El Sporting hizo buena su enorme capacidad defensiva para arañar un punto en el Estadi Nacional que le permite volver a sumar a domicilio (lleva 2 puntos de 12) y continuar con la dinámica alcista de los últimos encuentros. Los de Ramírez sacaron adelante un empate a nada (0-0) ante un Andorra que dominó durante más tramos del encuentro, mostrándose más valientes con balón. Los rojiblancos fueron pragmáticos y se limitaron a contener al rival gracias a un notable ejercicio defensivo. El sacrificio y el orden fueron las virtudes de un equipo romo en ataque y que lejos de El Molinón está encontrando problemas para marcar gol. La resiliencia dio a los de MAR otro punto más para justificar la media inglesa en el primero de los dos viajes consecutivos a domicilio.
Consciente de lo peculiar de su rival y de las dificultades encontradas para arañar puntos a domicilio, Ramírez dio un importante revolcón al equipo inicial vencedor ante el Tenerife pese a continuar armándose a partir del 4-4-2. La apuesta pareció estar condicionada al estilo de los de Eder Sarabia, que celebraba su paternidad unas horas antes de comenzar el partido. Mantuvo a Pascanu en el lateral diestro y como un tercer central. Y a Pier, recuperado, sobre el eje central. Mientras, a la vez, redujo considerablemente su arsenal ofensivo al cambiar de golpe en las bandas a dos atacantes con colmillo (Hassan y Gaspar Campos) por un lateral (Pablo García) y un centrocampista (Villalba). Demasiado respeto. Minimizar el error.
El inicio en el Estadi Nacional resultó ser esperanzador. Luego ese brillo fue poco a poco perdiendo fuelle. Muy pronto Cote, centenario con el club de su vida, estuvo cerca de conectar con Djuka, que tiró mal el desmarque y conectó con la pelota demasiado forzado. El Sporting parecía entonces animado a apretar al Andorra arriba a través de Djuka y Otero, tan trabajadores como perdidos entre guerras. Puntas que se hincharon a correr persiguiendo sombras como si fuesen dos pretorianos.
Los locales, con Piqué y Puyol en las gradas, se quitaron rápidamente ese peso de encima. Samper y Molina se hacían con el balón y movían una y otra vez la pelota obligando a los jugadores del Sporting a correr. Nacho Méndez y Varane se fajaban en la medular. El equipo comenzó a presionar más abajo, y se entregó al orden y a faenar. La pelota era casi un incordio para el Sporting, incapaz de dar cuatro pases consecutivos ni tampoco de encontrar fluidez por los costados. El doble lateral formado por Cote y Pablo García aportó orden y poco más. Mientras, en la derecha, Villalba estaba desubicado. No se perfilaba para defender. Ni era capaz de elegir bien. Acostumbrado a aparecer por el área contraria, sus elecciones al tardar en soltar la pelota hicieron sudar a la zaga, ahora mismo una línea serena y fiable. Álvaro Martín, un verso libre, amagó de lejos con un par de disparos. El orden se impuso a la falta de ingenio y de atrevimiento y el Sporting arañaba al descanso un empate.
A la vuelta de los vestuarios, el encuentro ganaba algo de velocidad pero seguía sin terminar de inclinarse. Alende intentó un golazo de falta. Algo veía desde el banquillo visitante MAR, que antes de la hora de partido alistó con urgencia a dos ingenios distintos, pero ambos con alma ofensiva como Roque Mesa y Hassan. Varane y Villalba se iban a la caseta. Ramírez iba a por el encuentro: Mesa y Nacho Méndez en el doble pivote. Y, de repente, el caos. El encuentro entró en trance. Hassan, un demonio cuando los rivales están exhaustos, agarró la pelota y puso en jaque al equipo local. Se fue de uno y de otro, pero remató frágil, muy fácil para Dani Martín.
El Andorra vio cómo los asturianos se iban hacia arriba y aprovecharon para encontrar grietas donde antes solo chocaban contra un muro. Lobete, primero, y luego Iker Benito tentaron la guarida de Yáñez, sobrio. Los de Sarabia encontraban más facilidades para conectar por dentro y atacaban cada vez más cerca del área sportinguista. Las sustituciones no espabilaban al Sporting, si acaso provocaron confusión. Hassan aportaba piernas y frescura. Pero no había pausa. A Mesa, aún en desarrollo físico pese a sus buenas maneras, le faltó tener más balón.
El encuentro entró ya en esa franja donde todo se decide por un detalle. Ramírez tiró dos cambios más: Queipo y Campuzano entraban para relevar a Djuka y Pablo García. Lobete llevaba por el camino de la amargura a la defensa. Pero sus regates siempre terminaban topándose con el último eslabón defensivo rojiblanco. Casi siempre Pier, inmenso en las ayudas y que forma un binomio notable con Insua. Y en las últimas: Alende tuvo una de cabeza que se fue manda a manos de Yáñez; y, casi al final, Dani Martín saltó a los pies de Hassan para negarle una ocasión clarísima.