Opinión

Gijón

Gracias eternas Marcel

Te vas, pero tu historia queda ya escrita

En la imagen de arriba, Liliana Sabou, Marcel Sabou y Mario Sabou, en la imagen de abajo, Mario Sabou y un aficionado, con las bufandas | Ángel González

En la imagen de arriba, Liliana Sabou, Marcel Sabou y Mario Sabou, en la imagen de abajo, Mario Sabou y un aficionado, con las bufandas | Ángel González / A. Menéndez

Gracias Marcel. Y a ti también Liliana. Gracias de corazón a los dos. Y a vuestros hijos. Y, en general, a la familia. Gracias a todos por ser ejemplo de vida y superación. Por abrir tantas veces como fuera necesario las puertas de vuestra casa para contar al exterior que la ELA existe –y tanto que existe– y que es un problema del primer mundo, por más que las instituciones se lo callen; por romper las barreras del periodista-entrevistado y hacerme sentir como un amigo de toda la vida; por mostrar siempre una sonrisa, aunque flaqueasen las fuerzas. Nos quedamos aquí huérfanos para siempre de ti, Marcel, vacíos de tu bondad y generosidad, tú que te has pasado los últimos años de tu vida pensando en el sufrimiento de aquellas familias que, como la tuya, se resisten. Te vas Marcel. Pero queda ya escrita tu historia.

Aquella que jamás quisiste escribir. Sufriste para escapar de esa timidez, esa que esconde una buena persona, noble, con valores, para contar al mundo que los enfermos de ELA también merecéis dignidad. Que nadie se olvide de ti. Ni de Liliana, esposa fiel, mejor madre si cabe, una persona a la altura de la bonhomía de Marcel, por eso también llevará consigo su apellido. Liliana, vaya mujer, tuvo que cerrar la actividad en el Indiana Bill, el popular parque de ocio para niños afincado desde hace décadas en Gijón. La familia tuvo que abrocharse el cinturón, economía de guerra, para contener los –enormes– gastos que exige el cuidado de un enfermo de ELA, con las mínimas ayudas que da el Estado, que hasta que sacó la Ley Ela parecía lavarse las manos, condenando no solo a los enfermos a su muerte, sino también arrastrando detrás a su familia a un sufrimiento animal. Se fue Liliana a su casa, por el Infanzón, para dar a su marido los mejores cuidados, y también para tirar de una familia. Lili derrocha tanta energía que en ocasiones hasta puede avasallar. Resulta imposible no admirarla. Es una fuerza de la naturaleza, pero demasiado humana y sensible. Liliana mucho ánimo y, sobre todo, mucha fuerza en lo que os viene. Y a ti Marcel, gracias, gracias eternas.

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