Protección de la infancia en Cataluña
Las agresiones sexuales de Teófilo a la niña de L'Hospitalet empezaron un año antes de entrar en la DGAIA
El equipo EAIA que atendió a la menor no detectó los abusos que había sufrido hasta que ella los verbalizó
Fuentes del organismo justifican que dejaron que se fuera a vivir con su novio de 25 años porque amenazó con más fugas: desde entonces, mantienen, acude a la escuela y al psiquiatra

Teófilo Lapeña, principal acusado por esta red de pederastia. / EP
Las presuntas agresiones sexuales de Teófilo Lapeña Martínez, el electricista acusado de liderar la red de pederastas del Raval, a la niña de 12 años de L'Hospitalet de Llobregat empezaron un año antes de que esta entrara bajo la protección de la DGAIA (Direcció General d'Atenció a la Infància i l'Adolescència de la Generalitat), según consta en la declaración judicial de la menor, en el sumario de la causa y ha podido confirmar EL PERIÓDICO.
La menor vivía en casa de su madre, enferma de cáncer, cuando en abril de 2020 se abrió una cuenta en la red Badoo. En mayo de ese año se produjo la primera agresión sexual, según detalla el escrito de acusación de la fiscalía contra Lapeña. Y pasó un año antes de que la menor ingresara, en mayo de 2021, en un centro bajo la guarda de la DGAIA, tal como ha podido saber este diario. Fueron los educadores del centro quienes, meses más tarde, tras detectar comportamientos de riesgo y hablar con la menor, descubrieron vídeos e imágenes de los abusos. En octubre de ese año, la niña acudió a una comisaría de los Mossos d'Esquadra a presentar la denuncia, acompañada de sus padres y sus educadores.
Los abusos empezaron en mayo de 2020 y se prolongaron hasta octubre de 2021, cinco meses después de entrar en el centro de la DGAIA
La niña, que en mayo de 2020 cumplió 13 años, vivía una situación de extrema vulnerabilidad: sufría acoso escolar y la realidad en casa, con conflicto familiares, era muy compleja, ya que, además, su madre estaba gravemente enferma. El pederasta se aprovechó de esta situación para captar a la menor, que nunca llegó a mentir sobre su edad real. "Me gustan pequeñas", declaró la adolescente que le había dicho el hombre en sus primeras conversaciones en las redes.
Edad mínima de consentimiento
El primer encuentro fue en el centro comercial Finestrelles, en Esplugues de Llobregat y lindando con L'Hospitalet. A los pocos minutos de encontrarse, Lapeña llevó a la menor en su coche hasta el piso que tenía en el barrio del Raval de Barcelona y allí la agredió sexualmente, según su declaración. "Yo no hice nada, tenía mucha vergüenza, era la primera vez que hacía algo de sexo", relató ante el juez sobre aquel encuentro. El ordenamiento jurídico español considera que los menores de 16 años no están capacitados para consentir relaciones sexuales. Ella estaba a punto de cumplir los 13 años.
Tras este primer encuentro, las agresiones sexuales se fueron repitiendo a lo largo de los meses. La niña fingía que se iba a la escuela y se encontraba con Lapeña. A veces los encuentros eran en Finestrelles, otras en los alrededores de la plaza Española de L'Hospitalet de Llobregat y otros directamente en la casa del presunto pederasta en el Raval.
Fue entonces cuando Lapeña creó una cuenta de Instagram donde colgaba fotos y vídeos sexuales de la menor para captar al resto de pederastas de la red. A través de esta cuenta, contactaba con otros hombres, a los que ofrecía tener relaciones sexuales con la niña.
Chantaje y manipulación
Teófilo creó un clima de chantaje emocional, aprovechándose de la vulnerabilidad, la sensación de soledad y las necesidades de afecto de la menor, y convirtió el piso del Raval en una especie de prisión. La vivienda, cuyo acceso controlaba el acusado a través del móvil, contaba con sistema de videovigilancia en varias dependencias. El procesado alquilaba estancias y la menor no podía salir de la habitación. "Decía que no me podían ver en la casa", declaró. A lo largo de los meses, tejió una telaraña siniestra y manipuladora alrededor de la menor: se "enfadaba" ante sus negativas a mantener relaciones y la ignoraba si se quejaba de dolor. "Ella hará lo que yo diga", declaró que repetía.
El pederasta creó un clima de chantaje emocional, aprovechándose de la vulnerabilidad y las necesidades de afecto de la menor
Para evitar el control de su madre, la menor le contó que iba a casa de Lapeña porque allí vivía una amiga suya enferma de cáncer. La mujer, preocupada por las fugas y ante el avance de su enfermedad, en abril de 2021, y junto al padre, solicitaron la intervención del Equipo de Atención a la Infancia y Adolescència (EAIA) de L'Hospitalet de Llobregat para ayudar a la niña. El ingreso en les Cases d'Infants se produjo un mes más tarde, en mayo. Fue en este centro en el que la menor verbalizó por primera vez los abusos al personal del EAIA. "Se lo quería decir a mi madre pero me daba miedo", explica en su declaración. En un primer momento los especialistas no detectaron que estaban ante una niña que había sufrido agresiones sexuales.
Muerte de la madre
Aunque los padres seguían con la tutela, la intención era que la niña trabajara la relación con su padre y pudiera volver a casa, dado que el diagnóstico médico de su madre era grave. La menor sostiene en su relato que, una vez dentro del centro, solo se escapó una vez para encontrarse con Lapeña, con el que estuvo con él varios días. Según la investigación, los abusos de Lapeña a la menor se prolongaron hasta octubre de 2021. La última vez que la menor volvió al Raval fue con su educadora, a la que le mostró el lugar de los hechos. Ese octubre, la niña, junto a sus padres y los educadores, presentó la denuncia ante los Mossos.
La niña siguió dos años más en el centro bajo guarda de la DGAIA. Durante ese periodo su madre falleció. La tutela la mantuvo su padre, pero poco antes de cumplir los 16 años, el hombre comunicó que la niña quería irse a vivir con un joven de 25 años. Según ha podido saber este diario, el EAIA de L'Hospitalet pidió que la niña siguiera en el centro y que se le retirara la custodia al padre, pero la DGAIA lo rechazó. "La niña nos dijo, cuando la entrevistamos, que si la hacíamos ingresar en el centro se fugaría cada día. Desde que vive con esta persona asiste a diario al centro de nuevas oportunidades y a su cita con el psiquiatra", justifican a EL PERIÓDICO fuentes de la DGAIA.
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