Rubén Pérez de Ayala, el sacerdote que resultó este miércoles herido de gravedad en la brutal explosión de gas de la calle Toledo de Madrid, falleció ayer de madrugada, elevando a cuatro el número de víctimas mortales. El joven cura, de 35 años, fue ingresado en el Hospital La Paz con quemaduras de carácter grave que no fue capaz de superar. En el momento del suceso, la víctima se encontraba junto a David Santos Muñoz, otro de los fallecidos, revisando el estado de la caldera de gas del edificio parroquial de la iglesia de la Paloma, que funcionaba de forma deficiente. Pérez de Ayala fue ordenado sacerdote por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, el pasado mes de junio tras formarse en el seminario madrileño. La parroquia Virgen de la Paloma era su primer destino. Tras el fatídico accidente, el Papa Francisco trasladó su “cercanía y afecto” a Madrid “en estos duros momentos”.

Ayer fue identificado otro de los fallecidos: un vecino de la localidad madrileña de Fuenlabrada, de nacionalidad búlgara y de 46 años. Stefko Ivanov fue sorprendida por el estallido en la calle y previsiblemente murió por el impacto de alguno de los múltiples cascotes que se desprendieron del edificio.

Otro de los fallecidos es un albañil de nombre Javier y de 45 años, que trabajaba en el edificio de enfrente del lugar del suceso y vecino de La Puebla de Almoradiel (Toledo). Casado y con dos hijos, era obrero de la construcción y se desplazaba con frecuencia a Madrid para trabajar. A la lista negra de muertos se suman el sacerdote Rubén Pérez de Ayala y David Santos Muñoz, un electricista que acudió para ayudar con la instalación. Los Bomberos retomaron ayer las tareas en la zona, retirando los vehículos afectados por la caída de escombros y cascotes como consecuencia de la deflagración, que destrozó cuatro de las cinco plantas del edificio propiedad del Arzobispado.