La estatua de Manolo Preciado cumple su décimo aniversario
El monumento, iniciativa de la peña Portalsportinguista y sufragado por cuestación popular, se ha convertido en un icono para la afición

Manu Preciado, hijo de Manolo Preciado, deposita unas flores en la inauguración de la estatua de su padre. | J. Plaza / Ángel Cabranes

Diez años. Una década desde que pasó a vivir para siempre al lado de El Molinón. La estatua de Manolo Preciado, situada junto a la alameda que lleva su nombre en Gijón, cumplirá mañana el décimo aniversario de su inauguración convertida ya en icono no solo del sportinguismo. El monumento ha pasado a ser ya un lugar de encuentro para aficionados al fútbol, un peregrinaje constante entre quienes admiraron su forma de vivir la vida y entender el fútbol. En todo este tiempo ha multiplicado la popularidad con la que vio la luz. La imagen salió adelante por iniciativa de la peña Portalsportinguista y estuvo financiada por una cuestación popular que superó los cinco mil participantes. Si se cuantificara la cifra de visitas recibidas hasta el momento, el contador reventaría.
Hoy es día de otro aniversario. Se cumplen once años del fallecimiento de Manolo Preciado. La muerte le sorprendió de manera repentina, a punto de oficializar su incorporación al Villarreal, donde continuaría su carrera en Primera División tras ser despedido, meses antes, como entrenador del Sporting. Un ataque al corazón dejó huérfana a la afición rojiblanca, que empezó a movilizarse para que el recuerdo a la figura del cántabro perdurara más allá de aquel ascenso logrado en 2008 y de aquel primer día en Gijón en el que detectó que "aquí lo que hace falta es alegría". La peña Portalsportinguista recogió el testigo.
El proyecto de erigir una estatua en su memoria llevó meses de mucho trabajo y acabó mostrando el cariño de la afición hacia la figura del que fuera su entrenador en el Sporting. El monumento, en bronce, y sin pedestales, a ras de suelo, fue obra de Vicente Santarrúa. El lugar elegido no podía ser otro que cerca del campo en el que devolvió esa alegría que echaba en falta a todo un club, a toda una afición, a toda una región.
El acto en el que vio la luz fue un viernes de junio pasado por agua. Se inició con la canción que le dedicó Pipo Prendes y en él se dieron cita familiares, futbolistas, amigos y aficionados. Más de seiscientas personas rodearon el monumento ante las lágrimas de Ana Rebolledo, madre de Manolo Preciado, y del hijo del de Astillero, Manu Preciado. También asistieron Ana Preciado, hermana del que fuera entrenador rojiblanco, y Arancha Arbolí, su viuda. "En El Molinón mi padre fue tremendamente feliz, siempre será sportinguista y ahora está más cerca de este campo donde fue feliz", agradeció Manu Preciado.
Ahora, es habitual encontrar la estatua rodeada de gente para tomarse una foto con Manolo, Preciado, o Manolín más allá de los días de partidos del Sporting, donde es parada fija para muchos. Diez años después, su recuerdo continúa.
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