Van camino de ser las estafadoras más nombradas de Asturias. Dos mujeres de Gijón, la octogenaria Justina C. I., y su hija Ana Belén O. C., de 43 años, han vuelto a ser detenidas por la Policía acusadas de dejar impagos por valor de más de 1.000 euros a un confitero de Lugones. Hace un año fueron sus "pufos" en distintos establecimientos hosteleros gijoneses, por valor de 6.000 euros, los que las llevaron ante la policía y los que permitieron destapar una cadena de estafas de menor cuantía, muchas de ellas ni siquiera denunciadas, cometidas en más de una decena de comercios de la ciudad; ahora sus fechorías tienen damnificados en el concejo de Siero.

"Caí como un pinín, como se suele decir. Pero son muy hábiles y es bueno que se sepa lo que hacen porque igual puedo evitar que engañen a otros", confiesa José Álvarez González, dueño de la confitería Josbel. Resignado a no recuperar el dinero, su máximo interés ahora es que "no caigan otros perjudicados".

Fue en las primeras semanas de septiembre cuando en la confitería de Lugones se recibieron "varias llamadas de una señora que me decía que quería hacerme pedidos para Gijón. Me insistió en que tenía muy buenas referencias nuestras", explica el empresario. Ante la repetición de llamadas, José Álvarez se desplazó hasta Gijón, a un piso en la calle Felipe Menéndez -en el barrio del Carmen-. Cuando llamó a la vivienda una mujer joven le dijo "que era la asistenta, y que tenía que esperar un poco a que llegara la señora, porque había salido". Cuando pudo acceder a la casa se dio rienda suelta al engaño.

"Era un buen piso, se notaba, y lo mismo la señora, que me dijo que se llamaba Sara, que la asistenta eran muy amables, todo correctísimo. La mujer mayor me explicó que su anterior proveedor se había jubilado y que buscaban a otro de confianza", cuenta. Extremadamente educadas en las formas y con la aparente solvencia que daba la presencia de la anciana, el confitero bajó la guardia. Así fue como acordaron que le harían pedidos dos veces a la semana, para servicio a domicilio, y que dado que la mujer cobraba su pensión a finales de mes, el abono de los encargos acumulados se haría el día 25 de cada mes.

Según la fabulación de la pareja, en muchos aspectos coincidente con las historias que las hicieron conocidas en Gijón hace casi un año, la mujer tenía una hija viviendo en Madrid y una buena posición económica que dista mucho de ser real. "Hasta la hija, haciéndose pasar por la asistenta, me decía que la señora era muy formal y no me preocupara del pago", recuerda José Álvarez.

El día 13 de septiembre de Lugones salió el primer pedido y al poco ya se había duplicado. "Llegué a ir cuatro veces a la semana a llevarles mercancía", afirma el confitero, que en cada visita entregaba un albarán a sus clientas. "Pastas, empanadas, todo tipo de bollería, empanadillas, pasteles, casadiellas, tartas de manzana... Pedían a todo tren", relata. Como además de una confitería en Lugones José Álvarez tiene una cafetería familiar en Oviedo también recibió encargos de "bocadillos de carne, de tortilla, sandwiches... hasta leche me pedían, y yo paraba a comprarla para llevársela", expone. De ahí que la factura acumulada ronde los mil euros "y seguro que 500 más en gasolina", dice el afectado.

Pero el día 25 empezaron las excusas. "Que si el contable de la señora estaba muy ajetreado, que no había tenido tiempo de supervisar las cuentas, y lo que más me hizo sospechar fue que la mujer me dijera que en un albarán me había olvidado de meter tres bollos". Todo para demorar los pagos. "Empiezo a sentirme engañado y ellas empiezan a reprocharme la desconfianza", recuerda Álvarez. Ante el acoso del proveedor para que le pusiera en contacto con el contable la mujer llegó a amenazar con denunciarle. "Me dijo que estaba enferma del corazón y que ya le había dicho el médico que si le pasaba algo sería por mi culpa", cuenta José Álvarez. Con la mosca detrás de la oreja, al final fue su hija la que le puso sobre aviso de que "le habían dicho que había dos por Gijón que habían timado a varios hosteleros". Una búsqueda en internet sirvió para reconocer a la "señora Sara y a su asistenta", como las dos estafadoras detenidas en Gijón en 2013. Y el engaño acabó con el final del mes.

"Caí como un tonto, pero son muy hábiles. Hasta me regalaron un cuadro de un pintor gijonés; supongo que ese también se lo deberán a alguien. Y después de llevarles los pedidos a Gijón la señora Sara me decía que se quedaba más tranquila si le llamaba para decirle que había llegado bien a Lugones", relata.

Al menos José Álvarez sabe que ya ha podido evitar otra estafa porque un día que él estaba precisamente en Comisaría a su negocio llamaron de una empresa de cátering buscando referencias de unas mujeres que querían hacer pedidos a domicilio. "Por lo visto habían llevado un albarán de los míos para justificar los encargos, y el de la empresa se fijó en el nombre y nos llamó. Así que le pusimos en alerta".