El rescate de los doce menores y el adulto atrapados desde hace doce días en una honda cueva al norte de Tailandia continúa contra reloj bajo el temor a que las lluvias anunciadas para esta semana vuelvan a inundar la cavidad y paralicen las labores de rescate.

Las nada halagüeñas previsiones meteorológicas harían retornar los casi 130 millones de litros que ya han sido extraídos, sin descanso, de la gruta mediante veinte bombas. Se trata del equivalente a 50 piscinas olímpicas.

"Estamos en una carrera contra el agua", declaró Narongsak Osotthakorn, jefe de la célula de crisis, ello a pesar de que la inundación haya descendido un 40 por ciento en el tiempo que llevan en marcha los trabajos.

Ese descenso en el nivel de las aguas debería ser lo suficiente como para que los niños no tengan que bucear o que lo tengan que hacer muy poco.

Una salida por etapas

El plan de extracción que cobra más fuerza en las condiciones actuales es que el grupo se sumerja durante unos centenares de metros a lo largo de estrechos pasadizos con nula visibilidad, pero acompañados de dos buzos y atados a una cuerda que serviría de guía.

Llegarían entonces a un campamento temporal en una gruta a kilómetro y medio de su ubicación actual, donde los rescatistas han dispuesto provisiones y bombonas de aire comprimido, antes de intentar la salida definitiva al exterior.

Esa opción es apoyada por gran parte de los expertos internacionales enviados, si bien todavía se escruta la montaña en busca de una cavidad por la que hacer ascender a los encerrados.

"No podemos confirmar cuándo tendrá lugar (el rescate). Pero nos aseguraremos de que los niños estén cien por cien seguros durante la misión", declaró Osotthakorn.

Mientras tanto, una decena de militares -entre ellos un médico y un psicólogo, parte de las 1.300 personas movilizadas para el rescate- cuidan de los jóvenes, visiblemente delgados, pero en buen estado de salud.