En Artenara (Gran Canaria) no acaban de asimilar el golpe: cuatro miembros de una misma familia, muy vinculada a Asturias pero asentada en esa pequeña y elevada localidad, perdieron la vida el pasado martes de la Inmaculada tras precipitarse el coche en el que viajaban por un barranco. El pueblo canario no recuerda un golpe tan atroz. Por el número de fallecidos, por las circunstancias del accidente, y por el nombre de una gran familia que, desde abuelos a nietas, ha formado parte de una cadena hoy partida por uno de sus eslabones más relevantes. Tenían origen asturiano por vía paterna, pero estaban muy enraizados en el lugar.

José Iván García Buelga, natural de Blimea (San Martín del Rey Aurelio), y sus hijas, Marta y Rita García Bolaños, recibirán sepultura en la tarde de hoy sábado en Artenara, mientras que el piloto británico Rich Addicot, también fallecido y esposo de Rita, lo será próximamente en su tierra natal.

Todos ellos forman parte de la última generación de una saga fundamental para el desarrollo de la economía moderna de la localidad, la que, según el cronista del municipio, José Antonio Luján, llevó al pueblo a elevar sustancialmente su calidad de vida cuando el abuelo de Marta, Rita y Raquel –esta última la única que queda hoy con vida de ese núcleo familiar y vecina de Avilés, donde regenta una tienda deportiva– empezó su vida empresarial como comerciante ambulante. Por eso su pérdida se siente de manera especial en esta parte alta de la isla.

“Nunca han apartado un ojo de su pueblo natal”, cuenta un amigo de las tres hijas; “nunca han abandonado su mirada a la cumbre, y con que hubiera un acto, una fiesta, o una feria, allí subían a ayudar a su tío Julián que, junto con sus hijos, ha seguido con su ganado de cabras y la industria quesera. Allí estaban ellas, Marta y Rita, lo mismo en un taller de quesos que colaborando en la finca en los quehaceres, daba igual que si cuidando baifos (cabritos) que ayudando en los restaurantes”.

Los cuatro fallecidos en el accidente.

Sin olvidar a la figura del padre asturiano, José Iván, que también se asimiló al paisanaje grancanario como un artenarense más y que, como mecánico naval, no solo era una mano más de ayuda en lo que se terciara, sino además altamente cualificada.

“Sinceramente”, añade un allegado a la familia en referencia a las dos hijas fallecidas, “daba gusto verlas, sociables, con ideales…, y formando parte de una pandilla con otros jóvenes de su edad que también lograron mantener esa fuerte amistad con el paso de los años”. A eso añaden sus estudios, “buenas las dos, conocedoras, como todos los que nos criamos lejos de los centros escolares de estudios superiores, del esfuerzo y sacrificio que supone el tener que irte a vivir lejos”. Marta era diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y Rita logró titularse como ingeniera informática, y como tal trabajaba en la empresa Ovo Energ, tras su paso por la firma Lopesan como programadora.

Su pérdida va algo más allá del común de los decesos. “En un pueblo como Artenara lo que mantiene viva a su escasa población son los potentes nexos familiares y de amistad. La juventud es el lazo de unión a sus generaciones anteriores, y para los que creemos en el futuro del municipio hasta el final, si se rompe ese lazo se despuebla, porque los pocos jóvenes que quedamos somos su futuro. Se nos fueron dos, y si en Artenara somos quince, el tanto por ciento de capital humano y afectividad que se nos ha ido es enormemente relevante; perdemos demasiado”, lamentan en el pueblo.

“Daba gusto verlas, sociables, con ideales…, y formando parte de una pandilla con otros jóvenes de su edad que también lograron mantener esa fuerte amistad con el paso de los años”

Niqueas Sánchez es empresario de la localidad y se expresa en términos similares. “Este accidente ha dejado vacantes unos elementos claves del desarrollo del pueblo, ambas muy vinculadas a todas las actividades públicas del municipio, que pierde así a unas grandes defensoras de Artenara; así lo vemos todos los que estamos vinculados a una localidad tan pequeña”, afirma. Se declara en estado “de shock”, y le abruma hablar, “porque es como reconocer que esto ha pasado de verdad, cuando hace apenas unos días estaban los tres, ellas dos y el marido de Rita, comprando, y aún tengo la sensación de que van a volver”.

Niqueas Sánchez insiste en la gran magnitud de la tragedia. “Han pasado muchas desgracias en la historia de Artenara, pero la sensación que tengo en mi caso es que es la más dura que he tenido que vivir”, asegura, antes de agregar: “Cuando muere una persona es muy fuerte, pero cuando son cuatro, y de una misma familia que con solo levantar la mano aparecían todos, es sencillamente pavoroso”.

Sánchez, que también es fundador de la asociación Empresarios de Artenara (Edarte), no logra explicarse qué sucedió esa noche del martes. “Durante todo el puente hubo un considerable volumen de asistencia, con muchísimas personas transitando por una carretera, y en su gran mayoría desconocedoras de sus tramos, ninguna de ellas con la experiencia de la familia fallecida. Y encima serían las últimas en pasar por ella, en una combinación de elementos imprevisibles que han convertido este siniestro en una gran desgracia para el pueblo de Artenara”, recalca.

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Rescate de los cuerpos de los fallecidos en el accidente de tráfico de Gran Canaria JUAN CASTRO

José Antonio Luján, cronista oficial de Artenara, pueblo de la comarca más elevada de la isla, no duda de la importancia que la familia y sus antepasados por vía materna han tenido para la localidad. Y se retrotrae al recuerdo del abuelo de las dos hijas fallecidas y su hermana Raquel, residente en Avilés. Casado con Margarita, “otra mujer ejemplar, muy prudente y trabajadora”, las iniciativas de Elías, que también llegó a ser concejal del Ayuntamiento y a constituir una funeraria, hicieron posible el paso de la cocina de leña, a la de gas, y el de dormir en los primitivos jergones de rellenos de pinocha a hacerlo en los modernos colchones Flex, “con la fórmula de ya me lo irá pagando cuando buenamente pueda”, algo por lo que no solo era conocido en Artenara, sino en toda la zona.

Asegura el cronista que la calidad humana y profesional de Marta, Rita y Raquel es consecuencia directa de la formación y el saber estar que recibieron de sus progenitores y abuelos. Y un espíritu emprendedor, que también viene de sangre. Como el que heredó su tío Pepe Bolaños, que tuvo la iniciativa de fundar el restaurante La Esquina, en plena plaza del pueblo, así como la única gasolinera de Artenara, y que además tuvo por un tiempo la adjudicación del también famoso restaurante La Cilla, todo esto tras trabajar en una plataforma petrolífera en el Golfo de Guinea. Su otra tía, Mary, también tiene su ascendente en el pueblo, como parte del área de Asuntos Sociales del municipio, mientras que Julián, hoy trabajador de Medio Ambiente, también fue concejal y comerciante, además de seguir manteniendo la finca La Laja, donde sus dos sobrinas echaban algo más que una mano cuando la faena lo requería.

Gráfico: La zona del accidente.

Todos ellos hermanos de Lucía, con quien se casó el asturiano José Iván García Buelga y madre de Marta, Rita y Raquel. Ella “también murió demasiado pronto, cuando las niñas aún eran pequeñas”. Esa orfandad prematura hizo que tanto sus tíos como el pueblo “las arropara y protegiera con especial atención como siempre se debe hacer en estos casos”, añade uno de los amigos de las tres hermanas, creando un vínculo irrompible desde entonces, del que ni siquiera Raquel –que vive desde hace años en Avilés, donde regenta una tienda deportiva– se ha movido un ápice.