El Tribunal Supremo acaba de condenar a una funeraria a la que los jueces obligan a indemnizar a los familiares de un hombre con obesidad mórbida fallecido en octubre de 2009 y al que se proporcionó un ataúd demasiado pequeño para el cuerpo del finado. La caja acabó cediendo. La empresa tiene que pagarle ahora 3.000 euros a cada una de las tres hijas del fallecido. Los jueces insisten que el desastre fue tal que una vez acabado el velatorio un familiar del difunto tuvo que subirse encima del ataúd para conseguir cerrarlo.

"Con ocasión del velatorio del cadáver se evidenciaron problemas con el ataúd facilitado a la familia, que ciertamente no atendió a las específicas características de peso y volumen del cadáver", sentencian los magistrados en la sentencia que se acaba de hacer pública. Los problemas empezaron en el propio tanatorio. Durante el primer día de celebración de la capilla ardiente, el ataúd "fue cediendo en uno de los anclajes y acabó resquebrajadose". "Una vez terminado el velatorio no fue posible cerrar la caja pese a que en el absoluto desconcierto y ofuscación de la familia se intentó verificarlo por todos los medios presionando incluso el cadáver para optimizar el espacio y finalmente con auxilio de un familiar que optó por subirse encima del ataúd para conseguir cerrarlo", explica la sala de lo civil del Supremo.

Al día siguiente cuando los familiares llegaron al velatorio la caja estaba nuevamente abierta "al parecer debido a un incremento fisiológicamente justificado del volúmen del cadáver". La solución ofrecida por la funeraria cuando los familiares reclamaron no fue la más ortodoxa. "La empresa, desbordada por los acontecimientos y por la irascibilidad creciente de los parientes del difunto, ofreció a la familia proceder al enterramiento amarrando el ataúd con cintas o cuerdas", se recoge en la sentencia. Finalmente imperó la cordura y al hombre se le cambió de ataúd, lo que no impidió que la funeraria deba responder por los daños ocasionados", enfatiza el Supremo.

Los jueces de primera instancia aseguraron además en un primer momento que parte de la culpa también debía recaer en la familia demandante pues "de no haber actuado la familia como lo hizo no se habría producido el sepelio vergonzante".