Biodiversidad
El miedo a grandes carnívoros como el lobo está más vinculado a la percepción social que a su abundancia real
Un estudio realizado en Chile con pumas y que se puede extrapolar a Europa constata que el conflicto entre ganadería y fauna no depende de los cambios poblacionales sino de un rechazo consolidado en el ideario colectivo

Lobos ibéricos. / EP
Guillem Costa
Lo que sucede en la Patagonia chilena con los pumas y los ganaderos no es tan diferente de lo que sucede en Europa con animales como el lobo y el oso. Mientras algunos ven a estos carnívoros como especies icónicas y majestuosas que se deben conservar, otros las perciben como una amenaza que pone en riesgo su actividad económica, puesto que todos estos grandes depredadores pueden causar ataques a rebaños.
No obstante, un nuevo estudio publicado en la revista inglesa 'People and Nature' demuestra que a menudo, la sensación de peligro de los ganaderos no coincide con la situación real del carnívoro en cuestión, al menos en la reserva de la biosfera Torres del Paine (Chile) y las áreas colindantes. "Las conclusiones a las que hemos llegado se pueden aplicar a conflictos con el lobo que ocurren en España", considera Esperanza Iranzo, la científica del CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales) que ha liderado la investigación.

Un puma en el Parque Nacional Torres del Paine, en la Patagonia chilena. / Fotografía del libro 'Panteras' de Andoni Canela
"Nuestro objetivo era analizar qué opinaban los ganaderos de la presencia de pumas en la zona", cuenta Iranzo en conversación con EL PERIÓDICO. Se realizaron encuestas en momentos diferentes, a lo largo de 10 años. Se les preguntaba a la gente qué amenaza suponían los pumas, cuánto dinero perdían por culpa de sus ataques y cuántos individuos había aproximadamente. "Las respuestas fueron llamativas porque con siete años de diferencia prácticamente no cambiaron", afirma la investigadora. En cambio, la población de pumas sí se había modificado. En concreto, había aumentado, según los censos que estaban llevando a cabo los científicos.
Desajuste
Aunque la abundancia de pumas iba a más, los ganaderos no consideraban que había más pumas. "Lo percibían como algo más dañino pero no había una correlación sino que existía un desajuste entre la realidad y su punto de vista", expone Iranzo. El malestar y rechazo hacia el puma, por tanto, no parece estar relacionado con su presencia real, sino con una percepción social y cultural arraigada sobre los grandes depredadores.
Además, el estudio revela un descontento con la forma en que la administración gestiona el conflicto –no existen medidas compensatorias por ataques al ganado–, así como una desigualdad entre propietarios de fincas: mientras que aquellos con mayores recursos económicos comienzan a beneficiarse del turismo de observación del puma, los de menor poder adquisitivo siguen enfrentando dificultades. De hecho, pese a que ciertos ganaderos que obtienen ingresos gracias al turismo asociado al puma continúan mostrando desconfianza hacia el animal.
A todo esto, habría que añadir el choque inicial cuando los carnívoros se asientan en un nuevo territorio. "Cuando alguien lleva tiempo conviviendo con un animal que le causa problemas, da igual que haya más o menos porque se normaliza la tensión", dice la investigadora. "En cambio, cuando el depredador coloniza una nueva área el impacto es más intenso y puede generarse la idea de que hay más de los que realmente habitan la zona", advierte. En Cataluña, en estos momentos, la cantidad de lobos que hay es muy baja. Sin embargo, se está viviendo este momento de primer encontronazo y su presencia está provocando un malestar importante en una parte destacada de los payeses y pastores.
Iranzo sostiene que en Chile, aunque el puma sea parte del patrimonio y pueda llegar a generar beneficios para el turismo, está muy interiorizada la afirmación de que el puma es "malo".
Equilibrio ecológico
El caso de la Patagonia también sirve para ejemplificar cómo funcionan las cadenas alimentarias en la naturaleza. "La presa fundamental del puma es el guanaco [un camélido salvaje que es herbívoro y cuya domesticación ha dado lugar a las llamas], pero las poblaciones de ambas especies disminuyeron por la caza", detalla Iranzo. ¿Por qué se capturaron? Los pumas para reducir los ataques a las ovejas y los guanacos porque se comían parte de los pastos.
El equilibro del ecosistema se rompió y las relaciones tróficas se desencajaron. Pero cuando más de 60 años atrás las Torres del Paine fueron declaradas como Parque Nacional y se prohibió la caza, la población de guanacos y pumas se recuperó y empezó un conflicto social entre pumas y ganaderos que aún no tiene una solución óptima por parte de la Administración.
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