Manuela Álvarez, a sus 100 años, era una mujer de gran vitalidad y muy risueña. Así la recuerdan sus familiares, a los que aún les cuesta asumir el fatal accidente que le costó la vida el pasado miércoles día 9. La cocina de leña, su aliada para hacer frente al intenso frío de los últimos días, provocó que se le incendiase la ropa, causándole quemaduras de gravedad de las que no se pudo recuperar.

"Es muy fuerte lo que pasó, esperábamos que cualquier día le pudiera dar un achaque, pero no que se fuera así; la abuela tenía mucha vida", lamenta su nieta Desirée González. Fueron sus padres, Mari Álvarez y José González, los que socorrieron a la mujer centenaria, puesto que los tres vivían en el mismo pueblo, en La Viliella (Cangas del Narcea), en dos casas contiguas.

El día del suceso, el martes, los tres repitieron el ritual diario. Al mediodía, Manuela Álvarez iba a comer a casa de su hijo y su nuera, y sobre las cuatro y media de la tarde regresaba a su casa con "su Mari" para compartir una tarde de televisión. Sobre las siete y media la mujer solía quedarse sola en su vivienda para cenar algo e irse a la cama temprano. Así fue el día del accidente también, sólo que apenas media hora después de quedarse sola los gritos llamando a su hijo y su nuera alertaron a su familia de que algo no iba bien.

"No se me olvidará en la vida la estampa que vi cuando llegamos a casa", rememora emocionada Mari Álvarez. La fallecida no había perdido la consciencia después de sufrir las quemaduras y pudo avisar a su familia de lo que había pasado asomándose a una ventana de la casa.

Sus allegados no se explican qué pudo ocurrir, ya que aseguran que estaba acostumbrada a atender y preparar ella misma la cocina. La hipótesis que sostienen es que pudiera haberse puesto a limpiar la chapa de la cocina, todavía caliente, con un producto inflamable que provocó una llama que le alcanzó la ropa.

Aunque aseguran que la actuación del equipo médico fue rápida, finalmente nada se pudo hacer por la vida de Manuela Álvarez. Primero la trasladaron al Hospital Comarcal Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea y durante la noche al Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo, donde finalmente falleció sobre las ocho de la mañana del día siguiente al suceso. "Cuando llegó a Cangas le daban dos horas de vida, pero ella quería vivir, se aferró a la vida y aguantó hasta las ocho de la mañana", subraya su nieta.

Ese amor por la vida y por seguir disfrutándola era lo que mantenía a Manuela Álvarez totalmente activa a pesar de su edad. Aún tenía un huerto y le gustaba conservar su independencia viviendo en su propia casa, aunque tenía a pocos metros la casa de su hijo y su nuera. Una fortaleza que según su nieta siempre demostró. "Fue muy trabajadora toda su vida, ayudó siempre a los vecinos y crió a cinco hijos en este pueblo", recalca.

El pasado mes de mayo cumplió 100 años y su familia lo celebró juntándose en una casa rural de la zona.

El pasado jueves, amigos, familiares y vecinos volvieron a encontrarse, esta vez para despedir a Manuela Álvarez en la iglesia parroquial de Larón, en cuyo cementerio recibió sepultura.