Los policías que mataron al joven coruñés Diego Bello en Filipinas, en enero de 2020, defendieron que lo habían hecho en defensa propia. Según su versión, acudieron a la casa de Bello porque este era un traficante de drogas, y, cuando intentaron detenerlo, sacó un arma y empezó a dispararles, por lo que se vieron forzados a abatirlo. Este relato ya se había puesto en duda por la Comisión de Derechos Humanos del país asiático, que señaló que no coincidía con los testimonios y el perfil del joven coruñés. Ahora, un informe del NBI, un órgano del Departamento de Justicia filipino, establece que Bello no llevaba encima armas, ni disparó. Acusa a tres policías de ir a la casa de Bello con la intención de asesinarlo, de rematarlo a sangre fría cuando ya estaba herido, de manipular las pruebas y de cometer perjurio.

Las dudas del NBI, un departamento creado a imitación del FBI estadounidense y que se ocupa de la instrucción de ciertos crímenes especialmente graves, empiezan por el arma. Junto al cuerpo de Bello se encontró una pistola automática, que supuestamente extrajo de una riñonera en la que llevaba droga. Tenía rastros de pólvora en las manos.

Pero Bello no tenía licencia para usar armas, y dos de los empleados de uno de los negocios que poseía en Filipinas declararon que nunca le habían visto llevar una. No hay grabaciones o testigos diferentes a los policías que muestren al joven coruñés con la riñonera. Según la policía, la pistola había sido registrada décadas atrás por una empresa de tiro en otra parte del archipiélago filipino, que niega haberla poseído. El NBI considera esta historia “extremadamente sospechosa” .

Por otra parte, el NBI ve improbable que hubiese un tiroteo entre los agentes y Bello de la forma en que lo describieron los policías. El primer motivo de sospecha es que Bello fue el único herido, mientras que, si hubiese hecho disparos contra los agentes a pocos metros, como estos aseguraron, “sería de esperar que hubiese heridos en ambos bandos, debido a que sus posiciones relativamente próximas”. Además, los agentes declararon que se cubrieron cuando empezaron los disparos, pero los casquillos de las armas se encontraron entre la casa de Bello y la de una vecina, un espacio abierto en el que no hay cobertura.

Los casquillos también dejan en evidencia otra de las afirmaciones de los agentes, que afirmaron que el joven coruñés intentó alejarse de ellos durante el tiroteo. Los casquillos de la pistola que supuestamente empleó Bello formaban un triángulo en el suelo torno a las posiciones de los policías, con lo que el joven “estaría, en esencia, moviéndose alrededor de ellos; una acción que es contraria a la reacción natural de una persona que huya para escapar”, dice el informe de los investigadores.

Por último, y “sorprendentemente”, según el NBI, en la zona en la que se habría producido el tiroteo no hay manchas de sangre, ni agujeros en las paredes por las balas perdidas. A las pruebas forenses se suman inconsistencias derivadas de las declaraciones de testigos que, si bien no presenciaron el tiroteo, sí lo escucharon.

Estas discrepancias llevan a los investigadores a afirmar que el relato de los policías es “obviamente un montaje” pergeñado para “ocultar” lo que verdaderamente ocurrió, y en el que intentaron “hacer parecer que el incidente fue el resultado de un encuentro armado legítimo”.

Asesinato con agravantes

Y no fue un montaje improvisado para tapar un disparo espontáneo, sino una conspiración criminal para cometer y excusar un asesinato. El NBI considera que las acciones de los policías, “antes, durante y después de la muerte de Diego, muestran sin lugar a dudas una relación causal”, apuntando a “un propósito conjunto, una unidad de acción y un interés común: matar a Diego”, por lo que califican los hechos de asesinato con dos circunstancias agravantes: “abuso de fuerza superior y premeditación evidente”.

Sobre el abuso de fuerza, el NBI parte de que todo apunta a que Bello estaba desarmado, con lo que tres policías podían haberlo reducido sin usar armas de fuego. En cambio, “la autopsia muestra claramente que los agentes optaron por realizar numerosos y letales disparos contra su víctima”. Diego Bello recibió hasta seis heridas de bala por todo el cuerpo. Una de ellas entró por la oreja derecha y salió por el cuello.

Esta herida, según reconstruyen los investigadores a partir de pruebas forenses y descripciones de testigos, fue la última, cuando Bello ya había sido herido varias veces y estaba “medio sentado o medio tumbado” dentro del murete que formaba el perímetro de su casa, donde se encontró su cadáver.

Según la policía, Bello habría saltado este murete durante el tiroteo y realizado un último disparo, mientras que los agentes no habrían disparado en esa zona. Pero, además de un casquillo de la arma que supuestamente pertenecía a Bello, se encontró otro “cerca del sitio donde se encontró a Diego”, y, según las pruebas balísticas, pertenece al arma de uno de los policías. Este le habría disparado a sangre fría el tiro de gracia.

El informe lamenta el fallecimiento de “un joven prometedor” a manos de “supuestos hombres de la ley” y señala que “la disposición a disparar primero y pensar después no tiene ningún lugar decente en una sociedad civilizada”, por lo que pide que se juzgue a los agentes.

Según ha declarado uno de los abogados de la familia, Guillermo Mosquera, los policías tienen hasta el lunes que viene para presentar alegaciones, y después la acusación particular podrá presentar su propia argumentación. Si se considera que hay indicios suficientes de delito, y Mosquera cree que así es, empezará el juicio. La asociación Xustiza para Diego, en la que participa la familia, está reuniendo dinero para pagar los gastos con la venta de un CD y ropa de la colección Mamonsurfco. Se pueden pedir por WhatsApp en el teléfono 650 694 900.

Los policías inventaron que los acompañaban agentes antidroga

Los agentes implicados en la muerte de Bello, miembros de la Policía Nacional filipina, afirmaron que vendía drogas. En declaraciones a la prensa tras la muerte, llegó a decirse que era el traficante “número uno” de la zona en la que residía. Pero, fuera de los propios policías y de un supuesto confidente, cuya identidad se mantiene oculta, no hay ningún testigo que relacione al joven coruñés con el narcotráfico. Junto a su cadáver los policías, a los que el NBI acusa de manipular pruebas, declararon que encontraron unos recipientes que resultaron tener cocaína, pero no se encontraron trazas en el cuerpo. Y el NBI ha establecido que los policías mintieron en un punto importante. Estos declararon que en la operación participaron miembros de un grupo de la PDEA, el brazo ejecutivo de la agencia antidrogas filipina, pero esta agencia negó su participación en la operación, y afirmó que los agentes de la unidad a la que se refirieron los policías estaban todos en una recepción en otro lugar. La PDEA también registró que Bello no estaba en ninguna lista como sospechoso de haber participado en el narcotráfico. Esto se une a los testimonios en este sentido de una autoridad municipal de la zona y una empleada del joven.