Viena, Efe

El estado de salud y su inclinación a llorar eran los criterios por los cuales el violador austriaco Josef Fritzl escogió a tres de los seis hijos que tuvo con su hija para adoptarlos junto con su esposa.

El destino de los tres niños más tranquilos fue permanecer con su madre en el sótano, sin ver la luz natural hasta ser liberados el sábado pasado.

Fritzl había subido del calabozo a tres bebés de pocos meses de edad en los años 1993, 1994 y 1997, alegando ante su familia que la hija, supuestamente desaparecida en una secta, los había depositado delante de la puerta de su casa.

Estos niños crecieron en la casa familiar como si fueran nietos y luego fueron adoptados por Fritzl y su esposa. Mientras estos menores disfrutaron de una educación ejemplar, los otros tres hermanos malvivieron en el calabozo y ahora sufren graves anomalías en la vista y la piel.