Un avión ruso, con 92 personas a bordo, se estrelló ayer en aguas del mar Negro minutos después de que despegara en dirección a Siria. En la aeronave, perteneciente al Ministerio de Defensa, viajaban militares, nueve periodistas y 64 integrantes del coro Alexándrov del Ejército Rojo que iban animar la celebración de Año Nuevo en la base aérea siria de Jmeimim, donde Rusia tiene desplegada una agrupación de aviones de guerra. Horas después del suceso se iniciaron las labores de búsqueda, pero no se encontró ningún superviviente.

El avión, un trirreactor con capacidad para hasta 180 pasajeros, procedía de Moscú y había hecho escala para repostar combustible en el aeropuerto de Sochi, desde donde despegó a las 05.20 hora local. Minutos después, el aparato se precipitó al mar sin que sus tripulantes hubiesen dado aviso a la torre de control de alguna emergencia. Numerosos barcos, helicópteros y drones participaron en las labores de búsqueda, que se llevaron a cabo en un área de 10 kilómetros cuadrados frente la costa de Sochi. El presidente de Rusia, Vladímir Putin, decretó para hoy un día de luto en memoria de las víctimas. De momento, las autoridades no han adelantado versiones sobre las posible causas del accidente, aunque especialistas se inclinan por la hipótesis de que se produjo por un problema mecánico. "Puede haber sido un factor técnico. No creo que haya sido un fallo humano, porque el avión estaba ascendiendo", aseguró Magomed Tolboev, un prestigioso piloto de pruebas ruso. En su opinión, debido a las características del accidente, los ocupantes no tenían ninguna posibilidad de salvarse. Fuentes militares descartan que haya sido un atentado terrorista.