Tranquilo, convencido de que saldrá pronto de la cárcel porque lo único que hizo fue defenderse al disparar contra su hermano. Tomás Rodríguez Villar, «Tomasín», no se ha visto muy sorprendido por la petición de 22 años de cárcel por parte de la Fiscalía, entre otras cosas porque la fiscal del caso ya le había comunicado que le acusaría de asesinato. El próximo mes de octubre se cumplen dos años de su ingreso en prisión. La vista para decidir si se prorroga su estancia entre rejas podría celebrarse muy próxima al juicio que tendrá lugar en la Audiencia Provincial de Oviedo. La defensa, a cargo de Manuel García García-Rendueles, podría solicitar en ese momento, de nuevo, la puesta en libertad de «Tomasín», que ha reiterado su intención de no huir.

El tinetense de 44 años continúa ingresado en la enfermería de la prisión de Villabona, donde hay cerca de un centenar de presos con diferentes patologías, en muchos casos psiquiátricas. No deja de ser chocante que, mientras Tomás permanece en el área de los presos enfermos, la Fiscalía no haya tenido en cuenta atenuante alguna relacionada con el estado mental del acusado. La defensa ha indicado en alguna ocasión su convencimiento de que «Tomasín» sufre algún tipo de patología no diagnosticada y menos tratada médicamente.

El comportamiento del «ermitaño» de La Llaneza cambió tras regresar de la «mili». Se volvió más huraño, hasta el punto de terminar viviendo en condiciones difíciles de comprender en pleno siglo XXI, en una cuadra junto a sus animales. En la declaración ante la juez del caso indicó que se mantenía alejado de «los humanos» ante el temor que le despertaban. Y hace unos veinte años, un médico le diagnosticó «fobia social», sin que recibiese tratamiento alguno.

El tinetense demostró con creces sus dotes de adaptación a un medio tan hostil como el monte cuando estuvo escondido de la Guardia Civil durante cerca de dos meses, tras el homicidio de su hermano. «Tomasín» mantuvo en jaque a los 40 integrantes del operativo que se desarrolló en el monte de Caborno y las peñas de Buscablos. La «operación Altasierra» obtuvo finalmente su fruto, pero sólo después de que los agentes pusiesen todo tipo de «trampas» a «Tomasín», como encerrarle los caballos.

En el juicio saldrán sin duda a colación los supuestos malos tratos a los que, según la defensa, habría sometido la víctima del crimen a «Tomasín» en los últimos años. Estos malos tratos explicarían que reaccionase tan violentamente cuando Manuel Rodríguez Villar acudió a su cabaña e intentó entrar a golpes en la misma, momento en el que el acusado disparó su carabina con los efectos mortales conocidos.

Otro de los puntos controvertidos es el presunto delito de tenencia ilícita de armas. Para la defensa, la carabina de «Tomasín» no puede recibir siquiera ese nombre. El arma tenía por gatillo una cuerda y sólo podía lanzar perdigones. De hecho, los proyectiles que mataron a Manuel Rodríguez Villar fueron una posta de un cartucho del 12 y un perdigón que elaboró el propio «Tomasín» fundiendo un alambre. El informe de la Guardia Civil indica sin embargo que el arma era perfectamente capaz de disparar. El acusado carecía de licencia de armas, motivo por el que se le piden dos años de prisión.

«Tomasín» se ha adaptado finalmente a la vida carcelaria, con unas rutinas que a buen seguro fueron muy difíciles de digerir para una persona como él. En la cárcel se ha mantenido lo más cerca posible de la naturaleza y participa en el cuidado del huerto de la prisión. Parece no querer nada con su familia. De hecho, cuando murió su padre, declinó salir de cárcel para acudir a su funeral.