Madrid / Oviedo,

MODEM PRESS / L. Á. V.

«Es injusto, esta familia no se merece tantas desgracias seguidas», aseguraba ayer una allegada a los Esteban en el tanatorio de Daganzo de Arriba. La mujer hacía referencia no sólo al fallecimiento de Katia Esteban Casielles en la macrofiesta del Madrid Arena, sino a la muerte, en diciembre de 2010, de su madre gijonesa, Alicia, debido a un cáncer. Alicia Casielles era directiva del club de patinaje artístico de San Sebastián de los Reyes, al que sus hijas Tania, nacida en Gijón, y Katia habían pertenecido. «Katia era una chica llena de vida. Hace un mes que había cumplido los 18 años, pero ya no podrá disfrutarlos», se quejaba otra allegada.

Los restos mortales de Katia Esteban Casielles fueron incinerados ayer en el cementerio La Paz, de Tres Cantos, en la más estricta intimidad, por expreso deseo de su familia. Antes, la joven Katia fue homenajeada en el tanatorio de Daganzo de Arriba, en un acto lleno de emotividad, tristeza y rabia contenida por parte de los familiares y amigos, entre quienes se encontraba su padre, Ángel María Esteban Sanz, y su hermana Tania.

Las escenas desgarradoras de dolor se sucedieron en el tanatorio de Daganzo -donde la familia Esteban residía desde hace unos diez años- cuando el féretro fue introducido en el coche fúnebre camino del cementerio de Tres Cantos, donde el cadáver de Katia fue incinerado. La joven, que había cumplido 18 años el pasado 4 de octubre y estudiaba Bachillerato en el Instituto Fernando Lázaro Carreter, era «muy apreciada» en la localidad y destacaba porque «era muy alegre». Su familia era muy conocida, ya que, entre otras cosas, su padre, Ángel María, había sido concejal por el PSOE.

Durante todo el día fue incesante la llegada de familiares, entre los que no pudieron estar los abuelos gijoneses de Katia, Rufino Casielles y Lucinda Iglesias, que según algunos vecinos se encuentran en Orense junto a la tía de la joven fallecida, Nancy Casielles, directora de la Escuela de Idiomas de la capital gallega. Fue un cuadro con fotos que le regalaron a Katia en su cumpleaños, hace apenas un mes, el que presidió la capilla ardiente, por expreso deseo de su hermana Tania, que fue quien lo llevó hasta allí.

Pero además del dolor, la indignación, por las deficiencias de seguridad durante la macrofiesta, en la que además de Katia murieron otras dos jóvenes, Rocío Oña Pineda y Cristina Arce de la Fuente, asimismo de 18 años, también se hizo presente durante todo el día en Daganzo. En algunos momentos, se escuchó a los amigos de Katia pedir con desgarradores gritos: «¡Queremos justicia!».

«Había demasiada gente, y por sus caras muchos eran menores de edad», aseguraba Silvia, una de las chicas que acudieron al tanatorio y que estuvo en la fiesta. Silvia explicó que hasta las once de la mañana, cuando llegó a su casa, no se enteró de la tragedia y que estuvo bailando en la segunda planta del Madrid Arena hasta las seis y sólo se extrañó de que sobre las cuatro, cuando se produjo la avalancha y el tapón que acabó en tragedia, bajaron la música unos minutos.

Igualmente la hermana de Katia, Tania, ha pedido a través de los medios de comunicación que los asistentes a la fiesta envíen el resguardo de la compra de las entradas al correo «tec_01@hotmail.com» para demostrar que «en ese sitio había más personas de lo permitido». Dos amigas de Tania que en cierto modo ejercieron ayer de portavoces de la familia exigieron que se «haga justicia», porque lo que ocurrió «no puede quedar en un simple concierto más; se han roto tres familias».

Las jóvenes aseguraron que «en ese sitio», el Madrid Arena, «había más personas de lo permitido» y la seguridad del local «no cacheaba en la puerta a la gente que entraba», algo insólito, dijeron, «en un sitio donde hay 20.000 personas encerradas». Además, destacaron que la falta de vigilancia en la entrada posibilitó que se pasaran objetos grandes, «una bengala no es un petardo o un pintalabios». Las dos chicas resaltaron que dentro de la fiesta «estaba toda la gente superpegada y no se podía respirar», había «demasiada gente, el aforo no era legal, de eso estamos convencidas».

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