Viena, Agencias

Tras desvelarse el espeluznante caso de Josef Fritzl y el encierro durante 24 años de su hija y tres de sus seis hijos-nietos, poco a poco comienza a saberse más sobre el pasado del «monstruo de Amstetten». Su problema mental se remonta a los años sesenta, época en que fue condenado por abusos sexuales, cumpliendo una pena de cárcel. Además, Fritzl viajó a Tailandia en 1997, tal y como demuestran unas fotos de él en bañador que han sido divulgadas por la prensa austriaca. Esto ha destapado las sospechas de que practicara turismo sexual y de que además contase con el apoyo de su esposa para mantener a su hija enclaustrada.

Por el momento, y después de que ayer compareciese ante el juez, Fritzl ingresó en prisión preventiva, donde está muy controlado por si intenta suicidarse. Además, lo que ya se daba por hecho, quedó ayer confirmado por los análisis de ADN: el técnico electricista jubilado es el padre de los seis hijos nacidos en el calabozo de Amstetten tras la violación sistemática de su hija Elisabeth. También del gemelo de uno de ellos, que murió a los tres días de nacer y cuyo cadáver incineró. Por todos estos delitos podría ser condenado a cadena perpetua.

Fritzl ha sido descrito como un hombre dinámico, pero autoritario, que escondía un vicio perverso. Según recuerdan numerosos vecinos y conocidos de Fritzl, éste siempre trataba de estar bronceado, coqueteaba con las mujeres y llamaba la atención por el exagerado cuidado de su jardín, donde se descubrió el calabozo subterráneo, que data de la época en que el Gobierno austriaco fomentó la construcción de refugios nucleares. Según los relatos de varios vecinos, Fritzl gobernaba «como un teniente general» en su casa y era muy celoso de su privacidad.

«No dejaba que su mujer Rosmarie hablara mucho tiempo con la gente, siempre insistía en que su familia permaneciese en casa», recuerda una anciana vecina. «Siempre nos llamó la atención que Fritzl trabajaba hasta altas horas de la noche en el jardín, pero nunca nos imaginamos qué es lo que estaba haciendo», agrega Karina, una joven que vive en la misma calle. La chica conoce a Lisa, una de las hijas-nietas de Fritzl, que vivía en la casa y a la que describe como «muy tranquila, pero simpática».

Gerda S., una ex compañera de trabajo de Fritzl, relata en el diario «Österreich» que éste siempre iba bien vestido, «parecía un diplomático» y que le encantaba coquetear. «Era muy vanidoso, su corbata nunca estaba mal puesta y sus zapatos siempre relucientes», señaló. «Era una tipo muy apuesto. Todas las mujeres en la empresa estaban detrás de él», añadió.

Por otro lado, la hija mayor de Elisabeth, cuya enfermedad permitió terminar con el cautiverio de su madre y sus hermanos, continúa en un estado de coma artificial. «Nuestra paciente se encuentra en un estado que amenaza su vida como resultado de una falta de oxígeno causada en algún momento entre el miércoles y el viernes, cuando ingresó», explicó uno de sus médicos. «Además de los 20 años bajo tierra, sin luz del sol, bajo estrés psicológico, hay otros factores, como la infección», añadió el facultativo.

Otros detalles conocidos de los encerrados mueven a compasión. Cuando el sábado fueron liberados por la Policía, uno de los chicos encerrados se mostró emocionado por viajar en uno de los coches que había visto por la televisión. Su madre, al ser liberada, tenía el rostro ceniciento, y el pelo, a sus 42 años, completamente blanco, como el de una anciana.