Del cumpleaños, a un "fichaje" por las chapas para acabar "como motos": el Sporting en Cádiz

Hay quien nace del Sporting y otros que se hacen. En este último apartado los hay que abrazan la pasión rojiblanca en forma de herencia, o por algún tipo de vínculo sentimental. El caso de José Carlos Ortiz es el de un sportinguista absolutamente excepcional. Este madrileño de madre conquense y padre granadino, buscó su propio camino futbolístico y su manera de aficionarse al Sporting llegó "jugando a las chapas". Siendo muy niño, en la capital de España, "la mayoría de mis amigos iban con el Madrid, o con el Atleti y yo, que veía que los Maceda, Cundi, Joaquín y Quini eran muy buenos, jugaba con las fotos de los jugadores del Sporting en mis chapas". Aquello caló hasta el punto de que hoy por hoy es abonado y sus dos hijas, Martina y Cayetana, de 13 y 11 años, respectivamente, lo son también "desde que nacieron". Cayetana vivió en Cádiz su primer partido del Sporting en directo.

"Estamos aquí de casualidad", comenta José Carlos a escasos metros de la puerta 1 del Nuevo Mirandilla. Por motivos de trabajo tenía que pasar el día en Cádiz, su hermano, Iván, reside allí y le habló de la posibilidad de gestionarle unas entradas. Entre unas cosas y otras, este "fichaje" sportinguista afincado en Madrid no solo fue al fútbol, sino que se llevó a sus padres, además de a su hija Cayetana. "Ella no ha ido todavía a El Molinón así que debuta aquí", comenta José Carlos en relación a la cría, visiblemente nerviosa.

En Cádiz también hay quien va al partido porque "nos han hecho el lío". A Alejandro Monge y María Gatón, onubenses que residen en la ciudad gaditana, les ha liado el gijonés Pablo Iglesias, desplazado para disfrutar del fin de semana al sol andaluz. Otros, como la también gijonesa Paula Guisasola, lo hacen más a menudo. Vive en Sevilla junto a Roberto García, sevillano y sportinguista desde que la conoció. Aunque esto último lo comparte con su beticismo de cuna. "Ya estuvimos en Granada esta temporada y no hubo suerte", dice en relación a la visita del Sporting al Nuevo Los Cármenes. Tampoco la hubo en el Nuevo Mirandilla.

De una utrerana se enamoró el gijonés Hugo Álvarez, un profesor cuyo trabajo le convirtió en un trotamundos hasta terminar en un colegio en la localidad riojana de Haro. De allí, a Cádiz, a animar al Sporting aprovechando unos días de descanso. Con él, "mi hijo Imanol y mi suegro Sebas Jiménez. A este último no lo engaño para ir al fútbol. Dice que se aburre mucho". Otros, como los marbellís Armando García, Laura Rodríguez, y sus dos hijos, Pelayo y Paula, están de celebración. "Es el cumpleaños de mi mujer", dice Armando, hijo de un vecino de L’Entrego que se fue "a trabajar a Marbella como profesor y ahí ya nací yo. Vamos a estar también en el partido ante el Málaga. A ver si vivimos un final de temporada tranquilo".

De Trevías llegaron Miguel Díez y su hija Natalia y de Gijón, Yolanda Felgueroso y Santi Cabero, que tienen previsto repetir en Castellón. Volverán a compartir cerveza con Miguel Ángel Escudero, el leonés más sportinguista, quien suma ya esta campaña "43 viajes con el equipo y espero llegar a los 49". Él y "Milinko", también presente en Cádiz, no se pierden una.

Si el fin de semana en Cádiz se vivía en torno al fútbol en clave sportinguista, los hubo que planificaron también en clave motera. Con la ciudad quemando rueda por el Gran Premio de Jerez, Christian Martínez y Pablo Tablado, de Pola de Siero, animaron al conjunto rojiblanco en el Nuevo Mirandilla antes de volcarse en ver a Márquez en lo más alto del podio. Con ellos, el gijonés Néstor Ruiz, que trabaja en Huelva y se apuntó a un plan, el futbolístico, "en el que se nota un cambio de actitud con el entrenador. Si Garitano hubiera llegado antes, a lo mejor sí que íbamos ahora como motos".

Entre los dos centenares de desplazados terminaron enfadados, más allá del resultado, fueron los miembros de la peña Nuevo Gijón-Perchera, la peña más numerosa desplazada a Cádiz. Acudieron a saludar al equipo al hotel, y se encontraron con que "solo Cote se acercó a decirnos algo. Nos metimos catorce horas en autocar. Es indignante y digno de reflexión".

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