Asesinato
Miguel, el guardia civil jubilado, confiesa cómo se deshizo de su mujer en Las Palmas: "Herví, congelé y sequé los restos"
La Policía Nacional logra que el descuartizador del sur de Gran Canaria se desmorone al mostrarle un informe que revela que falsificó la letra de su pareja
La carta de despedida falsa aseguraba que María Dolores Illan no quería que la buscaran

María Dolores, la víctima, con Miguel, su marido y presunto asesino, junto al edificio en el que él vivía en Las Palmas de Gran Canaria / Andrés Cruz
Carlota Barcala
Creyó cometer el crimen perfecto y durante cinco años consiguió ocultarlo. Miguel Gallego Pousada preparó toda su coartada, escondió pruebas e inventó versiones que le funcionaron durante un lustro. María Dolores Illan Méndez, Loli, su mujer, y él discutieron el 18 de marzo de 2020 en el piso donde residían en Playa del Inglés desde hacía seis años, cuando se mudaron a Gran Canaria desde Cataluña, donde él era guardia civil. Ella lo abofeteó y él se fue de la vivienda. Cuando regresó, Loli ya no estaba. Solo encontró una nota de despedida en la que le pedía que no la buscara, que no quería saber nada de él ni de su familia. Su desaparición fue voluntaria, dijo, pero todo esto era mentira.
Esa fue la historia que Miguel, de ahora 70 años, narró a los agentes de la Comisaría de Policía Nacional de San Bartolomé de Tirajana el 11 de marzo de 2021, un año después del presunto crimen, cuando acudió a denunciar la marcha de su esposa. La Policía Nacional lo tuvo desde el primer momento en el punto de mira y, aunque intentó cubrirse bien las espaldas, ha logrado demostrar esta semana que su versión era falsa. Al verse acorralado, reveló la verdad.
"Discutimos, se desnucó y la descuarticé en trozos pequeños, de unos cinco centímetros", confesó este martes, durante el interrogatorio. Pero hubo más, ante los agentes se mostró colaborador y dio detalles de cómo se deshizo de las pruebas y, sobre todo, de los restos de Loli.
El guardia civil jubilado precisó con tranquilidad que, tras descuartizar a su pareja en el baño del domicilio, hirvió presuntamente algunas de las partes del cuerpo; otras las congeló y otras las puso a secar sobre unos plásticos con los que cubrió el suelo del piso, informan a LA PROVINCIA/Diario de Las Palmas fuentes cercanas al caso. Eso –afirmó– lo hizo durante las dos jornadas posteriores al presunto asesinato.
Todo ocurrió a mediados de marzo de 2020, cuatro días después de que se decretase el estado de alarma por el Covid, en un piso situado en el número 1 de la calle Helsinki, en Playa del Inglés. Allí vivían desde hacía seis años Miguel y Loli, tras mudarse desde Vilassar de Mar, donde él trabajó durante décadas como Guardia Civil y donde dejaron a sus dos hijas con las que, al parecer, no tenían relación.
Ese día fatídico, según la versión que Miguel ofreció a los investigadores esta semana, el matrimonio discutió y Loli le dio una bofetada. Él la empujó o trató de apartarla y, por ese gesto, ella cayó, se golpeó la cabeza y se desnucó. Loli, que entonces tenía 59 años y que este 14 de febrero habría cumplido 64, murió en el acto. No constan denuncias previas por malos tratos.
En una mochila
El relato del agente jubilado continúa con el desmembramiento del cadáver "con una sierra, un martillo y un cuchillo", las herramientas "que tenía en casa". Y ahí, colaborador, sosegado e incluso con frialdad dio todo tipo de datos macabros, tal vez con la idea de buscar una reducción de condena al ayudar a las autoridades. Afirmó, añaden las fuentes consultadas, que los trozos pequeños los introdujo "en una olla", presuntamente, para que no desprendiesen olor; otros los intentó congelar y otros los puso a secar sobre los plásticos distribuidos por el salón de su casa. El relato, en un interrogatorio que duró horas, fue terrorífico.
