Hubo lágrimas, abrazos, pésames y, además, minutos de recogimiento y soledad compartida. Hasta ayer por la tarde los tres hijos de Mari Flor González González, la mujer de 71 años que falleció el pasado día 16 tras el derrumbe de un edificio en Tenerife, no habían tenido la oportunidad de recordar en común a la madre fallecida. Flor, Pedro y Silvia García González se encerraron en la sala 5 durante unos minutos después de que hubieran dado las cinco de la tarde. Los amigos, mientras tanto, esperaban en los pasillos del tanatorio avilesino. Mari Flor González González fue, desde luego, una mujer muy querida en la ciudad.

Los restos mortales de la vecina del barrio del Quirinal, aunque natural de El Escamplero, habían llegado a Asturias a bordo de un avión comercial que aterrizó en Asturias a primera hora de la mañana. Sin embargo, no estaba previsto abrir la capilla ardiente hasta la media tarde. Muchos vecinos y amigos aguardaban la llegada de la familia más directa de Manolita -así era conocida en Las Regueras- para tratar de recomponer su memoria y su sonrisa.

El funeral por Mari Flor se celebrará esta tarde a partir de las seis, en la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery, en el barrio de Sabugo. Posteriormente, sus restos mortales serán trasladados, precisamente a a Venta del Escamplero, su lugar de origen.

En Tenerife, el deseo del Cabildo de realizar un funeral oficial por las víctimas ha tenido que retrasarse hasta la próxima semana debido a las dificultades en la identificación de varios cuerpos. Los vecinos de Los Cristianos rindieron homenaje a los fallecidos el lunes. Las familias, miembros del operativo de rescate, así como la Corporación de Arona, alcaldes de otros municipios, consejeros del Cabildo y otras autoridades presidieron el acto.

Manolita era vecina del barrio avilesino del Quirinal. Se había quedado viuda hacía once años. Aparte de a sus tres hijos deja una nieta. Comenzó a pasar los inviernos en Tenerife hace ocho años, según explicó su hija Silvia. A finales del mes de octubre se trasladó a Los Cristianos, donde pasaba largas temporadas sola o en compañía de unas amigas, también de Avilés. En la localidad canaria había hecho amigas con las que pasaba los inviernos y las primaveras. Tenía previsto, de hecho, regresar a la villa a primeros de junio.