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La lacra del machismo

El padre de la mujer asesinada en Vilanova del Camí: "Le dije que era violento pero no me hizo caso"

Antonio, padre de África, la cuarta de las cinco mujeres que la violencia de género ha enterrado este 2022, asegura que lo peor comienza ahora, cuando debe aceptar que no volverá a verla jamás

África, mujer asesinada por su exnovio en Vilanova del Camí.

África Arias nació el 10 de julio de 1977 en Vilanova del Camí, una población de la comarca de Anoia casi aneja a Igualada. Tuvo dos hijos: un niño y una niña. Y murió el pasado 15 de abril, cuando su exnovio decidió asesinarla. África es la cuarta de las cinco mujeres que ha enterrado la violencia machista en Cataluña este 2022.

La familia de África se instaló en este municipio del centro de Cataluña procedente de Andalucía y de Extremadura. En el tejado del domicilio ondean banderas que recuerdan los orígenes de la familia. Ahora su padre Antonio ha colocado en el vestíbulo un estante para sostener el reposo de lo que queda de ella: cenizas. Contra la urna, Antonio ha apoyado una fotografía en la que aparece sonriente, es la última que se tomó en vida justo después de tomar la meditada decisión de cortarse el pelo. "No sabía si cortárselo o no y me preguntaba qué hacer. 'Es tuyo', le dije, 'haz lo que quieras'. Al final se animó. Estaba guapísima". Junto a la imagen, Antonio ha colocado los retratos de sus padres y de sus abuelos. Un santuario doméstico, un intento de seguir junto a ella. O de acercarla a sus ancestros.

Su padre abre la puerta a este diario y duda durante varios segundos si aceptar o no una entrevista para hablar de África. Accede a hablar pero no quiere fotografías –cede una copia de la última fotografía que conserva de África– y tampoco permite que se registre su voz de ninguna manera. Antes de comenzar a responder preguntas, asegura que siente que debe entregar su testimonio, porque lo ocurrido debe saberse, pero desliza que ya no cree que sirva de nada contarlo porque la ley no sabe impedirlo.

Madre de dos hijos

“Mi hija era muy cariñosa, siempre recibía a la gente con una sonrisa”, comienza a describirla. África tuvo el primero de los dos hijos con solo 19 años, prosigue. Aquel primer matrimonio aún engendró a una segunda hija antes de disolverse. Con la separación, África prácticamente volvió a instalarse en casa de Antonio. "Mis dos nietos se pasaban el día aquí y África, joven como era todavía, podía haberlo aprovechado para salir de fiesta, para escaparse los fines de semana. Pero rara vez lo hacía. Quería estar con ellos". 

Hace unos 3 o 4 años, África comenzó una relación sentimental con el hombre que ha terminado asesinándola. Cuando se le pregunta a Antonio cómo se llama este hombre, el padre engulle saliva que parece veneno, y masculla: "Jonathan". 

“Él ya había maltratado a otra mujer”, explica Antonio. “Y yo se lo dije a África: es un hombre agresivo, violento, no me gusta", recuerda. "Pero los hijos no hacen caso a sus padres", lamenta. "Y además, ella estaba enamorada, no quería verlo", concluye. 

Desde el principio, Jonathan trató de aislar a África de su familia. "No quería tener relación con sus hijos y no le gustaba que viniera aquí –dice en alusión a la casa de Antonio–". Es una maniobra frecuente en las relaciones tóxicas, que perciben el entorno de la víctima como una amenaza. Pero el padre de África no se ha dado cuenta ahora de lo que indicaba aquel alejamiento. "África no quiso decirnos nada. Para no preocuparnos", se atormenta.

La separación

Dos meses antes de morir apuñalada, África quiso cortar con Jonathan. Pero Jonathan se negó a marcharse de la casa que ambos habían compartido en el vecindario de Camp del Rei. "Como ni ella ni la niña querían dormir junto a él, cada noche las dos se subían a la planta de arriba para no tenerlo cerca", subraya Antonio. La madrugada del 15 de abril, en plena Semana Santa, Jonathan entró en la residencia cuchillo en mano, subió hasta donde dormía África y le quitó la vida. "Quiso hacer lo mismo con la hija, a quien golpeó e incluso cortó con el cuchillo, pero no pudo".

Antonio cuenta que la policía local le explicó que Jonathan antes de cometer aquel crimen había llamado a su madre para explicarle sus intenciones. Y que la mujer creyó a su hijo y llamó a los agentes municipales. Pero la patrulla que enviaron a la casa de África no llegó a tiempo. "Me dijeron que cuando llegaron, Jonathan se entregó y soltó que ya había podían llevárselo porque ya había hecho lo que quería hacer". Antonio añade que actualmente está en la cárcel, preventivamente, a la espera del juicio que afrontará por matar a su hija y atacar a su nieta. Reconoce sin rodeos que tiene ganas de hacer con Jonathan lo mismo que él ha hecho con ellas.

"Lo peor no ha pasado", concluye un mes después del crimen. "Es ahora cuando comienzo a darme cuenta de que no volveré a verla, de que no podré volver a abrazarla". 

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