Ejercicio de resistencia del Sporting pese a la plaga de bajas: empate de mérito contra Las Palmas
El equipo rojiblanco, sin cuatro titulares, araña un punto en El Molinón ante el conjunto canario tras un partido muy disputado

Todas las IMÁGENES del Sporting-Las Palmas vivido en El Molinón / Ángel González
Con un batallón de bajas, el Sporting salió indemne. Resistió, como pudo, para arañar un meritorio empate ante todo un aspirante como es la UD Las Palmas (0-0). Si se tienen en cuenta las circunstancias, no es para nada mal botín para un equipo que hoy en día es todo autoestima. El punto estira el dulce momento que vive el conjunto gijonés (ya son 10 de 12 puntos posibles) y agranda el efecto de Borja Jiménez, capaz de hacer competir a una plantilla al límite, plagada de bajas, sin cuatro de sus mejores jugadores. Estadio que premia siempre a la gente honesta, El Molinón arrimó el hombro y apreció el enorme esfuerzo de la plantilla. La manera en la que el campo alentó a los suyos en el tiempo añadido es sin duda el mejor refuerzo para Borja y para la plantilla. En apenas un mes, la grada ha pasado de pitar a reconciliarse con su plantilla. Mientras se va recuperando gente, el mejor refuerzo es sin duda recuperar a El Molinón, de nuevo enganchado.
La plaga de bajas no fue un incordio para Borja, sino un acicate para reinventarse. Entrenador muy analítico, de laboratorio, entendió que la mejor manera de sobrellevar una pérdida tan grande como la que supone competir sin su trío ofensivo no pasaba tanto por encontrar recambios naturales, sino que lo importante en realidad era conseguir que el equipo fuese fiel a sí mismo. Quería el abulense un Sporting que mantuviese su esencia, no un conjunto experimental. Que presionase alto, valiente, pero, a la vez, que mantuviese la capacidad para contraatacar, más aún ante un conjunto que disfruta con la posesión como ha sido y sigue siendo la UD Las Palmas y al que no le importa asumir riesgos. Por eso más que Queipo o Cortés, jugadores de otro perfil y que aún no le generan seguridad, optó por colocar a Pablo García y Guille Rosas, presuntos laterales, como si fueran extremo. Kevin, mientras, se dedicó a perseguir a Iván Gil. En ocasiones estaba de lateral derecho; en otras irrumpía por dentro como un centrocampista más. Las piezas elegidas –futbolistas veloces y más físicos- resultaban claves para entender el plan de partido y, ya de paso, el libro de estilo de un entrenador a quien nadie le discute los resultados.
Y el Sporting salió en tromba, sin miedo, estimulado por las circunstancias y por El Molinón. La batalla de estilos era evidente. Buscaban los gijoneses apretar alto y salir a toda prisa. Querían los canarios todo lo contrario: crecer con balón hasta encontrar un espacio. Una batalla de ajedrez ente dos entrenadores jóvenes como son Borja y Luis García. Presionaban muy arriba los muchachos de Borja gracias a las piernas del incansable Amadou y a la capacidad de repetir esfuerzos de Pablo García y Guille Rosas.
Así, el dorsal 3, casi un punta en ataque, pero un lateral más en labores defensivas, encimó a un dormido Álex Suárez para merendarle el balón y acercarse a la guarida de Horkas. Tuvo que ser el otro central, Barcia, pretendido por el Sporting en los últimos mercados, quien enmendase el error de su socio con una corrección digna de mención. Se llevó el conjunto canario un buen susto en el cuerpo, todavía muy fríos. Pero no se achicó. Manu Fuster –primero- y, sobre todo, después Lukovic obligaron a los asturianos a remangarse. Muy clara fue la del delantero serbio. Remató a bocajarro. Frente al gol. Pero –ya saben- Yáñez se siente un gigante bajos palos. El portero tiró de reflejos y mantuvo en pie a los suyos. El estirón del conjunto canario sembró dudas en el conjunto asturiano. De golpe le entraban las dudas. Como si se sintiese huérfano de su ataque. Ya no se estiraban tan arriba Pablo y Guille Rosas. Ni tampoco encontraba a Gelabert. Amadou era un gregario, dispuesto a correrlas todas, a ayudar, pero el muchacho apenas pisaba área.
