Un vecino de la parroquia sierense de Valdesoto, de unos 70 años de edad y cuya identidad responde a las iniciales M. G. R., fue ayer trasladado al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) con una herida de bala autoinfligida en la cabeza. Una herida, en todo caso, que no impidió al hombre entrar en un bar y pedir una copa antes de que otro cliente le desarmase y fuese atendido por los servicios sanitarios.

Según testigos presenciales, el hombre entró en el establecimiento en torno a las 18.30 horas de ayer y su comportamiento parecía normal. "Le serví un cacharro y vi que tenía una herida en la cabeza, pero pensé que se había caído por las escaleras, que es algo que ya le había pasado otra vez", comenta el propietario del establecimiento. M. G. R. cogió entonces su copa y se sentó. Acto seguido, le preguntaron por su herida y contestó que se había pegado un tiro. Como los parroquianos no le creían, M. G. R. insistió. "Sí, me pegué un tiro, pero no me voy a curar porque mañana me voy a matar", sentenció el hombre.

Pese a la rotundidad de sus palabras, los parroquianos aún no creían las palabras de M. G. R., lo que le llevó a invitar a un conocido a acompañarle a un aparcamiento próximo al establecimiento hostelero, donde tenía aparcado su coche. Una vez allí, el herido sacó una pistola y se introdujo el cañón en la boca. Su acompañante, no obstante, logró quitarle el arma y alertó a otros parroquianos, que le ayudaron a reducir al hombre.

Estos clientes del establecimiento comprobaron entonces que la herida de la cabeza era efectivamente de bala y presentaba orificio de salida, aunque parecía superficial. Acto seguido, avisaron a la Guardia Civil y al Servicio de Atención Médica de Urgencia (SAMU). De inmediato se desplazaron a la zona una patrulla de la Benemérita y una ambulancia. Tras atender al herido in situ, los sanitarios le trasladaron al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

La noticia se extendió rápidamente por toda la parroquia de Valdesoto, donde M. G. R. es muy conocido por su pasado sindical, toda vez que fue uno de los trabajadores de Duro Felguera que, en 1997, completaron un encierro de 318 días en la torre de la catedral de Oviedo para reclamar al Principado su recolocación en empresas públicas tras ser despedidos de la metalúrgica. Aunque el presunto intento de suicidio de este hombre ha sorprendido a sus conocidos, se apunta al fallecimiento de su madre, hace un año, como posible causa.