Llevaba intentando echar a un “okupa” de su casa en Morro Jable, Fuerteventura, desde abril de 2017. Había denunciado la usurpación, se había enfrentado al “okupa” y había sido agredido y amenazado. El 21 de enero de 2018, después de rumiar su malestar durante meses, sin obtener respuesta de la justicia –el proceso se había pospuesto por motivos ajenos al Juzgado–, atacó al “okupa”, un joven granadino de 26 años, como si se tratase de “una fiera”, según relató un testigo. El cocinero jubilado asturiano Jesús Millán Lombardía arremetió contra Enzo Jesús O. H. de forma “desaforada”, como si se hubiese producido “un cortocircuito”, dice la sentencia. No solo le propinó seis heridas con un estoque casero –dos de ellas mortales de necesidad–, sino que luego lo remató con una piedra en la cabeza y siguió dándole patadas pese a que el joven estaba moribundo. El magistrado Carlos Vielba, de la sección sexta de la Audiencia de Las Palmas, de acuerdo con el veredicto del jurado, ha terminado apreciando la atenuante de arrebato, aunque no la eximente de trastorno mental transitorio, y ha impuesto a Millán la pena de 18 años, cuatro menos que los solicitados por la fiscal Clara Serrano. Tendrá que pagar, además, 250.000 euros a la mujer de la víctima y a su hijo menor de edad.

Crimen evitable

Pero el juez va más allá e indica que el de Morro Jable fue un crimen “evitable”, que no se hubiese producido si la justicia hubiese respondido a tiempo a la reclamación del jubilado acusado. El magistrado no justifica, por supuesto, el crimen, pero indica que la usurpación inmobiliaria se considera “un fenómeno objeto de luchas partidistas ideológicas y hasta maniqueas, cuando en realidad es un delito, leve, sí, mas delito”.

El tribunal estima que Millán, nacido hace 67 años en Oviedo, aunque residió en Gijón y está vinculado a Corvera, tenía una clara intención de matar, y que estaba premeditado, pese a que el acusado –que llegó a desmayarse en la segunda sesión del juicio– lo negó tajantemente. Añade el fallo que el ataque del asturiano fue alevoso, puesto que se produjo en el interior de un bar, reduciendo las posibilidades de escape de la víctima, y con un arma frente a la que la víctima opuso una “litrona” y una silla. El acusado juró en el juicio “por lo más sagrado” que nunca tuvo intención de hacer daño al joven, y menos quitarle la vida. “Daría mi vida a cambio si arreglara el problema”, añadió, y pidió perdón a la familia. Millán tiene antecedentes por violencia de género, y la víctima, por tráfico de drogas.