Ayer nos dejó Aurelio Menéndez, y hoy siento una gran pena al escribir estas líneas de recuerdo en su memoria. Ha sido una magnífica persona, un extraordinario jurista y un ejemplo para todos. Es una gran pérdida: le vamos a echar mucho de menos. Se va al tiempo que su buen amigo y compañero Manuel Olivencia. Los primeros tres días de 2018 han sido devastadores para el derecho mercantil español, que ha perdido a dos de sus figuras más prominentes.

Conocí a don Aurelio -así le llamamos todos en el despacho- en 1983 cuando me entrevistó para entrar en Uría Menéndez. Es fácil imaginar la impresión que causó el maestro en el joven estudiante de Derecho. Ya entonces me cautivaron su señorío, su exquisita educación, sus buenas maneras, su bonhomía y su humanidad.

Años después me hizo el gran honor de aceptar dirigir mi tesis doctoral sobre las ofertas públicas de suscripción y venta de valores. Recuerdo que cuando le llevé el texto, tras muchas horas de trabajo, observó que le faltaba doctrina alemana. Yo me excusé alegando mi falta de conocimiento de la lengua de Goethe, pero no se dejó conmover y me exigió que la completara. Hasta que no quedó satisfecho, no me dejó defender la tesis ante el tribunal.

Don Aurelio ha sido una de las personas más inteligentes que he conocido. En el despacho decíamos que "oía crecer la hierba". Siempre me han llamado la atención su finura, su visión y su capacidad de anticipar la jugada. Era, además, un gran conocedor de las personas y siempre tenía las palabras adecuadas para cada uno, lo que generaba grandes afectos y complicidades. Hace un par de meses mi mujer sufrió un grave accidente, y don Aurelio no dejó de llamarme todas las semanas para interesarse por ella. Es algo que nunca podré olvidar.

Este último año hemos celebrado el 70º aniversario de Uría Menéndez, el bufete fundado en 1946 por don Rodrigo Uría González y refundado en 1973 con la incorporación de don Aurelio y de Rodrigo Uría Meruéndano. Ha sido una magnífica ocasión para recordar los méritos de estos tres grandes asturianos que -desgraciadamente- ya nos han abandonado y han dejado al bufete huérfano de sus tres fundadores. No obstante, su magisterio y su ejemplo permanecen y nos estimulan día a día para buscar la excelencia en el ejercicio de nuestra profesión, al igual que ellos hicieron durante toda su vida.

También celebramos el pasado mes de mayo el 90 cumpleaños de don Aurelio con una comida homenaje a la que asistieron todos los socios del despacho y sus más estrechos colaboradores, y en la que nos obsequió con un impresionante discurso que quedará para siempre en nuestra memoria individual y colectiva.

Sus méritos académicos, profesionales y políticos son bien conocidos. También su fecunda labor como director de los estudios del entonces Príncipe de Asturias, nuestro Rey Felipe VI. Su currículum es impresionante y digno de admiración.

No es tan conocida, sin embargo, su afición por la poesía, derivada de su convivencia en el colegio mayor durante sus años de oposiciones a cátedra con José Ángel Valente. Hace algún tiempo publicó, con su amigo y también ilustre jurista Antonio Pau, una recopilación de sesenta poemas españoles, los preferidos para los autores, que es una verdadera joya. También se animó a escribir algunos poemas y en 2015 publicó en Gijón el libro A modo de poemas. Uno de ellos se titula "Discípulo", y su primera estrofa dice así: "Si has tenido la suerte de tener maestro no lo repitas, imítale".

Los que hemos tenido el privilegio de tener por maestro a don Aurelio ya sabemos lo que tenemos que hacer: imitarle.