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La tragedia golpea a la hija de "La Chata" y "El Diablo"

La madre de las niñas asesinadas, de una familia muy conocida de Cudillero, se vio desbordada por los problemas económicos

Un vecino, pasando ayer por delante de la casa familiar de Bárbara García, en Tolombreo. ANA M. SERRANO

La madre de las niñas asesinadas por su padre creció en una familia muy conocida de Cudillero. Era la penúltima de ocho hermano del matrimonio que formaron María de los Ángeles Martínez, "La Chata" (que hizo trabajos de practicante), y Antón García, "El Diablo", marinero. Sus padres, ambos de la capital del concejo, fallecieron hace años dejando en herencia la casa del barrio de Tolombreo (la zona alta de Cudillero) donde creció Bárbara García Martínez (actualmente afincada en Soto del Barco) y a la que se trasladaron cuando la economía fue mejor y esta familia numerosa pudo dejar un piso de La Reguera. La vivienda de Tolombredo está en la actualidad alquilada, según los vecinos, y de ella cuelga un gran cartel con un anuncio de venta.

En Cudillero, saben más bien poco de la vida actual de Bárbara García porque dejó de visitar la villa pixueta hace unos ocho años, al fallecer su madre. Fue en Novellana donde estableció su primera residencia con José Ignacio Bilbao Aizpurúa, más conocido en la zona como "Iñaki el Vasco", un hombre separado de su primera esposa que llegó a Asturias en busca de trabajo y con el dinero de dos pisos que había vendido en Bilbao, según cuentan en el pueblo.

En la vivienda unifamiliar de Novellana, hecha por una constructora durante la época del boom inmobiliario, vivieron algo más de dos años. En los primeros meses de vida en este pueblo cudillerense (entre 2003 o 2004) ninguno de los miembros del a pareja tenía trabajo y la relación con los vecinos era más bien poca.

Pronto empezaron los problemas económicos. Cuando vendieron el chalé de Novellana, Barbara García estaba embarazada de su segunda hija, Sara. "Al parecer, la exesposa de Iñaki le denunció porque registró la vivienda a nombre de Bárbara para que no pudiera reclamar nada", indicaron ayer en Novellana. Durante ese tiempo alquilaron un bar en el vecino pueblo de Piñera, el "Casa Maribel". Pero el negocio les duró poco. En enero de 2005 firmaron el contrato que les hacía regentes. Nueve meses después, echaron el cierre por las deudas y el impago de algunas facturas de luz, agua y teléfono, además de algunas cuotas a la Seguridad Social, siempre según la versión de los vecinos de Novellana y Piñera.

"Él era un hombre taciturno. Hablaba poco", dicen los que compartieron vida con la pareja en Novellana. Todos prefieren mantener el anonimato. José Ignacio Bilbao solía ir al bar del pueblo a comprar puros. "Hablaba poco". Bárbara García "siempre se mostró más dialogante que él, pero tampoco llegó a hacer aquí grandes amistades". Tras esta experiencia, se trasladó a Soto del Barco con su pareja, con la que no llegó a casarse.

La mujer es muy conocida en Cudillero porque lo es su familia, y especialmente sus padres fallecidos y sus hermanos mayores. "En el Tolombredo estamos temblando", indicó ayer una vecina de este barrio alto de Cudillero, donde se agrupan numerosas casas de campo y chalés. "No nos lo creemos", añadía. José Díaz, también vecino de Tolombredo se enteró de la desgracia de la familia vecina por los medios de comunicación. "No damos crédito. Nos parece una película".

En Cudillero capital, la noticia corrió como la pólvora y ayer por mañana era fácil escuchar a los vecinos de la villa hablar en corros del trágico suceso. "Estamos desolados, nunca esperas que pase esto a una familia de aquí", indicó Flor, madrina de uno de los hermanos de Bárbara y vecina de la villa. Un familiar aseguró ayer que la pareja nunca se comportó de forma extraña durante las reuniones familiar y que el infancitida siempre se mostró "correcto". "Estamos tan asustados como los demás, nunca pudimos imaginar algo así de Iñaki". El cuerpo del hombre fue hallado en la antigua carretera 632. Tras matar a sus hijas en San Juan de la Arena, se dirigió al viaducto de la Concha de Artedo de la Autovía del Cantábrico, de 120 metros de altura. Dejó las luces del coche encendidas y la puerta abierta y se tiró al vacío. Un vecino que circulaba con su coche por el viaducto avisó a la Guardia Civil de la extraña posición del vehículo.

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