El Sporting se queda a medias: empate (1-1) en el regreso a Riazor
Al equipo rojiblanco, superior al Dépor, se le escapa en el ocaso una victoria que tuvo en sus manos tras igualar Mella el tanto de Nacho Méndez
El fútbol no entiende de méritos sino de acierto. Y esa cualidad fue quizá la única que no lució este notable Sporting para salir ganador de un campo de Primera como es Riazor. Fue sin duda una de sus mejores actuaciones lejos de Gijón. Pero sin área solo con buenas maneras no basta. El Dépor castigó uno de los pocos errores que cometió el grupo de Albés, que no fue capaz de rematar el partido cuando logró lo más difíci: marcar. La simpleza de este deporte es que todas las batallas se deciden en las áreas. Y ahí se explica el resultado, que en Asturias parece injusto: 1-1. Y punto.
Inquietaba en el cuerpo técnico la pérdida de fiabilidad ante el Granada, un problema muy serio si se repetía en La Coruña ante la verticalidad de un Dépor que vive a la carrera con futbolistas veloces y de primer nivel como Mella, Mario Soriano o Lucas Pérez. Así que el Sporting se presentó en su regreso a Riazor con hasta tres cambios, todos en realidad para equilibrar. Sin red en el centro de la zaga por las bajas de Curbelo, pero, sobre todo, de Diego Sánchez, Albés abrochó con músculo para compensar: reunió a dos jugadores más bregadores para ganar la batalla de la medular -Olaetxea con Nacho Martín, con Méndez algo avanzado- mientras que retiró de golpe a los dos laterales para contar con la jerarquía de Cote y Guille Rosas, recuperado de sus molestias en el sóleo. Futbolista muy fiable, la presencia de Martín por Gelabert surgió sin duda efecto, porque aportó consistencia a la medular, capaz de soportar el dinamismo de los de arriba. Quien resultó beneficiado por el cambio fue el equipo.
Conjunto al que le gusta el ritmo y el nervio, al fin y al cabo sus señas de identidad, la llave del partido para los gijoneses estaba en evitar un correcalles como sucedió en el Belmonte sin perder un ápice de su personalidad. En cinco minutos, Cote alumbró el camino con una acción que en realidad es ya marca de este equipo: lanzó con la precisión que le caracteriza un balón muy profundo para que lo pelease al espacio Otero, noticia esta semana en La Coruña por los recuerdos de su pasado en el Fabril. El colombiano, indetectable, llevó al límite a Vázquez y Martínez, angustiados, obligados siempre a mirar hacia atrás. En un movimiento heroico, Ximo Navarro, veterano lateral, estiró con lo justo la bota de su pie derecho para negar la gloria al de Sipí, que ya se relamía. Se desgañitaba en la banda Gilsanz; quería el técnico deportivista que el protagonismo fuese para Mella y, en cambio, los que aparecían constantemente eran Dubasin y Otero, una de las parejas de moda de Segunda División. Quizá falto de tacto, la potencia del 19 del Sporting es una amenaza constante, también en los estadios de más nombres como es indudablemente Riazor. Así tuvo un par de intentos más, sin éxito. Uno se fue a centímetros de la guarida de Helton.

La mareona en A Coruña / Área 11
Riazor desperezó a los suyos, sostenidos durante un buen puñado de minutos por el desacierto en área rival de los gijoneses, superiores. Solo lucía en el Dépor un gregario como Mfulu, con muy poco de Lucas Pérez o Mella. En el único desliz de un potable primer tiempo, Mario Soriano, jugador de muchísimo talento, obligó a Yáñez a salir en la foto. La mano, durísima, alivió los tormentos del meta catalán, siempre fiable, desafortunado en la acción del 1-2 del Granada en El Molinón. El descanso fue recibido con agradecimiento por el grupo del Albés, que comenzaba ya a dar síntomas de debilidad.
De nuevo con oxígeno, el Sporting regresó de los vestuarios con la misma energía y vocación. José Ángel y Guille Rosas actuaban casi como dos extremos. Otra galopada más del lateral derecho, un atacante más, terminó con un centro con colmillo que se paseó por el área sin terminar de ser despejado hasta acabar a los pies de Queipo, jugador que siempre crece cerca del gol. El canterano ajustó con destreza la pelota muy cerca de la cepa del poste derecho, pero Helton tenía otros planes. Ni siquiera le dio tiempo a las cámaras a mostrar la repetición cuando Nacho Martín no estuvo lejos de clavar un disparo desde la frontal. El Dépor contenía daños. Pero a los asturianos les faltaba mala baba en el área contraria para sacar tajada del goteo de llegadas.

Así fue el partido entre el Sporting y el Deportivo de La Coruña /
Llovía a mares en Riazor justo cuando Albés llamdó a Gelabert. El cambio tenía miga: porque el hijo de Juanmi partía por la banda izquierda –entró por Queipo- como si fuese un atacante más, pero se metía hacia posiciones centrales como un cuarto centrocampista. Le quedaba al partido un cuarto de hora y el marcador seguía sin mostrar justicia. Y el Sporting se estiró. Los rojiblancos, muy valientes, comenzaban a presionar más arriba y hacían temblar al Dépor. Helton volvió a lucirs ante otro disparo de Duba. Pero sus reflejos ya no le alcanzaron para sacar un remate ajustadísimo de Nacho Méndez, indetectable para irrumpir en el área. Dos mil gargantas gritaron a la vez gol, con Riazor en silencio, a escasos doce minutos del final. Sucedió entonces algo inesperado. El 0-1 levantó a los de Gilsanz. Sin ningún miedo, el Dépor se vino arriba. El resultado estimuló más al vencedor y menguo a los ganadores hasta el punto que los puntos casi se le escapan de golpe. Los tres volaron, porque Mella encontró una rendija para sacar todo su potencial. Sacó ventaja de un mal ejercicio coral defensivo del equipo gijonés para colarse en el área; una vez allí, definió como los ángeles. Quien jaleaba ahora eran los miles de deportivistas. Con los empatados, ambos decidieron que no había tregua. Fueron minutos de locura, de ida y vuelta. Ahí Yáñez negó la gloria a Herrera instantes antes de que a un gran remate de Campuzano le faltasen centímetros.
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