Aguantar el chaparrón
Pero el grupo supo aguantar el chaparrón. El agobio decayó a medida que Nacho Martín y, sobre todo, Justin Smith iban ganando peso en la batalla del centro del campo. Y el partido entró en periodo más gris donde decayeron las hostilidades. Desesperaba, eso sí, el criterio de Muresan Muresan, igual de errático con todos, en el foco de El Molinón, capaz de generar a malestar por igual, incluso en un partido de caballeros hasta la roja a Lukovic. El marcador al descanso era justo.
La reanudación avivó a Las Palmas y redujo a un Sporting que comenzó a sentirse vulnerable. En pleno ejercicio de resistencia –tras un centro mordido de Viti que repelió Yáñez con dificultad-, otro contratiempo: un lance dejó en el suelo mermado a Kevin Vázquez, con algún dolor muscular, necesitado de ser relevado. Con un banquillo con lo justo, Borja tiró de un chaval –Manu Rodríguez, de estreno en Liga en El Molinón- para ajustar a su equipo. El cambio obligó a unos cuantos más: Rosas regresó al lateral, Gelabert fue quien se tiró a la banda, mientras que la medular ganó a un centrocampista con la presencia del futbolista criado en la cantera del Celta de Vigo. Quien ejercía funciones de organizador era Nacho Martín. Todavía estaba adaptándose el Sporting cuando Lukovic reventó un balón contra el poste. La madera contuvo al equipo de Borja.
Y Muresan volvió a indignar a El Molinón
Luego Muresan Muresan encendió a El Molinón. No tiene ni un solo día de paz en el templo este colegiado valenciano de nacimiento y de origen rumano. Vio en directo cómo Lukovic, en un lance fortuito pero desafortunado, estrellaba sus tacos encima de Perrin, dolorido en el suelo. Con una mochila de estrés sobre sus espaldas, víctima de un pasado que aún le pesa, Muresan no vaciló: roja directa para el 25 del conjunto canario. No se lo podía creer ni Luis García ni tampoco Mossa, entrenador y asistente de Las Palmas. Pero, como sucedió aquel accidentado día ante el Albacete, el VAR le alistó de urgencia. Luis Mario Milla desde Las Rozas no apreció que el contacto del imponente delantero serbio sobre Perrin fuese suficiente como para un castigo tan severo. Muresan Muresan no tardó ni tres minutos en desautorizarse, lo que enfureció a El Molinón, estadio sin duda con memoria. Una faena para un colegiado al que cada vez que visita esta ciudad le sucede como al típico familiar pesado en la comida de Navidad. Se pasó todo el partido intentando agradar a todos y causando rechazo por igual. Quizá sin suerte; también, sin duda, sin acierto.
El Sporting pudo ganar en los minutos finales
Amadou no fue capaz de aprovechar un error grosero de Mika Marmol cuando el partido había entrado ya en un momento definitivo. Al senegalés, delantero sin duda comprometido y que no perdona esfuerzos, se le hizo de noche en el lugar donde los 9 que valen millones crecen. Cuando Marmol se escurrió, no vio una oportunidad, sino la necesidad de justificarse. La mandó al limbo.
Las Palmas, luego, intentó estirarse. Pero le faltaron fuerzas. Y sobre el final, ya en el tiempo de descuento, Guille Rosas estuvo cerca de rematar la faena. Horkas se tiró al suelo para amarrar un empate, que visto con perspectiva, no es mala cosa para un Sporting capaz de superar problemas.
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