El cadáver responde a un varón de 54 años, de complexión media, en posición de cúbito supino en el interior de la bañera, presenta 53 puñaladas en la cara anterior y posterior del cuerpo, sus genitales están ocultos entre sus piernas y una peluca negra ha sido depositada sobre sus pies. Así describió el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón el hallazgo del cádaver Francisco José (Paco) Lozano Gadea, un albañil natural de la localidad zaragozana de Ariza, en su domicilio de la capital aragonesa. Su caso, el conocido como el crimen de la calle Moncasi (vía en la que se ubicaba su vivienda), ocurrió en enero del 2007 y su familia todavía sigue esperando que el autor de semejante brutalidad pague con la cárcel por ello. Muchos fueron los sospechosos, uno acabó en el banquillo, pero un jurado popular leyó un veredicto de no culpabilidad y quedó libre.

La investigación de este caso conmocionó Zaragoza porque recordó al ocurrido diez años antes por el profesor de griego Antonio Caparroso, de 51 años. Ambos mantenían numerosas relaciones con jóvenes de 25 a 30 años que visitaban sus respectivas viviendas. En el asunto Moncasi, la Policía Nacional descubrió una agenda de contactos con más de 400 hombres y diez tenían una copia de las llaves del domicilio en el que ocurrieron los hechos. La consecuencia de todo es que en la vivienda se encontraron un centenar de huellas diferentes y para complicar aún más las pesquisas el arma blanca empleada no estaba por ningún lado. Los agentes buscaron infructuosamente el arma del crimen tanto en las alcantarillas próximas al sector de Moncasi como en un amplio tramo del río Huerva, próximo a la vivienda, con la colaboración de buceadores de Bomberos.

La calle Moncasi, vía en la que se ubicaba la vivienda de la víctima.

El hecho de que la víctima fuera homosexual llevó a los investigadores a barajar el crimen homófobo o pasional, pese a que se encontraron las habitaciones de la vivienda revueltas y la ropa había sido sacada de los armarios.

Dos años fue el tiempo que llevó al Cuerpo Nacional de Policía detener al que fuera su principal sospechoso, al que no detuvieron, y que curiosamente se llamaba y apellidaba igual que la víctima. Casado, con una hija y esperando otra, negó que fuera homosexual y explicó, tanto a los agentes como a su familia, que lo único que había tenido con el fallecido había sido un encuentro para "saber lo que era" en el 2006, es decir, meses antes. 

Lo que hicieron, según declaró, fue masturbarse mutuamente, si bien le causó "asco", por lo que aseguró que no volvió a mantener relaciones con él y que ese día abandonó la vivienda de la víctima tras darle un empujón. Los informes policiales indican que se cruzaron 61 mensajes entre esa fecha y la del crimen.

"Qué ropa me pongo"

Dieron con él tras analizar el teléfono móvil de la víctima. Era una época en la que no había Whatsapp, sino mensajes cortos de texto a través de SMS. Ambos participaban en el servicio de contactos de una televisión local. El 22 de enero del 2007, el sospechoso mandó a la víctima cuatro mensajes en los que le proponía quedar. Este le respondió poco antes de las siete de la tarde: "A la noche te espero, qué ropa me pongo, amor". Lozano Gaceo moriría desangrado a las tres horas de la siguiente madrugada. El hombre llegó a enviarle varios mensajes más el 24 de enero. Para la Policía fue una coartada, más aún cuando confesó sin la presencia de su abogado defensor, José Luis Melguizo. Pero importante fue otro detalle: cuando detuvieron a Fran, su compañera sentimental y unos cuñados también le implicaron.

Todo ello llevó al magistrado titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza, encargado de dirigir la tortuosa investigación, a decretar la entrada en prisión de Francisco (Fran) Lozano un 3 de diciembre de 2008.

Pruebas recogidas por la policía, entre las que se encontraba la peluca que apareció en los pies de la víctima.

En el juicio con tribunal popular esas pruebas inculpatorias no sirvieron de nada puesto que la Audiencia Provincial de Zaragoza las declaró ilegales tras impugnarlas su letrado. La magistrada que echó atrás esta prueba dio un tirón de orejas a la Unidad Central de Homicidios de Madrid que relevaron a los policías zaragozanos en la investigación en julio del 2007, afirmando que en cuanto hizo dicha declaración debían de haberla suspendido, detenido al inculpado y designarle un abogado. Al no hacerlo se conculcó su derecho a la defensa.

Durante el juicio no pudo tratarse esta cuestión, pero sí sobrevoló. Los policías afirmaron que Fran fue el único que afirmó haberse vestido de mujer, haber llevado una peluca –ésta apareció a los pies de la víctima– y que sintió "asco y humillación" por realizar relaciones homosexuales. "Nunca le pusimos la imagen completa del cadáver, sólo la cara y nos describió como estaba", dijo uno de los investigadores.

El acusado reconoció ante la policía haberse vestido de mujer y haber llevado una peluca durante su cita con la víctima

Por contra, el acusado, que afrontó 18 años de prisión, aseguró que le presionaron durante las sucesivas declaraciones para que dijera que era el autor de los hechos, llegando incluso a insultarle y a asegurarle que tenían suficientes pruebas contra él. Una declaración similar hicieron los familiares que le habían señalado, y durante la vista oral afirmaron que testificaron bajo la amenaza de ser encartados por encubrimiento y que firmaron las confesiones sin leerlas.

El principal sospechoso por el crimen fue declarado no culpable por un jurado popular.

Otro sospechoso

Los investigadores tuvieron una larga lista de sospechosos. Uno destacó especialmente porque su huella palmar apareció impresa sobre la pared del baño y encima de la bañera en la que fue encontrado el cadáver. Era su vecino del piso de arriba, también homosexual. En un primer momento no lo localizaron porque estaba en Londres. Pensaron incluso que había huido, si bien lo acabaron descartando porque era zurdo y la huella era diestra.

Pero no fue el único. Destacó un adolescente que también quería romper con Paco y que la tarde previa al crimen cruzó quince llamadas y mensajes con este. En algunos, la víctima le decía que iba a ayudarle a salir del armario, lo que llevó a la Policía a pensar que pudo haberlo matado para evitar que se enteraran que era gay. El joven afirmó en el juicio que nunca quiso hacerle daño porque pretendía decirles a sus padres que era homosexual. Insistió a los investigadores en que se enteró de la muerte de Paco un día antes de aparecer el cadáver.

El tercero fue un padre de familia que hacía escapadas los domingos por la mañana para ver a Paco y cuyo dactilograma estaba impreso en un grifo, porque la vida rutinaria y hogareña que llevaba entre semana no casaba con un crimen cometido de madrugada.

La consecuencia de todo fue que el 29 de noviembre del 2010 un jurado popular acabara dando la razón al abogado José Luis Melguizo, quien defendió que no había suficientes pruebas "directas o indirectas" como para incriminar a su cliente. Entre otras cosas, alegó que muchas de sus lagunas mentales se debían a un accidente de coche que le dejó secuelas neuronales. Tras quedar libre, Fran no pudo evitar, entre lágrimas, apretar las manos de los nueve miembros que no le condenaron a prisión.