Una pesada atmósfera de tragedia y dolor dominaba ayer el tanatorio de Monjardín, en Vegadeo, donde los familiares, amigos y vecinos del concejo dieron un concurrida despedida a Miguel Álvarez. El joven de 32 años falleció en el HUCA tras sufrir la picadura de una avispa asiática el martes. "No se lo merecía", lamentaban allegados y vecinos. "Hace falta más información", reclamaban en dirección a las autoridades.

El funesto final de Miguel lo predijo su hermano, Rubén. "Le quedan horas de vida", afirmó tras el ingreso en el hospital. Acertó, porque sabía que Miguel Álvarez era alérgico a las picaduras de avispas. El joven falleció en torno a la una de la tarde. "Teníamos esperanza. Hasta que no vimos la esquela, no lo creímos", sollozaba su prima, Vanesa López.

Miguel Álvarez tuvo mala suerte. La velutina le picó en un dedo, la única parte de su cuerpo desguarnecida. Era martes y estaba en su finca de San Tirso de Abres, que iba a desbrozar con la intención de meter allí a los caballos, una de sus grandes aficiones. La velutina salió de un neumático abandonado y su picadura fue letal. "Es una pena de por vida", lamentó Leonor Calvín, una amiga de la familia.

Alérgico a las picaduras de avispa, no era la primera vez que las sufría. Se inyectó adrenalina, para aliviar los síntomas, algo que siempre contrarrestaba los efectos, pero esta vez fue inútil. Miguel Álvarez se desplomó en el centro de salud. Los médicos trataron de reanimarlo, pero entró en parada cardiorrespiratoria. "Es un drama. No se lo merecía", comentó en el tanatorio de Vegadeo Iván Vidal, amigo de la víctima. "Le conocía desde siempre", añadió.

Los médicos del HUCA tampoco pudieron hacer nada por revertir su estado. Miguel Álvarez se fue poco a poco apagando. "El mazazo es muy grande. Si hubiera sido en un accidente, habría sido distinto, pero por una simple picadura da mucha rabia", explicaba José María Rodríguez. El hombre vino desde Lorenzana, un pueblo a 25 kilómetros de Vegadeo, ya en la provincia de Lugo. Eran compañeros de trabajo.

Miguel Álvarez era camionero, como su hermano y como su padre. Solía transportar madera a Navia, pero también hacía otras rutas. Cuando podía, lo usaba para transportar maquinaria y de paso hacerle un favor a la Asociación Cultural del Eo, a la que estaba muy vinculado. El joven de San Tirso estaba casado y era padre de una niña pequeña.Un momento especialmente emotivo ayer fue cuando se personó su suegro en el tanatorio. El hombre entró llorando a lágrima viva. Otro momento, especialmente íntimo, aconteció sobre las nueve de la noche, cuando sus más allegados le rezaron un rosario.

Quienes se acercaron al tanatorio a despedir a Miguel Álvarez en la calurosa tarde de ayer desbordaron la capacidad del aparcamiento del edificio y dejaron constancia de sus muchas relaciones personales en la zona.

Los vecinos mostraban su inquietud ante la presencia de la avispa velutina. "Falta hacía que revisaran más, ahora que llega el verano es peligroso", reclamaba a las autoridades Leonor Calvín. "Suele haber bastantes avispas por aquí. Quizás habría que poner más medidas", incidía también Amalia Ribera, vecina de San Tirso de Abres. El funeral de Miguel Álvarez será hoy a las seis en la iglesia de San Tirso. Recibirá sepultura en el cementerio local.