La contracrónica del empate del Sporting en Córdoba: decepción, "enfado" y respaldo a Albés

El club confía en conseguir una victoria para que sea un punto de inflexión

Rubén Albés, agachado, observa a Gelabert y Nacho Méndez. | JUAN PLAZA

Rubén Albés, agachado, observa a Gelabert y Nacho Méndez. | JUAN PLAZA

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

Córdoba

La parte inferior del estadio Nuevo Arcángel es un hervidero cuando cae la medianoche del sábado al domingo en Córdoba. El encuentro ha concluido hace prácticamente una hora, pero en la última planta nadie se mueve todavía del estadio. La expedición rojiblanca pasará la noche en el Sercotel Rosaleda, en Málaga, a una hora y media de Córdoba en autobús, que ya aguarda fuera. Los tiempos son distintos: el equipo no viaja el sábado y esta noche no tiene que coger ningún avión, por lo que muchos jugadores abandonan el campo con más tranquilidad; la mayoría portan en sus manos la cena, en su mayoría pizza.

Los nervios están todavía a flor de piel y se palpa enseguida la tensión por la situación después de un partido que ha resultado agotador por angustioso y que no deja satisfecho a nadie en el seno del club ni tampoco de la plantilla, que desfila con caras largas. El tardío gol de Dotor alivia en parte la escena, aunque el poso en la delegación del Sporting es unánime: se percibe la decepción por dejar pasar otra oportunidad para retomar la senda de la victoria y recuperar autoestima. Nadie sonríe. Nadie celebra. Nadie se va feliz. Ni los titulares, ni los suplentes. Nadie está satisfecho. Ni siquiera se les escapa una sonrisa a los protagonistas del partido, como el asistente Pablo García y el goleador Dotor. La plantilla muestra decepción, cansancio y rabia a partes iguales.

Albés se muestra extraordinariamente gestual durante su intervención en la sala de prensa, desinhibido. No esconde sus emociones ni su disgusto, que en esta ocasión parece consigo mismo. "Me voy enfadado", admite al terminar la cita con los periodistas instantes antes de abandonar un habitáculo al que no tarda en llegar Iván Ania. El técnico vigués admite durante la comparecencia desconocer si el gol del Córdoba pudo ser anulado por fuera de juego.

Unos instantes después se produce una de las imágenes de la noche al inicio del larguísimo pasillo, entre la zona mixta y los vestuarios: Iván Cabezudo, uno de sus ayudantes, explica convencido a Albés que el gol local es sin duda fuera de juego porque Sala está adelantado e interfiere en la acción.

Gerardo García y David Guerra desfilan por la zona. El presidente ejecutivo y el director de gestión deportivo arropan a los jugadores en el vestuario. Después respaldan a Rubén Albés, al que protegen y animan. No es un apoyo falso. La imagen revela el respaldo al preparador en un momento deportivamente delicado, con una victoria en los últimos 14 partidos. En el club no hay grietas: están con Albés y con la plantilla. Creen en su entrenador, más allá de los resultados. Cuentan con él hasta el final. Confían en conseguir cuanto antes una victoria que sea un punto de inflexión y revertir la dinámica. Hoy por hoy, es su entrenador. Y también quieren que lo sea para el futuro. Pero la delicada situación aprieta y obliga a posponer el avance de los contactos para planificar el futuro.

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