El caso del preso "resucitado" ha obligado a Instituciones Penitenciarias a cambiar sus protocolos para evitar "las consecuencias clínicas, jurídicas y éticas que un diagnóstico erróneo de estas características conlleva", según reza una instrucción remitida a los centros por el Secretario General de Prisiones, Ángel Yuste. "Está demostrado que en casos de severa hipotermia se pueden dar signos negativos de vida en ausencia de muerte clínica, lo que puede inducir a un diagnóstico erróneo", indica el documento.
El máximo responsable de la administración penitenciaria admite que "es posible que no sean suficientes" los procedimientos diagnósticos convencionales, de uso común según la lex artis, en determinadas circunstancias, "muy excepcionales", por lo que ha ordenado un cambio en el protocolo que incluye la realización de una prueba electrocardiográfica en aquellos casos de "muerte súbita en los que el cuerpo se encuentre a una temperatura inferior a los 34 grados". El objetivo es "establecer un procedimiento de actuación que asegure que no se puedan producir este tipo de errores diagnósticos". Podrá realizarse la prueba con el electrocardiógrafo -que en la prisión está en la enfermería- o con un desfibrilador con capacidad de monitorizar la función cardíaca, añade la instrucción.
Temperatura corporal
Como se recordará, en el caso de Gonzalo Montoya Jiménez, el preso que fue dado por muerto el pasado 7 de enero en el módulo 8 de la prisión, y que luego recobró la consciencia en la morgue, cuando iban a realizarle la autopsia, sufrió una sobredosis que redujo de forma dramática su temperatura corporal e hizo inapreciables su pulso y respiración.
En el anexo a la instrucción se establece que para formular el diagnóstico de muerte debe comprobarse la ausencia de pulsos periféricos y de latido cardíaco, de movimientos respiratorios, inconsciencia y falta de movimientos voluntarios y reflejos, la ausencia de respuesta de estímulos dolorosos, la presencia de pupilas en midriasis paralítica y la presencia de cianosis.
