Caso Abierto - La Nueva España

Caso Abierto - La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Charo y Asunta, crónica de dos tragedias que acabaron con dos fallecidas

La madre de la niña se ahorca en prisión sin desvelar los motivos por los que ella y su exmarido asesinaron a la pequeña adoptada 12 años antes

Alfonso Basterra y Rosario Porto abandonan el piso de la segunda junto a agentes de la Policía Judicial. | Efe

Colgada en su celda de la prisión de mujeres de Brieva con el cinturón de su bata. Así puso fin a su vida Rosario Porto, la abogada compostelana condenada a 18 años de cárcel junto a su exmarido, el periodista vasco Alfonso Basterra, por sedar y asfixiar con sus propias manos el 21 septiembre de 2013 a la pequeña Asunta. La madre de la niña se lleva el secreto de por qué planeó y ejecutó con su expareja la muerte de la hija que con tanto amor habían adoptado 12 años antes en China. Ninguno admitió haber matado a la pequeña que habría cumplido 20 años en septiembre.

No hay duda de que los progenitores fueron los asesinos, pero ¿por qué sedaban a la niña desde tres meses antes? ¿Por qué la asesinaron? ¿Quién de los dos ideó el crimen? ¿A qué obedecían las extrañas fotos de Asunta localizadas en el ordenador de su padre, unas en actitudes aparentemente impropias según los investigadores, y envuelta en una sábana, casi cual mortaja en otras? ¿A qué se refería Porto cuando, tras ser detenidos en los calabozos, le dijo a su exmarido: “Tú y tus jueguecitos. (...) ¿Te ha dado tiempo a deshacerte de eso?”. La respuesta a estas preguntas carece de “relevancia jurídica” en lo que se refiere al asesinato, ya que se consiguieron pruebas para demostrar quiénes, cómo, cuándo y dónde la mataron, según el juez instructor de la causa.

Rosario Porto, de 51 años y sin apenas familia ni contactos fuera de prisión –salvo unas primas y su propio abogado defensor–, arrastraba periodos depresivos desde que era universitaria y, en ocasiones, obligaron a su ingreso hospitalario. Padecía lupus y sufría numerosos altibajos emocionales. Sin embargo, en las últimas semanas parecía haberlo superado y por eso le retiraron en Brieva el protocolo antisuicidios. La idea de la muerte no era nueva en ella. Una psiquiatra que la trató antes del asesinato testificó en el juicio que “pensaba en matarse”, por lo que “era peligrosa para ella, pero no para terceras personas”. Familiares y amigos de sus padres están dispuestos ahora a llevar su cuerpo a Galicia.

Asunta, la niña asesinada.

En los siete años que llevaba en prisión había intentado suicidarse en dos ocasiones. La primera en la cárcel coruñesa de Teixeiro –donde sigue Basterra– con las pastillas que debía tomar a diario y fue acumulando para tomárselas todas juntas. La segunda, en la prisión pontevedresa de A Lama, al intentar ahorcarse en la ducha con un cordón de chándal. En ambos casos avisó a sus compañeras, por lo que se tomaron como llamadas de atención, si bien Instituciones Penitenciarias activó el control antisuicidios hasta en seis ocasiones.

Los psicólogos de Brieva, adonde fue trasladada en marzo, valoraron favorablemente su actitud. Había recuperado su coquetería, se arreglaba y pedía cremas. ¿Estaba bien de verdad o, como hizo con el asesinato de su hija, planificó también su muerte con tiempo y de forma minuciosa? Eso parece, porque antes de ahorcarse dejó recogida la celda y su ropa metida en bolsas. Ahora se analizan unos cuadernos que escribía por si arrojan luz sobre las causas que la llevaron a matarse o el móvil del crimen.

Rosario Porto pertenecía a una familia acomodada y prestigiosa de Santiago. Su madre, Socorro Ortega, era profesora de Historia en la Universidad, y su padre, Francisco Porto, un abogado de prestigio. Siguió los pasos paternos y estudió Derecho, amplió estudios en Francia y Reino Unido y, con 27 años, relevó a su progenitor como cónsul de Francia en la capital gallega, a la vez que empezaba a trabajar con él en su bufete. Era activa y sociable, de ahí su participación como vocal del Ateneo compostelano y en la Asociación de Padres del Instituto de su hija, el Rosalía de Castro en el que también había estudiado. Siempre estaba preocupada por las apariencias. Tras su boda con Basterra, los problemas de salud que arrastraba aconsejaron recurrir a la adopción. Una decisión apoyada por los padres de Rosario, que era hija única. Asunta Yong-Fang fue la primera niña china adoptada en Galicia y cuando llegó a Santiago fue objeto de programas de televisión y portadas de periódicos. Sus padres posaban con la niña y constituían un matrimonio ideal. Su padre se volcó en ella, de forma que relegó su trabajo como periodista.

