Extrovertido, afable, a veces histriónico, fanfarrón, sociable, ese tipo de personas que hablan con el volumen uno o dos puntos por encima del resto para hacerse notar. Quizá por ello, quienes le conocen aseguran que Miguel López Pérez, único detenido hasta el momento por la muerte a tiros de su suegra hace dos meses en el establecimiento de vehículos del que el yerno es gerente, no ha dado en las últimas semanas una sola muestra que le haga parecer sospechoso de asesinato. "Su relación con la suegra era la que era, pero de ahí a eso...", comentan conocidos del yerno sin salir aún del estupor.

Miguel López, valenciano, 49 años, casado con la hija menor (Fany) del que fuera presidente de Caja Mediterráneo (CAM), Vicente Sala, y de la víctima del crimen, Mari Carmen Martínez, entró en la familia oficialmente años después de conocer a su esposa en los tiempos de universidad. Ella estudiaba Farmacia, como sus otras dos hermanas, casi por imposición familiar, por si llegaba algún día en que las cosas fueran mal dadas.

A la sombra del imperio económico levantado por su suegro a partir de las industrias del plástico, los productos químicos, la automoción y su paso por las finanzas, al yerno de los Sala le encomendaron la gerencia de la empresa Novocar en junio de 2010, poco antes de la muerte del cabeza de familia. Un papel secundario, casi de hombre invisible, un rol opuesto a su carácter.

Por esa época, el clan ya comenzaba a deshacerse de algunos negocios del sector de automóviles. Dejaron de vender primeras marcas para pasar al negocio de la segunda mano. Vendieron Porsche, una de las joyas de la corona, y a su marcha se reservaron cuatro vehículos de esta marca modelo Cayenne (uno para cada hijo), el mismo que se disponía a conducir Mari Carmen Martínez cuando la mataron. Momentos antes, su yerno había abandonado el establecimiento.

Tenía licencia de armas y practicaba el tiro olímpico. No se le conocen aficiones apasionadas, más allá de los relojes de lujo. Tampoco una intensa vida social, aunque es de hablar en bares con amigos, conocidos y clientes. Cuentan de su carácter que no se amilana ante las relaciones sociales de la familia, que llegaban incluso a la Zarzuela.

Dos meses después del crimen continuaba siendo extrovertido, afable y fanfarrón.