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La Cabrera, la lucha cuerpo a cuerpo con el fuego en el mayor incendio del año en España

Los vecinos de la sierra leonesa, tierras de dominio lingüístico del asturiano, asisten impotentes a un siniestro que calcinó casi 10.000 hectáreas y tiene un perímetro de 55 kilómetros

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Incendio en los montes de León

Ambasaguas tiene una ermita; junto a la ermita, una carpa donde ayer se celebró la fiesta patronal de Nuestra Señora de Viforcos. Tocaron las campanas, y los vecinos y veraneantes se pusieron guapos para el sábado más especial del año. Lo iba a ser, incluso sin Virgen. Una fiesta rodeada de humo, un incendio voraz que ayer cumplió seis días y que parece jugar al escondite con los servicios de emergencia.

A unos centenares de metros, los escasos habitantes del pueblo de Santa Eulalia viven una semana en la que se entrelazan la desilusión, el miedo y el enfado. Estamos en el corazón mismo de la sierra de La Cabrera, en tierras de León, muy al suroeste de la provincia, tierras que uno de los mayores incendios de la Historia del norte de España se está comiendo literalmente.

Santa Eulalia de Cabrera es una isla en medio del fuego. Fuego por los cuatro puntos cardinales. Los vecinos, casi todos de edad avanzada, tuvieron que ser desalojados de sus casas durante unas horas cuando el pasado martes las llamas amenazaron con pasar por encima del pueblo. "Nos llevaron hasta un lugar alejado del pueblo, pero enseguida vimos que allí no se podía estar, que íbamos a quemar. Así que acabamos en Quintanilla", explica Domingo Bocero, de 69 años, parapetado en un pasamontañas. "Yo viví toda mi vida en el pueblo y nunca jamás vi nada parecido".

Son las dos de la tarde y la mañana nublada comenzaba a dejar paso a un cielo azul que tan solo se presumía entre la humareda. Unos treinta miembros del equipo de lucha contra incendios de Rabanal del Camino, localidad cercana a Astorga, forman línea de trabajo frente al fuego. En esta semana intensa los vecinos se han vuelto expertos, y una de ellas explica la operación a los demás: "están haciendo un contrafuego. Se ven las llamas y parece que aquí se quema todo, pero lo tienen controlado".

Fuego contra fuego. El peligroso venía de arriba, de los collados que guardan al pueblo desde el Este, alimentado por las ráfagas de viento que no son ninguna novedad. "Es normal que en esta zona el viento aparezca al mediodía". Las rachas forman remolinos y avivan lo que unos minutos antes parecía apagado y muerto. De vez en cuando alguien da la voz de alarma y los agentes forestales salen corriendo hacia el lugar donde se supone que el incendio se reactivó.

Suenan las sirenas de los helicópteros de extinción, activadas cuando las aeronaves se aproximan a la vertical donde van a lanzar sus miles de litros de agua. Uno tras otro, con una cadencia que en ocasiones no sobrepasa los cuatro minutos. Por acopio de agua no hay problema porque existen balsas cerca que permiten el aprovisionamiento rápido y el ir y venir constante. Los vecinos llegaron a contar hasta once helicópteros -dicen- pero nadie lo sabe con exactitud. La magnitud de la tragedia ecológica y el inmenso territorio afectado contaminan cualquier cálculo.

Se sabe que el fuego desoló un área que va de las 8.500 a las 10.000 hectáreas, en su mayoría de monte bajo, con un perímetro afectado de 55 kilómetros. La Junta de Castilla y León aseguró ayer que el incendio "tiende al control total", pero en la tarde de ayer se contaban a decenas los pequeños focos humeantes sobre los que los helicópteros lanzaban agua de forma sistemática. Nadie baja los brazos.

Hay parajes a lo largo de la carretera local LE-126 desde donde se ha perdido cualquier referencia verde. Hay negros, hay marrones y hay grises de muerte. Incluso blancos, color que desprenden los troncos calcinados. Los vecinos de esa porción de pueblos que incluyen a Encinedo, Trabazos, Castrohinojo, Robledo de Losada, Iruela o Truchas, asumen que "tardaremos años en recuperarnos". El año transcurría con inusual tranquilidad en materia de incendios forestales. "Nos las prometíamos muy felices, y ya ve".

Se ve y se huele. El olor penetrante del humo compite con las ascuas que flotan en el ambiente y que provocan algún roto en la indumentaria de los curiosos que se apostan en esa línea de seguridad que marcan tácitamente los coches de la Guardia Civil. Desde el lugar donde los equipos de control del incendio trabajan en primera línea de fuego, la imagen del pueblo de Santa Eulalia parece irreal: el fuego ha llegado estos días a las puertas de casa. No es una metáfora.

Amando Carrera, uno de los vecinos menos veteranos de Santa Eulalia, baja del monte calcinado junto a su perro Tari. Dice que se está quedando como único ganadero del pueblo. "Hay otro vecino joven que tiene unas pocas vacas, pero es que es muy difícil un negocio así. Vengo de comprobar que tengo el ganado a salvo, explica. Carrera vive junto a su madre, enferma de Alzheimer. En ese entorno familiar complicado, "con el tiempo siempre justo para comer un bocado", y en medio del incendio que cerca su pueblo y su casa, es capaz de no perder la sonrisa.

Contra el incendio de la sierra de La Cabrera (las fuentes oficiales lo sitúan en Encinedo, una de las localidades de mayor porte de la zona, trabajaron ayer unas 170 personas, incluidos los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME), distribuidos en dos unidades, y diez cuadrillas de tierra. Los helicópteros que colaboran en el control del fuego se han encontrado un día más con el fenómeno de la inversión térmica, acumulación de aire caliente que impide que el humo se disipe.

La carretera LE-126, que había sido cerrada anteayer, quedó abierta al tráfico durante la mañana, lo que permitió que muchos vecinos de pueblos limítrofes tomaran sus coches, aprovechando el día festivo, para acercarse al lugar, algunos con prismáticos en mano, y comprobaran la magnitud del siniestro.

El Alto de Carbajal está a 1.315 metros y fue una de las atalayas preferidas. La comarca está repleta de veraneantes, muchos de ellos asturianos. Hay toda una historia común, comenzando por la lengua. La sierra de La Cabrera da nombre al cabreirés, derivación del astur-leonés y primo hermano del mirandés, lengua que se habla en la portuguesa Miranda do Douro. Tierras del antiguo reino y de un dominio lingüístico emanado desde Asturias, que alcanza de lleno León y se sumerge en las provincias de Zamora y Salamanca.

¿Lloverá mañana? (por hoy). Es la pregunta general, avivada por las previsiones meteorológicas, que no anuncian diluvios, precisamente. "Cuatro gotas, lo que sea", claman en corro las víctimas de alguien desconocido que decidió prender una mecha y arruinar unas cuantas vidas.

Las labores de control y extinción del fuego que desde hace tres días afectada a una zona arbolada y de matorral en el concejo de Degaña prosiguieron ayer a la espera de posibles lluvias en las próximas horas que ayudarían a cerrar el incendio. El buen tiempo y la notable visibilidad de la jornada de ayer facilitaron el uso de medios aéreos para luchar contra el fuego, que se declaró hacia las cuatro de la tarde del viernes y creó una singular alarma entre los vecinos porque las llamas se avivaron muy cerca de la escuela y de varias casas. Los primeros trabajos del vecindario, con guadañas y mangueras, frenaron esa cola casi urbana del fuego por el que no fue necesaria la evacuación de ningún residente.

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