Tras su boda con Basterra, los problemas de salud que arrastraba aconsejaron recurrir a la adopción. Una decisión apoyada por los padres de Rosario

decoration

La pequeña era el orgullo de la familia. Resultó ser una alumna brillante de altas capacidades. Iba un curso adelantada, le gustaba la música clásica y el ballet. Además, tocaba el violín y hablaba cuatro idiomas, incluidos inglés, francés y chino. Muestra de la facilidad que tenía para los idiomas es el peculiar blog escrito en inglés que comenzó al fallecer su abuelo. “Asunta” lo tituló y se proponía contar un relato de asesinato y venganza en una familia.

Poco después algo se rompe en la idílica familia que mostraban al exterior Porto y Basterra ¿Por qué llegan al asesinato de Asunta? Rosario pierde a sus padres de forma repentina y con apenas siete meses de diferencia. En diciembre de 2011 su madre fallece en casa, mientras estaba sola. En julio de 2012 muere su padre, que tampoco tenía patologías previas. Ambos fueron incinerados de forma rápida. Charo hereda su fortuna, varios pisos en Santiago, el apartamento de la playa en Vilanova de Arousa y la mansión de Teo, donde asfixiará a Asunta.

Tras disponer de la herencia, Rosario da un giro importante a su vida. Deja de trabajar en el despacho de abogados e inicia una relación paralela con un empresario de la zona del Barbanza al que acompaña como traductora de francés a Marruecos. Pero él tiene esposa y espera un hijo, por lo que no va a dejar a su familia por ella.

Cuando Basterra se entera del idilio, el matrimonio se separa. Aunque Rosario cuenta con la ayuda de una asistenta, cuidar a Asunta la agobia, pues era Alfonso quien la llevaba a las actividades o al dentista. Basterra le envía mensajes recordándole todo, incluso la renovación del DNI de la niña.

Unos cuatro meses antes del verano de 2013, Rosario vuelve a ser ingresada. Entonces Alfonso la visita a diario y se compromete a ayudarla con la niña a condición de que deje a su amante. Ella lo promete, pero lo cierto es que el día antes del asesinato de Asunta disfruta con él de un romántico paseo en barco por la ría de Arousa y comen juntos en Cambados.

Si a Rosario la niña parece estorbarle para su nueva vida, el juez de instrucción del “caso Asunta”, José Antonio Vázquez Taín, incluye dos argumentos nuevos en el minucioso auto de conclusión de sumario. Sostiene que ninguno de los dos progenitores presta atención a la niña en los tres meses previos al crimen y que Asunta pasaba sola días e, incluso, noches. También esgrime “la humillación” que sentía Basterra por el hecho de que Rosario Porto nunca abandonara su otra relación sentimental.

“La desaparición de Asunta de forma violenta y por un plan conjunto colocaría a Rosario en sus manos definitivamente y le aseguraría el sustento económico del que carece”, sostiene el magistrado. Ahora, solo Alfonso Basterra sabe los verdaderos motivos por los que mataron a la pequeña. El juez instructor sostiene que el plan fue común, pero por motivos diferentes.

¿Qué pasó en aquella familia los últimos tres meses de vida de Asunta? ¿Qué podría contar la niña? La pequeña llegó sedada a clase días antes de su asesinato y dijo que en casa le daban “unos polvos blancos”. Su madre reconoció, tras contárselo la niña a una amiga, que semanas antes del crimen un encapuchado entró en el piso que ambas compartían y quiso matar con un cuchillo a Asunta. Nunca lo denunció. ¿Fue el primer intento de matar a la niña?

La condena contra Porto y Basterra, ratificada por el Supremo, considera probado que aquel 21 de septiembre de 2013 drogaron a Asunta con los tranquilizantes que tenía prescritos Rosario, en casa de su padre, muy cerca del domicilio de ambas donde comieron los tres. Charo se llevó en coche a la niña al chalé de Teo y la asfixió tapándole la boca y la nariz. El cadáver de Asunta aparecía al día siguiente en una pista forestal en las inmediaciones del chalé.

Las contradicciones y mentiras de Charo, que aseguró que no había llevado a su hija a Teo y rectificó al saber que salían juntas en las grabaciones, situaron enseguida a los progenitores de la pequeña como sospechosos. Su madre fue arrestada en el tanatorio y su padre un día después. Negaron toda relación con el crimen, pero la autopsia determinó que el día del asesinato Asunta fue drogada durante la comida, cuando estaba con su padre en casa de Basterra, y que su madre estaba con ella a la hora en que murió.

Compartir el artículo

stats