Iván Pardo, acusado de asesinar a la niña Naiara en Sabiñánigo (Huesca) en julio de 2017, admitió ayer en el juicio que castigó a la menor, pero no quiso matarla. "Cuando noté que no se movía, fue cuando reaccioné", dijo. El lucense, que se enfrenta a prisión permanente revisable, solo contestó a su abogada, defensora además de su hermano y su madre, también acusados.

Reconoció que el día de los hechos, cuando llegó a casa de trabajar, le preguntó a Naiara si había hecho los deberes y cuando esta contestó que no, la puso de rodillas sobre gravilla. Luego propinó a Naiara puñetazos y patadas, la ató de manos y pies con esposas, le dio descargas eléctricas con una raqueta de matar moscas, le metió un calcetín en la boca, le golpeó con la hebilla de un cinturón y le obligó a beber amoniaco para que no se desvaneciera. El hombre pidió perdón a la madre hace poco por carta, y explicó: "Tenia estrés por un cúmulo de problemas con la empresa".