relación, me felicitó el cumpleaños; aquello se exageró”, dice el capellán del Sporting del técnico que le sacó del vestuario

Fernando Fueyo, ayer, en su domicilio en el barrio gijonés de El Coto, con la bufanda y la bandera del Sporting y un ejemplar de LA NUEVA ESPAÑA. | J. Plaza

“No hemos vuelto a coincidir y me gustaría verle en El Molinón, pero no sé si podré ir, llevo unos días...”. A sus 84 años, las piernas no acompañan la inagotable vitalidad de un Fernando Fueyo que habla con cariño de Joan Francesc Ferrer, Rubi. El ahora entrenador del Almería vuelve hoy a Gijón después de que su etapa como técnico del Sporting se iniciara con una sorprendente decisión: acabar con el rezo en el vestuario que realizaba Fueyo, capellán rojiblanco, antes de cada partido. “Me sacó a mí, pero también hizo lo mismo con el médico y los utilleros. Se exageró un poco”, dice el cura, conciliador. Aquello fue el inicio de lo que califica como “una gran relación. Hasta me felicita por mi cumpleaños”.

“Rubi es un gran chaval, y para nada ateo”, detalla Fueyo para responder a lo mucho que se habló sobre las razones que empujaron a Rubi a romper con el tradicional rezo dentro del vestuario del Sporting. “Su intención era la de que, durante esos minutos previos al partido, nada distrajera a los jugadores ni al cuerpo técnico”, resume sin ganas de más polémica. En todo caso, reconoce que en el club hubo revuelo. “Javier Fernández (presidente del Sporting) nos reunió entonces en Mareo. Estuvimos hablando durante más de una hora. A él le sorprendió la repercusión que tuvo su decisión. No se retractó, pero ahí quizá vio que lo hizo todo de una manera un poco precipitada”, comenta Fueyo con la boca pequeña. “Que quede claro que después y ahora nos llevamos muy bien”, subraya.

Tras aquella primera toma de contacto, el entrenador y el capellán se acercaron en lo personal. Hubo más charlas y Rubi no impidió que accediera al vestuario en otros momentos. “Seguí yendo a ver a los jugadores después de los partidos. De la misma forma que seguí yendo a Mareo antes de cada desplazamiento”, subraya el capellán. Y entre medias, más conversaciones. No lo cuenta Fueyo, pero el catalán aterrizó en Gijón en una situación personal delicada. Separado de su mujer, llegó acompañado únicamente del más pequeño de sus tres hijos, Joan, por entonces en edad alevín.

“Hay gente que se pregunta ¿Qué hace ahí metido un cura? Pues lo mismo que en otros ámbitos. Nuestra labor es ser cercanos a la gente y ayudar. Hacer familia”, comenta Fernando Fueyo, orgulloso de haber puesto de su parte para que Rubi viera en el Sporting a su particular familia. “Cuando se fue de Gijón seguimos mandándonos mensajes por teléfono. Le felicité por el ascenso con el Huesca, por partidos puntuales en los que le había seguido por televisión... Siempre hubo respuesta”, detalla. La pantalla de su teléfono móvil ejerce de testigo de alguna de esas contestaciones. La mayoría, iniciadas con un “gracias” y rematadas con un “abrazo fuerte” para finalizar.

“Todavía le mandé un mensaje después del empate del Lugo. Vaya pena el resultado, ¡eh!”, comenta el capellán. “A Gallego también le mando un mensajín antes y después de cada partido”, añade antes de resumir el contenido del remitido al entrenador del líder: “Vamos a pararte los pies en El Molinón”. Palabra de Fueyo.

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