Duba despierta a última hora al Sporting en Mieres: el equipo rojiblanco vence con lo justo a un gran Caudal
Un gol en la última jugada del pingüino clasifica a los gijoneses a la siguiente ronda tras un encuentro de lo más gris

EN IMÁGENES: Gran ambiente en Mieres para el Caudal-Sporting de Copa del Rey / Luisma Murias
En el último suspiro. Cuando en Mieres aún soñaban despiertos. Cuando en Gijón regresaban los fantasmas. Ahí, cuando la eliminatoria se iba a la prórroga, apareció Dubasin. El pingüino, un futbolista que costó millón y medio al club gijonés el pasado verano y que compitió en el Hermanos Antuña por culpa de una discutida roja ante el Zaragoza que le privará con casi total seguridad de estar a disposición en Liga ante Las Palmas, marcó las diferencias para llevar a un tibio Sporting a la siguiente ronda de la Copa del Rey. El pase fue para el equipo rojiblanco, que ganó con lo justo en Mieres (0-1). Pero el orgullo –y, en ocasiones, el fútbol- lo puso el Caudal, que le hizo partido y llevó al límite a un irreconocible Sporting, plagado de reservas y canteranos. Si Borja Jiménez quería respuestas, solo se puede llevar a la boca la irrupción de un Nico Riestra que se mostró como un chico talentoso y descarado.
En los prolegómenos del partido en el Hermanos Antuña se respiraba desconcierto. Había abandonado de repente Loum el calentamiento y nadie sabía con claridad qué le había sucedido al centrocampista africano, gafado también en Copa del Rey, abandonado a su suerte desde su aterrizaje en Mareo, ni tampoco qué consecuencias iba a tener aquella imprevista desgracia para un grupo que últimamente no para de acumular jugadores en la enfermería. Obligaron las molestias del pivote africano a una decisión de urgencia a Borja Jiménez, que tuvo que virar su plan incluso antes de que comenzase la batalla en el abarrotado estadio del Caudal, con Mieres entregada a una histórica eliminatoria que para la localidad fue en todo momento una fiesta y en la que se vivió un ambiente de confraternidad.
El giro tras la lesión de Loum fue tan importante que acabó acelerando el estreno del prometedor Nico Riestra, un adolescente –de 18 años- que ha pasado en apenas una semana de brillar en el miniderbi juvenil a verse compitiendo con los mismos jugadores a los que anima cada domingo en El Molinón. La reforma alcanzó a Queipo, habitual atacante y que se vio de repente jugando en una sala de máquinas de lo más experimental junto a Manu Rodríguez y con Dubasin como enganche. Venteo y Carlos Hernández elevaron a cuatro la nómina de futbolistas de Mareo. En Mieres, en cambio, recitaban el once de Adrián González de carrerilla.
Orden mierense
Conjunto muy bien dirigido, saltaron los locales al sintético muy seguros de sí mismos, convencidos de vender cara la derrota. La ilusión del Hermanos Antuña activó aún más a un equipo organizado de abajo hacia arriba, nada cobarde pese a competir contra una institución hasta tres categorías por encima. El arranque del partido fue estruendoso, repleto de ritmo, de lo más divertido. Al ánimo de los locales también ayudó las ganas de mostrarse del chavalerío rojiblanco. En especial del dorsal 38, Nico Riestra. Extremo de los de antes, encarador y veloz, no le pesó en absoluto su estreno. En los primeros tres minutos puso hasta en dos ocasiones en jaque a Ordóñez, que aguantaba como un jabato. Fueron los minutos de mayor agobio del Sporting, que se estrelló contra un inspiradísimo Moral. El guardameta mierense se apoyó en el larguero para mantener en el alambre a un Caicedo que tampoco se redime en el torneo del k.o.
Antes Dubasin había sembrado el pánico. Pero los locales no hincaron la rodilla y el tiempo despejó el horizonte. Iba creciendo el Caudal y ya no transitaba tan rápido un Sporting desnaturalizado, cada vez más espeso. El síntoma más evidente estaba en Dubasin, primero hiperactivo, luego desconectado. Al Sporting se le bajaron los plomos a medida que crecía el Caudal. González consiguió ajustar a su equipo, que comenzó a animarse hiriendo a los gijoneses con su mejor arma: el contraataque. El atajo cogió descolocado a un equipo plagado de suplentes. Así, entre Jairo y Boza estuvieron a un paso de alcanzar la meta. Pero irrumpió Kembo. El zaguero francés se entregó para frenar al límite una acción de valor gol. Nadie se lo podía creer en Mieres. La ocasión hizo crecer la autoestima al Caudal. Al descanse el empate parecía justo.
Más colmillo del Caudal tras el descanso
La reanudación dio continuidad a lo visto en el desenlace del primer acto. Quienes mostraban más colmillo eran los de casa. Un despeje errático de Kembo sentó a Borja Jiménez en el banquillo del susto. El central remató en vez de despejar y la pelota quedó muerta en el área pequeña. Por allí apareció Elena. Su disparo se fue tan cerca que una parte del estadio vio el 1-0. La angustia fue mayor al momento que, a instancias del juez de línea, Gorka Etayo anuló un gol por fuera de juego a Agus Porto tras rematar una prolongación de Jairo.
Estaba tan grogui el Sporting en ese instante que solo se sintió capaz de asustar a Moral con una acción algo enrevesada de un Cortés tan desacertado como voluntarioso. El colombiano intentó un disparo que acabó por desviarse al larguero tras golpear en Borja. Jiménez vio que la eliminatoria estaba fea y sacó de golpe artillería: dentro Amadou, Nacho Martín y Pablo García. Los cambios no dieron a los gijoneses brillantez. Pero tuvo que ser Nico Riestra, el juvenil, quien se sacó una acción genuina de la manga. Una picadita que se fue lamiendo el poste, no tan lejos de ser gol.
Las pinceladas del “guaje” aliviaron a los fieles de la Mareona desplazados a Mieres. Con permiso de Duba, el desparpajo del chaval fuer durante muchos minutos el gran argumento ofensivo de los rojiblancos. La fatiga hizo mella a un Caudal que se esforzó durante tantos minutos en compensar con el corazón la energía que le diferencia de los profesionales, acostumbrados al lujoso Mareo. Pero tuvo que ser en la última acción, con todo el Hermanos Antuña se mordiéndose las uñas pensando en la prórroga, cuando el sueño de un Caudal honorable se esfumó. Amadou, más afilado en un puñado de minutos que un estéril Caicedo, ganó un balón perdido. Ese triunfo por arriba del senegalés acabó en los pies de un Duba que se giró sobre sí mismo para sacar un remate que se le escurrió a Morán.
La reacción fue unánime: aplausos de Mieres a su equipo. El Sporting pasa de ronda pero lo cierto es que la Copa del Rey alimenta las dudas sobre la falta de fondo de armario de un equipo ya de por sí nada holgado por la repentina aparición de las lesiones.
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