Elisabeth Fritzl, la mujer de 42 años que acusó a su padre de encerrarla durante 24 años, violarla sistemáticamente y de tener con él siete hijos, vivió desde 1984 y hasta hace pocos días en unos 60 metros cuadrados bajo tierra con tres de sus hijos, que crecieron sin conocer la luz natural.

Tras detener al acusado, Josef Fritzl, un ingeniero jubilado de 73 años, las autoridades austríacas pudieron anoche abrir la puerta de acero escondida en el sótano y hoy continuaban las pesquisas, revelando poco a poco a la prensa los detalles del "calabozo" de las víctimas de esta terrible historia.

Así, contrariamente a las primeras versiones difundidas el domingo, se aclaró que el sótano no estaba situado directamente debajo del edificio de apartamentos de tres pisos donde Josef Fritzl y su esposa, Rosemarie (de 69 años), tienen su vivienda, sino en el jardín.

El matrimonio ocupaba los dos últimos pisos mientras que en la planta baja hay tres viviendas alquiladas, y es al final del jardín, que el propio detenido cuidaba con esmero, donde se encontraba la entrada al sótano -junto a un garaje-, que pertenecía también a los Fritzl.

Todo el complejo parece haber sido construido en la década de los sesenta, pero entretanto se hicieron algunas reformas y parece que gran parte del zulo donde vivió Elisabeth también fue "adaptado" en años posteriores, según explicó el capitán Hans-Heinz Lanze a la televisión pública austríaca ORF.

El acceso al "secreto" de Josef Fritzl estaba muy bien escondido, camuflado detrás de una estantería, a través de una "puerta de acero y cemento con un motor electrónico, que a su vez se abría mediante control remoto con un código" que aparentemente sólo conocía Josef Fritzl, precisó hoy en un comunicado la Dirección de Seguridad de Baja Austria.

Una vez abierta la puerta, un estrecho pasillo de 5 metros de largo conducía a una habitación, usada como cocina, así como baño, incluida una ducha, y otras dos habitaciones con dos camas cada una.

La vivienda, sin ventanas, sólo tenía 170 centímetros de alto, contaba con un televisor, un reproductor de vídeo y un receptor de radio, y los agentes la encontraron en un estado "cuidado".

Además, Lenze explicó que tenía instalaciones que garantizaban la renovación del aire.

No se ha confirmado que hubiese una habitación acolchada, como algunas fuentes afirmaron el domingo, y, según Lenze, los expertos deben aún confirmar hasta qué punto los gritos o ruidos podían oirse desde fuera.

En unas declaraciones a la prensa, Lenze reiteró hoy que le parecía "creíble" que Rosemarie, la madre de Elisabeth, no sospechara nada en todo este tiempo. EFE