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ANÍBAL NIETO | Obispo de San Jacinto de Yaguachí (Ecuador) con raíces avilesinas

"La situación es durísima tras el terremoto; generó mucho nerviosismo"

"Tenemos a la gente distribuida en albergues; desde el clero nos estamos movilizando para proveer a la población de agua, que escasea"

Aníbal Nieto, en una visita a Asturias. MIKI LÓPEZ

El Obispo de San Jacinto de Yaguachí, Aníbal Nieto Guerra nació en un pueblo de Zamora, Fermosella, y con tres años se trasladó a Avilés con sus padres donde nacieron el resto de sus hermanos. Su padre trabajó muchos años en Ensidesa. Muy joven se trasladó a Ecuador, donde ya lleva 42 años. Toda su vida transcurrió en Guayaquil, con excepción de el tiempo que estuvo en Sucumbíosy Quito. En el año 2009, y tras haber sido anteriormente obispo auxiliar de la archidiócesis de Guayaquil, el papa Benedicto XVI instituyó la diócesis de San Jacinto de Yaguachí y nombró a Nieto su obispo. El terremoto que ha devastado parte de la zona costera de Ecuador, marca un antes y un después en su vida en este país que tanto quiere.

-¿Cómo vivió los momentos posteriores al terremoto?

-Llevo aquí 40 años y jamás viví algo semejante. La situación es indescriptible, durísima. Casi medio millar de muertos y más de 4.000 heridos. Cientos de casas derrumbadas, seres humanos bajo los escombros. El panorama en Esmeraldas es desolador.

-¿Cómo afectó a su diócesis?

-San Jacinto está a tres horas de lo que fue el epicentro. Aquí el seísmo no fue tan destructor pero lo que si ha provocado es inseguridad. Hay muchas casitas de caña en torno de los ríos y al menos unas 80 se desplomaron. Tenemos a la gente distribuida en diversos albergues. En estos días el clero nos estamos movilizando para hacer campañas de recogida de ropa, alimentos no perecederos y sobre todo agua, que es lo que más escasea. Hemos hecho un llamamiento para que como Iglesia nos unamos en esta catástrofe para conseguir víveres e incluso hasta juguetes para los niños que están en los refugios.

-¿Están llegando con rapidez las ayudas internacionales?

-Sí, están llegando las primeras ayudas pero todo es poco en proporción a esta tragedia que vive hoy Ecuador. Hay mucho nerviosismo, mucha inseguridad. Ayer dos camiones que venían con víveres a Puerto Viejo, uno de los lugares más afectados por el terremoto, fueron asaltados por ladrones. Estamos viviendo un momento de mucho dolor y mucha tristeza.

-Ha destacado usted la solidaridad del pueblo ecuatoriano desde siempre, no solo ahora...

-Es cierto. El ecuatoriano es generoso. Todos, hasta los más pobres, traen su bolsita de comida para ayudar a quien lo necesita, todavía, más que ellos. Esto es lo que enamora del pueblo ecuatoriano, su solidaridad, que ya digo, empieza por los más pobres. Los ecuatorianos son serviciales, generosos y tienen un alto grado de espiritualidad, llevan dentro el amor a Dios y a la Virgen María. Eso es lo que hace que te enamores de esta gente, porque te hacen vivir la verdadera fe, son muy solidarios. Por ejemplo, o alguien muere y no hay dinero para poder enterrarle y van de casa en casa pidiendo. Uno deja un dolarito, otro medio dolarito, y así apoyan a la familia. Esa admirable sensibilidad por los demás, es lo que tienen los ecuatorianos".

-Ha pasado toda su vida en Ecuador...

-Sí. Yo soy religioso carmelita y vine de misionero. Toda mi vida se ha desarrollado en la costa. Estuve cinco años en Quito y el resto en Guayaquil. Trabajé muchos años en un dispensario, ayudando a la gente pobre junto con un grupo grande de laicos comprometidos. Estuve también cinco años de obispo auxiliar en Guayaquil y luego el Santo Padre Benedicto XVI creó la nueva diócesis desmembrada de Guayaquil, que es esta. Mi diócesis es eminentemente rural, aquí se da el mejor cacao, la caña de azúcar, toda clase de verduras. En Durán tenemos una población de 600.000 habitantes, toda gente sencilla, muchos incluso van a trabajar a Guayaquil por eso la llaman ciudad dormitorio. La última parroquia aquí en Durán es una zona muy pobre, con una población muy religiosa pero también con problemas, es un lugar conflictivo por culpa del tema de la droga.

-¿Tienen algún proyecto par esta zona?

-Estamos allí con ellos, como Iglesia. Estamos presentes porque hay que estar donde se nos necesita. Allí están tres padres italianos para un parroquia de 40.000 habitantes. Monseñor Iceta, el obispo de Bilbao, que nos visitó hace tiempo, se comprometió a ayudarnos para construir la iglesia, la casa de los sacerdotes y también un local para la catequesis y para realizar obras de ayuda social. Es un lugar muy hermoso para trabajar. También están allí cuatro monjas italianas.

-¿Cuál es su mensaje al mundo ante los momentos dramáticos que está viviendo el pueblo ecuatoriano?

-Este seísmo ha movilizado al mundo entero para ser de nuevo solidario. Las escenas tan fuertes que estamos viendo por televisión no nos pueden dejar indiferentes. Pensar que carecen de todo... ni siquiera tienen agua limpia. El llamamiento que hago a todos mis hermanos españoles y al mundo entero es que no se olviden de seguir ayudando y aún más en tan durísimos momentos. Estos países de por sí siempre han estado necesitados. Dios vuelve a tocar el corazón de todos nosotros y nos recuerda que hay que ser sensibles ante el dolor humano. Esto nos hace tomar aún más conciencia de que hay que ser más solidario y pensar un poco más en los demás.

-¿Echa algo de menos de Asturias, de España?

-Asturias es una tierra encantadora, como su gente. Lo que uno más extraña, por ejemplo, son las comidas. También el paisaje, la limpieza, la vida tranquila, el ver a los españoles paseando tranquilamente por sus ciudades una tarde. Eso aquí no lo podemos vivir porque nuestro ritmo de trabajo es muy fuerte. Desde la seis de la mañana no hacemos otra cosa que trabajar. Se extraña que ahí hay de todo, lo contrario que sucede aquí, es un contraste muy grande. Pero lo que sí tenemos es la solidaridad de la gente, su amor, su cariño y el ejemplo de que, incluso los más pobres entre los pobres, dan lo poco que tienen, y es un valor muy grande.

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