Iban 83 minutos de juego en el Estadio Gran Canaria cuando desde el banquillo se apuntó a Juan Aspra. Pedro Díaz necesitaba relevo y el elegido era otro guaje de la casa. En ese último sprint para enfundarse a la camiseta y saltar al terreno de juego, muchos recuerdos en la cabeza del canterano del Sporting. Una imagen se repetía, la de Mari. "Que me perdone el resto de la familia, pero de quien me acuerdo ahora es de mi abuela", explicó, al final del partido, un emocionado Aspra. Alegría y lágrimas. Homenaje y rabia por no tenerla cerca. La suya, una historia de amor y fútbol.
Muchos nietos tienen una especial relación con su abuela, pero el caso de Juan Aspra es el de un intenso vínculo con el fútbol como nexo. Vecinos de Infiesto, la abuela concretamente de Coya, cuando Juan tenía solo tres años lo de la pelota le traía loco. Le apuntaron a la Escuela de Fútbol de Nava. La encargada de llevarle y traerle, María Jesús Meana Redondo, Mari. Abuela materna, llevó con gusto cumplir el deseo del nieto, el de jugar a la pelota en un equipo. Estaba tan pegada al día a día del equipo, que empezaron a llamarla la abuela del Nava. A pesar de que no tenía edad para competir aún, el crío apuntaba maneras y allí estaba ella para recordar a todo el mundo la valía del su "Juanín". Y no era solo amor de abuela.
Juan Aspra es el pequeño de dos hermanos –el mayor, Enrique, tiene cuatro años más que él y es árbitro– y uno de los tres nietos de Mari –la otra nieta, la pequeña, se llama Candela– empezó a llamar la atención por su talento. El Astur contactó con la familia para incorporarle al equipo alevín. Centrocampista, central… El guaje prometía y podía adaptarse a varias posiciones. Tocaba ya moverse un poco más de lo habitual en cuanto a rutina de entrenamientos, pero ahí estaba Mari para apoyar al chiquillo y hacer los relevos que hiciera falta a los padres con tal de que siguiera progresando. Duró un año en el conjunto ovetense. La siguiente llamada fue ya de Mareo. Más kilómetros de ruta, más coche, más lío. También más ilusión. Mari, al pie del cañón.
En su primer año en categoría infantil, Aspra se vistió de rojiblanco para orgullo de su abuela. Fue quemando etapas en las categorías inferiores rojiblancas con ella acompañándole siempre desde la grada. Viuda años atrás, su pareja, Juan Cardín, pronto comprendió que no había mejor manera para hacerla feliz que sumarse al apoyo del crío. Se convirtió en un segundo abuelo para Juan. Por el camino, al guaje incluso le premiaron en Infiesto por su prometedora evolución en la cantera rojiblanca.
No solo Mari estaba al lado de Juan durante los partidos. En los últimos tiempos, Mari vivió también en la casa de los Aspra, que trasladaron la residencia familiar del centro de Infiesto a Sorribes. Compartía incluso habitación con Juan. Lo hizo también durante los últimos meses de su vida, cuando una enfermedad se la llevó a los 75 años. Falleció el pasado 28 de enero. Se fue "demasiado joven", después de ser "quien lo paseó por todos los campos de Asturias toda la vida", y a semanas de poder ver la hasta ahora mayor conquista de su nieto, debutar en el primer equipo del Sporting.
"Estoy muy contento por mi debut. Es lo que todo jugador de Mareo quiere. Contento también por la gente que me apoyó. Por mi abuela. Es la que desde el principio se esforzó para que jugase al fútbol. Estoy contento por ella", confesaba, aguantando las lágrimas, Juan Aspra, nada más concluir el partido en el Gran Canaria. El balance, el de un chaval modesto. "Estaba más nervioso cuando salí a calentar, que cuando me llamó (el entrenador). Luego, en un partido como éste, te toca correr nada más. Es ayudar al equipo, ayudar a los que están cansados. Abarcar campo y poco más", resumió.
A sus 20 años, Juan Aspra encontró en Las Palmas un premio a la perseverancia. No está siendo su año con más minutos en el filial. Incluso en enero tuvo la oportunidad de salir cedido para poder contar con más continuidad. Se mantuvo en Mareo y la plaga de lesiones y el ojo de Miguel Ángel Ramírez le ha llevado a convertir el dorsal 35 en el de un estreno para el recuerdo. Triunfo a la constancia, la que siempre le enseñó la abuela Mari.