Joaquín Bastián Lavandera, el maliayés de 85 años asesinado en Ciudad Caribia (Venezuela) para robarle un televisor y un kilo de arroz, ya está enterrado en el cementerio del Este de Caracas, según confirmó ayer su hija Carolina Bastián, que reside con su hijo en Gijón desde hace doce años. La mujer no podía esconder ayer el dolor por el horroroso final que tuvo su padre, asfixiado en la noche del domingo tras ser atado con cables de televisión. "Es indignante la crueldad con la que le mataron, lo que le hicieron para la porquería que se llevaron", indicó esta mujer, que decidió instalarse en España ante el cariz que tomaban las cosas en Venezuela. "La delincuencia está desatada. No tienen piedad. Te matan por unos zapatos nuevos, por un teléfono móvil", aseguró.

Bastián Lavandera era natural del bonito pueblo de Candanal, donde aún le quedan primos y otros familiares. Marchó a Venezuela con 20 años. Allí estaban sus padres, que terminaron regresando a Asturias. Bastián trabajó primero en una empresa metalúrgica y luego en un taller electromecánico. Se casó dos veces. Primero con una española, con la que tuvo cuatro hijos, entre ellos la que reside en Gijón. Con la segunda tuvo tres, uno de ellos asesinado. Esta mujer estaba embarazada de su tercer hijo cuando, a finales de los años ochenta, Joaquín Bastián decidió regresar a Asturias. Sus padres ya habían fallecido y lo vendió todo allá. Pero en Asturias no le fue bien y al año volvió a Venezuela. A Ciudad Caribia, una urbanización de viviendas de interés social, llegó en 2011, después de que le concediesen un apartamento. "Vivía solo, aunque mis hermanos iban a visitarlo los fines de semana. Yo le decía: 'Nunca digas que tienes una hija en España, porque corres gran peligro'. Hablamos el viernes, porque necesitaba dinero, no tenía comida. Se lo mandé el lunes", comentó su hija. "Le mandé un celular, pero se lo robaron", añadió esta mujer. "Lo que más me duele es que no pude ir a despedirme de mi padre", dijo, emocionada. Ahora, lo único que espera es que atrapen a quienes mataron a su padre, algo extremadamente difícil en "un país donde las cosas quedan sin resolver".