Evencio Asenjo, profesor de la Escuela Española de Esquí "Leitariegos" sabe perfectamente lo que es un lago helado. Acompañó a LA NUEVA ESPAÑA a la laguna de Arbás, unos 600 metros cuadrados de agua helada con la que hay que tener cuidado.

"Andar caminando por ella es un peligro. Hay zonas donde puede haber ocho metros de profundidad. Y aquí sube la gente con niños y con trineos", dice Jesús Matías. "Hemos llegado a ver a familias comiendo en medio del lago, con mesa y sillas", añade Evencio Asenjo.

La laguna lleva helada desde noviembre, cuando a mediados de mes las montañas que la circundan impiden ya que le dé el sol. "Ni un rayo hasta el día de Reyes", dicen. El mejor regalo en fecha tan señalada es ese primer contacto solar pero aún quedan semanas para que el hielo se retire y el agua fluya. Hoy tan sólo lo hace por uno de los extremos de la laguna de Arbas, un pequeño reguero que se pierde bajo el abrigo de hielo. Ahí abajo hay vida. La hay también en las montañas, entre murallones blancos donde a determinadas horas del día se pueden ver rebecos, a veces en grupos numerosos.