Luego, los restos óseos los introdujo en una mochila y, cada vez que salía de casa, los esparcía por la Isla, siempre en el sur. Algunos de esos sitios fueron los parterres que rodean el centro comercial Tropical, en Playa del Inglés, a un kilómetro de su piso, donde trató de ocultarlos con piedras y algunas malas hierbas. En esos puntos señalados, el miércoles, los agentes de la Policía Nacional localizaron huesos que ahora serán analizados, primero, para saber si son humanos, y segundo, para tratar de cotejarlos con el ADN de Loli.
Otro lugar fue un descampado de El Veril, que también peinó la Policía Nacional. Los agentes continuarán buscando pruebas en las localizaciones señaladas.
Durante la declaración, los agentes todavía tenían incógnitas que despejar. Una era por qué acudió a denunciar la desaparición, en marzo de 2021, un año después de cometer el crimen, como avanzó este diario. Al parecer, con la recuperación de la normalidad tras la pandemia, las conocidas de Loli le empezaron a preguntar dónde estaba su mujer. Él necesitaba una coartada y esa coartada fue su desaparición voluntaria.
Prueba caligráfica
El otro punto clave es qué le lleva a confesar cinco años después de descuartizarla. Miguel se desmoronó (la única vez que lo hizo) cuando los agentes le mostraron el resultado de la prueba caligráfica a la que habían sometido la supuesta carta de despedida de Loli. No había lugar a dudas: ella no la escribió. Esclarecer este dato fue una tarea más complicada de lo que los Policías pensaban porque tardaron años en hallar suficientes manuscritos de la víctima con los que los peritos pudiesen cotejar la nota de abandono.
Miguel se vio, en ese momento, acorralado en un interrogatorio en el que estuvieron presentes incluso expertos de la Sección de Análisis de Conducta de la Policía llegados desde Madrid. No tenía escapatoria, aunque hasta que le mostraron esa prueba su actitud era, todavía, de negación.
Estaba citado como testigo y no esperaba salir esposado y acusado de un presunto delito de asesinato. "Yo no sé dónde está", subrayó. "No sé qué pasó con ella", "ella se fue", "no he vuelto a saber nada de ella" fueron las frases que pronunció durante buena parte de la cita. Hasta que le mostraron el resultado del informe sobre la caligrafía. Miguel se vino abajo, durante unos instantes, aunque pronto se recompuso.
Un día más tarde, el miércoles, participó junto a la comitiva judicial en la localización de los restos óseos por el sur de la Isla, en esos enclaves que él indicó; y el jueves estuvo presente en los registros de sus dos viviendas.
Las herramientas
Uno fue en ese piso en el que se cometió el crimen. Allí, agentes de la Policía Científica hallaron sangre en el baño, pese al tiempo que ha pasado. Luego se trasladaron a la calle Juan Rejón, en Las Palmas de Gran Canaria, donde Miguel vive desde hace dos años con una nueva pareja, una mujer que desconocía el pasado del guardia civil. En ese domicilio, la Policía intervino herramientas que también serán analizadas para saber si las utilizó para descuartizar a Loli.
La colaboración del autor confeso duró, eso sí, poco. Ante la jueza prefirió guardar silencio y se acogió a su derecho a no declarar. La magistrada ordenó el jueves su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza. Desde hace dos días duerme en la cárcel de Las Palmas II (Juan Grande).
El Ministerio de Igualdad condenó este viernes el asesinato por violencia de género y lo ha sumado ya a las cifras que la lacra machista dejó en 2020 en todo el país. "Con la confirmación de este caso, el número de mujeres asesinadas por violencia en la pareja o expareja en España en 2020 asciende a 52. Desde 2003, cuando se empezaron a recopilar estos datos, el número de mujeres asesinadas por violencia de género en España asciende a 1.296", especificaron desde Igualdad en un comunicado.
Loli es esa víctima número 1.296. Cinco años después, la Policía Nacional logra resolver uno de los casos más atroces que se recuerdan en Gran Canaria.
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