"Siempre me cuidó muy bien y fue bueno conmigo, no entiendo qué le pasó, se le cruzaron los cables". María Iglesias, la anciana que sufrió una agresión por parte de su cuidador, Constantino Arango Rodríguez, quien después degolló a su mujer y se quitó la vida el pasado domingo en Pravia, trata de buscar una explicación a lo sucedido mientras se recupera de las heridas sufridas por el brutal ataque. Iglesias, de 89 años, tiene aún el miedo en el cuerpo, pero recarga energía para superar el trance en compañía de sus sobrinos en Prahúa. No para de pensar en que tiene que limpiar toda la sangre de la casa.

La mujer recuerda que ya había claridad del amanecer cuando Arango entró en su casa con la excusa de darle una manzanilla, ya que el sábado se encontraba revuelta por haber ido al tanatorio para dar el pésame por una amiga. "Me preguntó que cómo estaba y que si me había tomado las pastillas, probó la manzanilla primero y después me la bebí yo. Luego llevó la taza a la cocina, fue raro porque normalmente la dejaba donde la zapatera", explica. En ese momento, Iglesias, que estaba tumbada en la cama, sospechó que algo extraño estaba ocurriendo. Y así fue: "En una de estas siento un golpe y lo veo echado encima de la cama".

Ahí empezó el forcejeo. Según el relato de la mujer, Arango trató de ahogarla con una colcha de ganchillo. "Me echaba la colcha encima de la cara y pesaba y yo le dije: 'Tino, ¿qué te pasa? que me afuegas', y cuanto más se lo decía más apretaba", recuerda. Iglesias dice que ella "berreaba" pero que Arango no dijo ni una palabra durante la agresión. De hecho, tiene diversos hematomas en el cuello producto del esfuerzo de Arango por asfixiarla: "Me buscaba la boca y me cogía las manos para que no me moviera", añade.

Ante la resistencia de la mujer, el agresor cogió una lámpara de bronce de la mesita de noche y le asestó varios golpes en la cabeza y los brazos que la dejaron inconsciente. "Me tenía empozada", detalla. Tras la agresión, y seguramente con la idea de que la había matado, cree ella, Arango abandonó el piso. Poco a poco, María fue recuperando la consciencia y sus ganas de vivir le hicieron actuar rápidamente: "Fui sacando la cara fuera de la cama para respirar", describe la mujer.

Así fue cómo logró levantarse y salir al pasillo del edificio en busca de ayuda. Pidió auxilio y una vecina salió de casa. Rápidamente llamaron al 112 para avisar de la agresión y también a su sobrino, José Belarmino Rego. Iglesias fue trasladada al centro de salud de Pravia, donde le curaron las heridas que presentaba en la cabeza, torso y brazos. "La Guardia Civil y los médicos fueron maravillosos, me trataron de lo mejor", sostiene.

La víctima tiene claro que Arango quería acabar con su vida: "El cabrón bajó a matame, no me mató de milagro", asegura. Y piensa que el móvil del intento de homicio está en relación con su herencia. Aunque lo cierto es que le iba a dejar todo su patrimonio y Arango ya constaba como titular en sus cuentas bancarias y tenía guardados alrededor de 10.000 de la mujer, en sobres, en una caja fuerte desde hace dos o tres semanas. "Aún lo estoy viendo con los sobres en la mano decirme 'bastante ahorraste y bastante trabajaste' y la verdad es que fui muy ahorradora".

Iglesias reconoce que durante la última semana notó que algo raro le pasaba a Arango, quien la cuidaba desde hacía siete años, cuando murió su único hijo. Como le conocía muy bien, le preguntó en varias ocasiones si le pasaba algo. "Algo tienes Tino, no eres lo que eras", le dijo. Pero Arango siempre le dio negativas y evadió el tema. Ahora, la mujer piensa que su cuidador ya tenía planeado el ataque de la madrugada del domingo.

Lo que no se explica es por qué mató también a su mujer, Felicidade Rosa Plácido, de origen portugués. "Ella era buenísima, yo creo que lo reñiría y ahí empezó todo", opina. En ese sentido, descarta que Plácido tuviera conocimiento de los planes de su marido, aunque se trata de un punto que probablemente nunca se pueda resolver. "Siento mucho lo que yo tengo, que no puedo moverme de los dolores, pero me acuerdo mucho de ella y de la nena, que vive fuera. Me da mucha pena de la nena, cuando venía siempre iba a verme y yo le daba algo".

El susto en el cuerpo no se lo quitó durante todo el domingo. A última hora de la noche, su sobrino la llevó al Hospital San Agustín de Avilés con un cuadro de ansiedad. Ayer, sin embargo, se mostraba recuperada y con energías renovadas. Tanto que tiene pensado regresar a su casa de la calle Príncipe y ya está agobiada pensando en toda la sangre que tiene que limpiar. "Ahora vendré algo más por aquí", dice en referencia a la casa de sus sobrinos políticos en Prahúa, quienes aún no dan crédito al siniestro ataque. "Ahora iremos a la caja a ver si él tocó algo de las cuentas y si hubo algún movimiento", declara José Belarmino Rego.