El 24 de junio del año pasado, un joven se acercó con su novia al lugar donde se encontraron los cadáveres de las niñas de Alcácer, en la finca de La Romana, para depositar un ramo de flores en homenaje a las adolescentes asesinadas. Cuando iba a colocar las flores, el joven vio lo que parecía un pequeño hueso. Movió la tierra de al lado y descubrió otros tres pequeños huesos.

Casi año y medio después, un laboratorio de Barcelona ha confirmado que los huesos pertenecen a la mano de Miriam García. El ADN se cotejó con el de Fernando García, padre de la menor. El próximo viernes se cumplirán 28 años de la desaparición de Miriam García, Desirée Hernández y Toñi Gómez, halladas tiempo después con signos de haber sido violadas, torturadas y asesinadas de un disparo en la nuca. El hallazgo aclara uno de los enigmas del caso, el hecho de que a Miriam García le faltasen parte de los dedos índice, corazón, anular y meñique, lo que hizo pensar que se los habían cortado.