TRAS SU CARTA DESDE PRISIÓN
La otra víctima de 'La Manada': "Si 'El Prenda' se arrepintiera de verdad, me hubiera pedido perdón a mí también"
La joven de Pozoblanco (Córdoba) denuncia el interés "perverso" y el "falso arrepentimiento" de su agresor

El Prenda, el día que fue detenido.
"Como la otra víctima, yo no me creo nada de la carta de 'El Prenda". Son palabras de la joven de Pozoblanco (Córdoba) de la que Antonio Manuel Guerrero, Alfonso Cabezuelo, Jesús Escudero y José Ángel Prenda abusaron sexualmente el 1 de mayo de 2016, dos meses antes de violar, junto a su amigo Ángel Boza, a una joven madrileña en un portal de Pamplona.
Tras saber que 'El Prenda' ha escrito una carta donde reconoce por primera vez la violación de Sanfermines y pide perdón a la víctima, como desveló CASO ABIERTO, el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica, la joven cordobesa asegura a este medio que no se cree las disculpas del líder de 'La Manada': "Para empezar, si 'El Prenda' se arrepintiera de verdad, habría dicho: sí, mis amigos y yo violamos brutalmente a la víctima en Pamplona. Reconocería los hechos sin paños calientes ni medias tintas y quizá me hubiera pedido perdón a mí también por lo que me hicieron".
Lo que le hicieron a ella cuatro de los cinco miembros de 'La Manada' fue, según las dos sentencias sobre el caso, meterla en un coche, inconsciente, y abusar de ella mientras Prenda lo grababa todo con el teléfono móvil de Guerrero, el guardia civil del grupo. Aprovecharon un trayecto de apenas 20 kilómetros entre las localidades cordobesas de Torrecampo, que aquella noche celebraba sus fiestas locales, y Pozoblanco.
"Durante el juicio me escucharon romperme, vieron cómo se me partía el alma y, lejos de pedirme perdón, intentaron ponerme nerviosa"
En esos dos vídeos, de 46 y 27 segundos, que el juzgado de lo penal número 1 de Córdoba tuvo en cuenta para condenar a los cuatro sevillanos, se ve a la joven "en aparente estado de inconsciencia" en el asiento trasero del vehículo, mientras sus agresores ríen, le abren la ropa y le realizan "reiterados tocamientos en su zona mamaria", y le dan besos en la boca, sin que ella reaccione ni mueva ni un músculo en ningún momento. Al final del vídeo se escuchan risas y dos frases: "Esto es Pozoblanco y esto es La Manada".
"Follarse a la bella durmiente"
Tras los abusos, José Ángel Prenda compartió los vídeos en dos grupos de whatsapp llamados "Manada" y "Peligro", integrados por otros 27 hombres, y escribió, refiriéndose a uno de sus amigos y al estado en que se encontraba la joven: "Vino de follarse a la bella durmiente". Han pasado cinco años; los cuatro sevillanos fueron condenados a dos años y diez meses por un delito de abuso sexual y otro contra la intimidad, una pena que en el caso de Prenda asciende a un total de cuatro años y medio por difundir las imágenes. La Audiencia de Córdoba confirmó la condena en noviembre de 2020.
La víctima cordobesa de 'La Manada' no quiere manifestarse sobre la condena que la justicia impuso a sus agresores. Sí lo hace sobre el reciente cambio de versión de Prenda. Para ella, hay un "interés claro y perverso" tras su "falso arrepentimiento": "En su carta no hay una sola palabra de disculpa por haber acusado de mentir a la víctima sobre la agresión sexual, por haberla desacreditado ante toda España. Imagino que de eso no se arrepiente porque no ha sido condenado por ello y, por tanto, no puede conseguir ninguna rebaja en su condena”, señala.
"Nosotras no les importamos"
"Lo importante no es que ella o yo los creamos. Que quede clara una cosa: esto no lo ha hecho por la chica de Pamplona, lo ha hecho por él. Nosotras a ellos no les importamos, por eso lo importante es que (Prenda) no consiga lo que quiere con esta mentira, que es tener beneficios penitenciarios, espero que la cárcel o el juez no tengan en cuenta sus peticiones", añade.
La víctima del primer ataque de 'La Manada' no olvida el comportamiento de los hombres que abusaron de ella durante el juicio celebrado en Córdoba: "Durante mi declaración me escucharon romperme, vieron cómo se me partía el alma y, lejos de pedirme perdón, intentaron ponerme nerviosa. Al otro lado del biombo que nos separaba, se cambiaron de posición y tosieron de forma exagerada para que los oyera. Yo tuve que ponerme gafas de sol y un gorro para proteger mi identidad, mientras los hombres que abusaron de mí se reían y burlaban".
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