El sacerdote mierense Silverio Cerra Suárez, de 76 años, apareció muerto ayer en las proximidades de las capillas del Monsacro, en el concejo de Morcín. Profesor de Filosofía en el Seminario de Oviedo, llevaba desaparecido desde el pasado viernes. En su última comunicación telefónica con un familiar, el mismo viernes a las seis y media de la tarde, apuntó que se encontraba visitando este populoso enclave, de fácil acceso y, por tanto, muy concurrido por montañeros. Las primeras investigaciones realizadas por la Guardia Civil apuntan a que en el momento de emprender el descenso Silverio Cerra pudo sentirse indispuesto o tropezar, cayendo por una zona escarpada y con mucha pendiente. Un pequeño barranco de unos 30 metros de altura, salpicado de rocas.

Lo que todo indica que fue un trágico accidente adquirió ayer un matiz especialmente funesto, ya que Silverio Cerra debería haber estado, justo en el momento en que fue hallado sin vida, en la parroquia mierense de Valdecuna, donde iba a ser homenajeado por sus cincuenta años de sacerdocio. La cita era a la una de la tarde, la hora exacta en que fue encontrado su cadáver. Se ofició una misa sabiendo los presentes que estaba desaparecido. Al término del oficio todos fueron informados del fatal desenlace.

Los familiares de Silverio Cerra informaron ayer al centro regional de emergencias de la desaparición del religioso. La llamada se produjo pasadas las diez de la mañana, siempre según los portavoces del servicio. Rápidamente se movilizó al grupo de rescate del SEPA, que activó a uno de sus equipos a bordo del helicóptero medicalizado de bomberos. El grupo de montaña de la Guardia Civil (GREIM) de Mieres también se sumó de inmediato a la búsqueda, que desde un primer momento se focalizó en el Monsacro. Poco antes de la doce del mediodía fue localizado el coche del sacerdote. Se encontraba en La Collada, el punto de salida de la senda más frecuentada que lleva hasta las ermitas de la Magdalena y de Santiago, ambas del siglo XII. Los equipos de rescate no tardaron en encontrar el cuerpo de Silverio Cerra. Los portavoces del servicio regional de emergencias explicaron ayer que el sacerdote fue hallado sin vida no muy lejos de las capillas. El terreno por el que cayó tiene una pendiente de aproximadamente un 70 por ciento, lo que dificultó al acceso de los rescatadores. Fue necesario el helicóptero para acceder al cadáver. Tras varias operaciones de grúa, en las que fue necesario desplegar unos 30 metros de cable, el cuerpo del sacerdote fue recuperado y trasladado al Hospital Central de Asturias.

Silverio Cerra celebraba este año sus cincuenta años de sacerdocio. De hecho, la parroquia mierense de Valdecuna, donde ofició su primera misa en 1964, tenía previsto homenajearle ayer mismo, acto que fue golpeado por la fatal noticia. El párroco local, Manuel Roces, amigo personal del fallecido, reconoció haber pasado uno de los peores momentos de su vida: "Por la mañana los familiares nos informaron de que Silverio estaba desaparecido, pero no había tiempo para suspender la misa". El cura de Valdecuna, a la hora de la misa, explicó a los presentes lo que estaba sucediendo. A continuación ofició el culto: "Fue duro, un mal trago, ya que esperábamos lo peor". Al término de la homilía se supo que Silverio Cerra había sido encontrado sin vida. Al final, sin que nadie se lo esperara, la celebración se convirtió en un homenaje póstumo.

Silverio Cerra nació el 16 de marzo de 1938, en plena Guerra Civil, en la localidad de Otura, en Morcín. Con pocos meses de vida su familia se trasladó a Canga, un pueblo de la zona alta del valle de Cuna de y Cenera, en Mieres. Su padre era minero y él estudio primero en la escuela del pueblo y luego en el colegio de Ujo, para seguir con su formación ya en el Seminario. La labor como profesor de Filosofía la compaginó con sus inquietudes literarias, siempre vinculadas a temas religiosos. Firmó varias publicaciones, entre ellas "Juan Pablo II, peregrino en Asturias" y "San Melchor de Quirós". En 1992 fue pregonero de la romería de Los Mártires de Insierto, regresando así al valle que lo vio crecer. En los meses posteriores escribió "San Cosme y San Damián, mártires de Cuna", libro editado posteriormente por la parroquia de Santa María de Valdecuna.